miércoles, 1 de mayo de 2019

Resistencia y colaboración con el invasor



Según explica el profesor Serrano-Piedecasas, la invasión musulmana de 711 no es un elemento inédito en Hispania, pues las relaciones a ambos lados del Estrecho, no por desconocidas, fueron menos intensas siglos atrás. En el siglo III, desde la Mauritania Tingitana, hubo invasiones de mauroi[i]; en 429[ii] volvieron grupos vándalos desde el norte de África, o la migración de comunidades monásticas en los siglos V y VI. La expansión bizantina en época de Justiniano para favorecer al rey Atanagildo[iii] permitió a aquel ocupar la zona levantina desde 552 a 624.

Tras la conquista de Ceuta en 710, los musulmanes del norte de África desembarcaron en Tarifa, pero sin más consecuencias. Será en 711 cuando la invasión más profunda no encuentre casi resistencia hasta que, unos meses más tarde, se produjo el enfrentamiento con el ejército godo formado en buena parte por esclavos, no obstante lo cual la batalla entre Algeciras y Medina Sidonia costó a Târiq la cuarta parte de su ejército y a los godos la mitad y la vida del rey Rodrigo. El botín fue enorme y movió la codicia de los beréberes rezagados en África.

Los restos del ejército godo se retiraron hacia Écija, a donde se dirigirá Târiq con su ejército poco después, y aquí se da un enfrentamiento que se considera crucial. La rendición cristiana pactada abrió las puertas a los norteafricanos, huyendo los nobles hispano godos a Córdoba, Málaga y Granada, mientras Târiq fue sobre Toledo. Las fuentes no hablan de Extremadura y Lusitania sino tardíamente (expedición de Mûza), que bien pudieron pactar al ser posesiones de Oppa[iv], obispo de Hispalis. Parece que en esta primera fase de la conquista los árabes fueron pocos y la mayoría eran jefes tribales norteafricanos reciente o insuficientemente islamizados. Con ellos colaboraron potentiores godos y las comunidades judías, que venían sufriendo la legislación visigoda. Los humiliores, por su parte, se mostraron pasivos o indiferentes.

La ocupación de Toledo se realiza pacíficamente, pues la ciudad había sido abandonada a su suerte, y de nuevo aparece aquí Oppa, quizá como asesor de Târiq. Los notables huyeron hacia Amaya perseguidos por Târiq, y antes Córdoba había sido asediada y conquistada por Mugît, siendo el objetivo capturar el botín. Amaya[v] era un poderoso castrum en poder de Pedro, un dux de Cantabria, pero la captura de otros castra supuso el fin de Spania y el surgir de al-Andalus, tal y como simbolizan las primeras monedas acuñadas por los invasores.

Algunas expediciones musulmanas pudieron llegar hasta Astorga en 712, regresando Târiq a Toledo con un enorme botín, donde se entera de que Musa ha cruzado el Estrecho, el cual hasta entonces no había tenido noticia de la invasión de Târiq. La campaña de Musa se inicia con la captura de Medina Sidonia, Carmona y Sevilla; desde aquí se dirige a Mérida, a la que asedió y terminó conquistando. Se hizo con los bienes de los muertos, huidos y de la Iglesia (713). Entretanto, Sevilla se sublevó.

Se produce en Almaraz[vi] el encuentro de Mûsa con Târiq, al que aquel trata violentamente, habiendo venido con tâbi’un, individuos de gran prestigio religioso y moral encargados de la cobertura religiosa de la conquista. El gran ejército de Mûsa se dirige entonces a Zaragoza sin oposición alguna, y así llegó a dominar el valle del Ebro, mientras que las grandes familias se someten a la nueva autoridad, entre ellas los hispano-godos Banî Qasî, que más tarde se convertirán en gobernadores de la zona. Luego le llega el turno a la tierra de los vascos y finalmente a Pamplona, donde de nuevo está Mugît, rindiéndose la ciudad.

Llegaron entonces ante Mûsa las gentes de Gillîqiya* (territorio mal definido que puede corresponder al cuadrante noroccidental de la península) pidiendo la paz, que se les concedió mediante la aceptación del pago de tributos. Un ejército va desde Navarra hasta Lugo realizando incursiones hacia la costa y la Meseta, y en este recorrido debieron fortificarse León, Astorga, Lugo** y otras poblaciones. Desde Lugo, Mûsa regresa a Algeciras, y su hijo ‘Abd al-Azîz, heredero como gobernador, se dedicará a someter el occidente peninsular.

El volumen de rentas que los bienes raíces podían aportar al Califato era enorme, pero los conquistadores buscaron legitimar su propiedad casi total frente a los derechos inalienables del Califato, el denominado quinto o mâl al-hums que modelará el futuro productivo y fiscal inmediato de la gobernación de al-Andalus. Dominada Sevilla, Abd Alah, uno de los hijos del emir, sometió Granada, Málaga y Murcia, mientras que su padre sometió el Algarbe y llegó hasta Lisboa, Coimbra y Viseu hasta conectar con Lugo. Luego recibió refuerzos norteafricanos y ocupó Tarragona, Barcelona, Gerona y posiblemente Narbona.

Su pacto con los poderosos terratenientes mawâlî, hispanos, clientes de la familia nusayrî (Musa y sus parientes) llevó a Abd Allah a casarse con Egilona, viuda del rey Rodrigo, y a enemistarse con grupos de invasores árabes celosos de su primacía, de sus apoyos entre los indígenas y beréberes, sirviendo de brazo ejecutor al Califa, que parece ordenó su asesinato en 716. El nivel de colaboración de los indígenas hispano-godos en el proceso de invasión y ocupación del reino debió de ser significativo si nos atenemos a los notables casos que conocemos (Rodrigo y Oppa), otros muchos como los mencionados señores de Zaragoza pactaron y quedaron convertidos en gobernadores de facto para el nuevo Estado musulmán, como los Yûnus extremeños, los Banû Angalino y Banu Sabariqo, los Hafsûníes malagueños o Aidulfo, señor de Conímbriga, Tudmir en Murcia y otros muwallad cuyo nombre no se ha conservado, pero que fueron imprescindibles para asegurar el dominio peninsular de los norteafricanos con tan pocas tropas, y así pudieron seguir sus pasos otros de menos rango, seglares y eclesiásticos, condes y obispos que basaban su poder en la renta agraria de sus posesiones, pactaron y colaboraron en buen número para mantener su estatus.



[i] Mercenarios auxiliares africanos
[ii] En 425 saquearon Cartago Nova y en 426 Hispalis.
[iii] En el contexto de las diputas con Agila. Los bizantinos ocuparon el sur y sudeste de Hispania. Atanagildo habría negado a los bizantinos el control sobre Orospeda.
[iv] Hijo del rey gogo Egica.
[v] En las Loras de Burgos.
[vi] Al este de la actual provincia de Cáceres.
* El origen está en el nombre de la provincia romana Gallaecia.
** En este caso debe entenderse que se reforzaron las defensas, pues Lugo tenía una muralla romana (que aún se conserva).

No hay comentarios:

Publicar un comentario