martes, 14 de mayo de 2019

"Diez galeras tomó, treinta bajeles"

Combate naval. Juan de la Corte (Museo del Prado)

La monarquía española era, en el siglo XVII, el flanco oeste de la batalla contra el Islam, y ya desde la época de los Reyes Católicos la amenaza turca afectó a los intereses económicos hispanos estorbando el comercio y las comunicaciones marítimas, lo que llevó en consecuencia a varios enfrentamientos con la flota española[i]. Tras la derrota de los nazaríes de Granada, la monarquía hispana se enfrentará ahora a los otomanos. El avance de los turcos por el sudeste de Europa llevó a la derrota y muerte del rey de Hungría, Luis II (Mohacs, 1526), lo que les permitió la conquista del reino. Tres años más tarde las tropas de Solimán fueron vencidas por los imperiales de Carlos V, lo que puso fin al primer asedio de Viena. En el Mediterráneo, el emperador decidió organizar dos operaciones navales: el ataque a Túnez (1535) exitoso, y la conocida como Jornada de Argel (1542), que terminó en fracaso.

Bunes Ibarra considera que tanto Carlos como Felipe II establecieron una política defensiva en el Mediterráneo conducente a liberar el norte de África del expansionismo otomano. Cuando se disolvió la Liga que había unido a Pío V, Venecia y España, en 1573, Venecia firmó un tratado con los otomanos renunciando a Chipre y Dalmacia, devolvió a los turcos las plazas conquistadas en Albania y aceptó pagar una indemnización.

Durante el reinado de Felipe III los enfrentamientos con los turcos cesan en buena medida, hasta el punto de que la solicitud de Clemente VIII de rehacer una liga como la anterior, añadiendo ahora a Rusia y Polonia, no se formó. El rey español no apoyó a los cristianos de Hungría durante la guerra austro-turca de 1593-1608, y en 1602 Persia decidió combatir a los otomanos, lo que aprovechó el marqués de Santa Cruz[ii] para echar a estos de las islas Patmos[iii] y Zante[iv], y de la ciudad albanesa de Durrazo[v] (1605). En 1610 la marina española conquistó Larache y en 1614 ocupó el bastión de piratas de La Mamora[vi]. Los escasos enfrentamientos con los otomanos terminaron con victoria cristiana.

Ya con el gobierno del duque de Osuna[vii], en Sicilia y más tarde en Nápoles, se llevaron a cabo empresas antiotomanas, entre las que destacan la toma del puerto de Túnez, La Goleta y Biserta[viii] (1612), así como la victoria del Cabo Corvo[ix] (1613). El éxito de Osuna en el cabo Celidonia[x] (1616) quedó recogido por su secretario, Francisco de Quevedo:

Diez galeras tomó, treinta bajeles,
ochenta bergantines, dos mahonas;
aprisionole al turco dos coronas
y a los corsarios suyos más crueles.

E. Beladiez atribuye a las maquinaciones y financiación veneciana el brote de las revueltas en las Provincias Unidas, las campañas de Francia, los motines en los Grisones y las aventuras del duque de Saboya (Carlos Manuel I), el cual se alió con España o Francia según sus particulares intereses. Para Quevedo, el conflicto entre Venecia y los refugiados cristianos de los Balcanes que gozaban de la protección del emperador alemán (uscoques), sirvió a la República de pretexto para declarar la guerra al Imperio en Friuli y arrebatarle los territorios que este tenía en el Adriático. Quevedo quizá había participado en la llamada conjuración de Venecia (aunque este tema no está claro) que llevó a una revuelta contra los extranjeros. Dicha conjuración pretendía provocar la intervención de la flota española contra la República, y esto sería un precedente de la posición del escritor contra Venecia, recomendando al rey que esa era la verdadera enemiga de España, para lo cual propuso incluso una alianza con los otomanos.

Para Quevedo era peor tener como aliados a los que habían abandonado a la Iglesia (protestantes) que a los que nunca habían pertenecido a ella, en lo que hay precedentes (Tomás de Aquino y el papa Inocencio III). Tras la derrota de Pavía, Francisco I pactó con los turcos y en 1536 firmó con el sultán un tratado comercial. También Catalina de Medici pactó amistad con los turcos, y Enrique IV no renunció a la amistad con ellos manteniendo un embajador en Constantinopla. Vemos, pues, bastantes ejemplos de “realpolitik” antes de que este término tuviese vigencia. En los argumentos de Quevedo a favor de un pacto con los turcos contra Venecia dijo que de aquellos compraba España perlas, oro, plata, ámbar, diamantes, medicinas y drogas… El escritor –según Riandière la Roche- pudo estar enterado de las negociaciones que en 1628 hubo entre turcos y españoles.

Era época en la que las relaciones diplomáticas se cruzaban en todas direcciones y Quevedo creía que había que incentivar el interés de los turcos por la Europa central, pero tras la tregua de los doce años al final del reinado de Felipe III, una alianza franco-holandesa contra España dejó exhausta a la Hacienda española, y esto coincide con una nueva guerra contra Francia por la sucesión del ducado de Mantua y Monferrato: a la muerte de Vicente II (1627) pretendió el trono el duque de Nevers, vasallo de la Corona francesa, y César II, príncipe de Guastalla, contó con el apoyo de España, que decidió intervenir, terminando la guerra en 1631 favorable al primero. Quevedo acusó a Venecia como causante de las intrigas con su “veneno confitado”. España, agotada por los incesantes conflictos, necesita la paz, por lo que Olivares entabla por iniciativa del duque de Buckingham[xi] las negociaciones con Inglaterra y Holanda, habiendo sido derrotada la primera en Cádiz.

Cuando Quevedo no habla como consejero político, sino como literato, reconoce que la amistad con la República de Venecia resulta fundamental para la monarquía española. M. Herrero Sánchez clasifica, por su parte, las estrechas relaciones entre España y Venecia como una especie de simbiosis: “la Monarquía Hispánica fue la encargada de proveer al conjunto de la pertinente protección militar y de amplias posibilidades de promoción para sus elites gracias al acceso privilegiado a sus ricos mercados y a una imponente capacidad de patronazgo regio. Por su parte, la república proporcionó al sistema el crédito y los capitales necesarios para sostener el agotador esfuerzo militar y suministró una serie de recursos navales fundamentales para establecer una adecuada comunicación entre los dispersos territorios de la Monarquía”. 

En cuanto a Génova, tomada por las tropas de Carlos I en 1522, mantuvo una alianza comercial con España, siendo el puerto natural del ducado de Milán, que sirvió de nexo entre los dominios italianos e ibéricos de la Corona.


[i] En Otranto y Rodas en 1480, en el archipiélago de la Cefalonia en 1500 y en el norte de África, la campaña del cardenal Cisneros en Orán en 1504. El presente resumen se basa en el trabajo de Marta Pilat Zuzankiewicz, “Francisco de Quevedo ante la alianza hispano-turca”.
[ii] Álvaro de Bazán Benavides (1571-1646).
[iii] Al sureste del Egeo.
[iv] Al oeste del Peloponeso.
[v] En la costa oeste.
[vi] La actual Mehdía, al noroeste de Marruecos. Estuvo en posesión española entre 1614 y 1681.
[vii] Pedro Téllez-Girón (1574-1624). Virrey en Sicilia y Nápoles.
[viii] Ambas al norte de Túnez.
[ix] Cerca de la isla de Samos, al oeste de Anatolia.
[x] En Chipre.
[xi] George Villiers, 1592-1628.

No hay comentarios:

Publicar un comentario