jueves, 16 de marzo de 2023

Inscripciones en las rocas de Behistún

                                              Rocas de Behistún (asiahistoria.blogspot.com)

Que un rey acceda al trono mediante la violencia o la deposición de su predecesor es algo común a lo largo de la historia. En la España goda, Sisenando destronó a Suintila, que a su vez sería destronado para dar ocasión al reinado de Chintila; el rey Wamba tuvo que retirarse a un monasterio en Pampliega (actual provincia de Burgos) ante las rebeliones que no pudo sofocar.

Otro tanto ocurrió en los pequeños reinos taifas de al-Andalus, donde solo unas pocas dinastías consiguieron tener continuidad a lo largo del siglo XI y posteriores. En la Castilla del siglo XIV el pretendiente Enrique quitó de en medio a su hermano Pedro I sin reparar para ello en una guerra civil. El conde de Barcelona, Guillermo de Septimania, usurpó los condados de su padre en Gotia y Septimania (s. IX).

En relación al Imperio romano, Vitelio se hizo emperador usurpando el poder a Otón; Macrino usurpó el trono a Caracalla, y a partir de Heliogábalo (s. III) se suceden los asesinatos de emperadores romanos para ser sustituidos por otros que, a su vez, fueron también asesinados, gobernando muchos de ellos pocos años o meses.

El emperador aqueménida Darío fue también un usurpador del trono persa, y para ello se valió de la acusación de que Gaumata era también usurpador del trono. Pero Darío I tuvo un largo y fructífero reinado (522-485). Todo arranca de una pretendida legitimidad por ser descendiente de un personaje de cuya historicidad no se asegura nada (Aquemenes). Una vez asentado en el poder, Darío mandó inscribir en las rocas de Behistún, al noroeste de Irán, un texto donde se tituló rey de reyes y Gran Rey, y a continuación cita a todos aquellos de los que se considera descendiente. “Desde hace mucho tiempo hemos sido nobles” –dice- y desde hacía mucho tiempo su pretendida dinastía había ejercido la realeza. Él se considera el noveno rey de la dinastía aqueménida, y habla inspirado por el dios Ahura Mazda, gobernando sobre Persia, Elam, Babilonia, Asiria, Arabia, Egipto, Sardes, Jonia, Media, Urartu, Armenia, Capadocia, Escitia, Sattagidia, Aracosia y Maka.

Por voluntad de Ahura Mazda –dejó escrito en la roca- los habitantes de todos esos territorios “me entregan un tributo”. Sigue la inscripción hablando de la usurpación de Gaumata, a quien Darío quitó de en medio, pues le acusó de haberle arrebatado el trono a Cambises[i]. Ralata cómo Gaumata hizo suyas Persia, Media, Babilonia y otras regiones, y no habiendo nadie que le pudiese hacer frente, pues “el pueblo le temía enormemente”, hasta que “llegué yo [que] rogué a Ahura Mazda”, que le proporcionó ayuda. “Yo maté a ese Gaumata el Mago”, arrebatándole la realeza, restauró la realeza –dice- que Gaumata había arrebatado a su familia; y luego sigue diciendo: “Devolví al pueblo los bienes, los rebaños, los sirvientes y las haciendas que Gaumata el Mago les había arrebatado”.

Por último relata las gestas que se atribuye: “Tú que en el futuro leas esta inscripción, deja que lo que afirmo te convenza. No lo consideres una mentira… por voluntad de Ahura Mazda, muchos más hechos llevé a cabo que no han sido recogidos en esta inscripción. No figuran por esta razón, no sea que a quienes en el futuro lean la inscripción de mis hechos estos les parezcan excesivos, no les convenzan y los juzguen falsos”.

Y en una inscripción de Naqsh-i-Rustam, muchos siglos más tarde, Shapur I, rey persa sasánida, dejó escrito: “Yo… rey de los reyes de Irán y de las tierras no iranias, cuyo linaje procede de dioses… adorador de la divinidad de Ahura Mazda… soy gobernante de Eranshar, y domino las tierras de Persia, Partia, Kuzistán, Mesene, Asiria, Adiabene, Arabia, Azerbayán, Armenia, Georgia, Segán, Albania, Balasakán hasta las montañas del Cáucaso…”, y sigue diciendo que a todos los habitantes de estos territorios los ha convertido en tributarios. Luego alude al emperador romano, con el que mantenía conflictos fronterizos, diciendo que el César Gordiano levantó en todo el Imperio romano una fuerza desde los reinos godos y gernamos (Hispania y el Rin) y marchó sobre Babilonia contra el Imperio de Irán. Es sabido que en la batalla subsiguiente el César Gordiano fue muerto…

Habían pasado ochocientos años entre Darío I y Shapor I, pero los pueblos iranios seguían con la misma propaganda, con la misma pretendida legitimidad, igual que los emperadores romanos en su lucha por mantener bajo su dominio Mesopotamia, muchas veces límite del Imperio romano y los imperios iranios. Daba igual que el acceso al trono del antiguo Darío I hubiese sido ilegítimo: ¿qué más daba si se había impuesto y construido un Estado que duraría hasta el siglo IV antes de Cristo? Los partos luego y los sasánindas después, herederos de aquella legitimidad impostada, se sintieron herederos de ella, y gobernaron hasta que el expansionsimo árabo-islámico, en el siglo VII, cambió el signo de los tiempos.



[i] Cambises II, que había sido rey de Persia entre desde 530, hijo de Ciro II.

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