jueves, 30 de marzo de 2023

Desorden e invasión

 

Que el estado godo en Hispania nunca fue la entidad fuerte capaz de evitar grandes catástrofes parece fuera de toda duda: defecciones de la nobleza y de los obispos, protofeudalización y continuo forcejeo entre el poder real y las fuerzas centrífugas, empobrecimiento de la economía respeto del bajo Imperio, dificultades derivadas de hambrunas y pestes, son algunos ejemplos de la inseguridad que se vivió salvo en contados momentos o reinados.

Durante los tres últimos, si no contamos el del pretendido Agila II y el resistente en Septimania, Ardón[i], los desencuentros entre los grupos dirigentes de la sociedad goda fueron constantes. Egica, que fue rey entre 687 y 702, estaba emparentado con lo más granado de la nobleza goda, pues era descendiente de Wamba y de Ervigio, que reinaron en las décadas de 670 y 680, y parece que tenían sus principales apoyos en el noroeste (las fuentes hablan de Galicia, pero debe entenderse en un sentido amplio) y en la Bética.

Además, no todas las comunidades estaban bajo el control del estado, lo que prueban las varias campañas que los reyes tuvieron que hacer contra los vascones. Para fortalecer su poder, Egica convocó el XV Concilio de Toledo con el fin de que la nobleza le librase de los compromisos que había contraído su padre, Ervigio, pero no lo consiguió, por lo que en principio no pudo confiscar los patrimonios que más tarde sí.

En el Concilio de Zaragoza, celebrado en 691, Egica denunció el enriquecimiento ilícito de los obispos, mientras que el de Toledo, Sisiberto[ii], animaría una conjura contra Egica en 693. La derrota del obispo y sus seguidores llevó al rey a una purga de todos los nobles que no eran leales, y de tal magnitud que no se había visto otra igual; muchas propiedades de los nobles pasaron al rey y así mismo las competencias militares que tenían aquellos. Así se fortaleció el poder regio, que le permitió combatir a las redes clientelares de la nobleza protofeudal.

Egica endureció la legislación contra los judíos en el XVI Concilio de Toledo, y las riquezas que estos habían adquirido a los cristianos pasaron a engrosar las del rey, labor que continuó en el XVII Concilio de Toledo (694), en el que también se acordó someter a los miembros de esta minoría a la esclavitud, salvo a los de Septimania y de los Pirineos orientales, con el pretexto de que los judíos estaban conjurados con los de ultramar contra la cristiandad, y ciertas noticias hablaban de la colaboración de las aljamas judías con los musulmanes en su avance por el norte de África. Muchos esclavos, como consecuencia del desorden, vagaron por los diversos territorios causando inseguridad y pobreza.

                                         Monedas aparecidas en Iulia Transducta (Algeciras)*

A esta situación se unieron el hambre en 691 y la peste en 693, además de varios ataques francos en la Septimania (688-690 y 694). Por su parte, una flota bizantina, huyendo de los musulmanes, intentó llegar a las costas de Orihuela en 698. Egica contestó a estos problemas haciéndose fuerte en Toledo (700), pero tuvo que desplazarse a Córdoba para conocer de primera mano lo que ocurría en la que se puede reconocer como segunda capital del reino godo. De nuevo en Toledo, murió a finales de 702 después de haber asociado al trono a su hijo Witiza varios años antes (694-695) cuando este solo era un niño.

Parece que el nuevo rey tuvo una residencia en Córdoba, que no sabemos si es la misma que la que luego se le atribuyó a Rodrigo. Según la “Historia de Alfonso III”, de finales del siglo IX, Witiza no sería entronizado como rey hasta 700 en la plaza fuerte de Tui, lo que demuestra lo itinerante de la corte goda, en unas ocasiones por razones militares y en otras huyendo de la peste. Witiza no solo devolvió los bienes confiscados por su padre, sino que hizo desaparecer los documentos que muchos habían firmado obligados renunciando a sus propiedades, lo que debilitó la Hacienda Real y, por lo tanto, el poder central.  

Witiza permitió el matrimonio de los clérigos, cuestión controvertida en todo Occidente, lo que se pudo aprobar en el XVIII Concilio de Toledo, y quizá esta fue la causa de sus problemas (o simple excusa) con el clero toledano. El rey murió en Toledo en 710, sucediéndole Rodrigo, pero después de un largo interregno de más de medio año, lo que no era nuevo, aunque no de tanta duración (Atanagildo-Liuva, Sisebuto-Suintila) y mediante un acto de fuerza con el apoyo de la curia municipal de Córdoba, que adujo el prestigio militar del nuevo rey.

Rodrigo era hijo de Teodofredo, duque visigodo e hijo del rey Quindasvinto, a quien había cegado Egica. La “Crónica Mozárabe”, la más fiable por su proximidad a los hechos (mediados del s. VIII), dice que Rodrigo había gobernado la Bética, una vez más territorio importante del reino.

Mientras tanto los beréberes del norte de África estuvieron continuamente dispuestos a la rebelión contra el avance musulmán, pues estaban muy débilmente o nada islamizados. Ceuta, una guarnición dependiente del reino godo, servía a la vez como base de una flota bizantina, estando la plaza bajo el mando de un conde de nombre Julián (por la Iulia Transducta de época romana, Algeciras). Mientras los musulmanes consiguieron reprimir las rebeliones beréberes, las intrigas no cesaban en el reino godo, lo que hizo imposible la defensa de Ceuta. Dueños de esta plaza y con la ayuda del conde Julián (y la flota), los musulmanes llevaron a cabo la invasión de la península que se venía preparando desde hacía un tiempo.

En los territorios del nordeste se proclamó rey, contra Rodrigo, Agila II, lo que llevó a una guerra civil, teniendo este, quizá, la ayuda de los vascones, y ya se precipitaron las cosas: el desembarco musulmán se produjo al mando de un liberto del gobernador de Ifriquiya, quizá después de un pacto con Agila II. Fuertes los musulmanes en la bahía de Algeciras, allí acudió Rodrigo con un poderoso ejército que pronto se dividió entre los que le apoyaban y los que no, dándose la batalla definitiva cerca de la antigua Laca[iii], en la calzada romana de Cádiz a Sevilla, muriendo Rodrigo al parecer huyendo.

Se procedió entonces a la ocultación del tesoro de Torredonjimeno[iv], de menor calidad que el de Guarrazar, posiblemente ofrecido a la Iglesia. La esposa de Rodrigo, de nombre Egilona, que debió serlo por tan poco tiempo como el reinado, tras la muerte de aquel se casó con Abdelaziz, que moriría en 716, hijo del conquistador Mysa (fallecido en 718). Egilona había incitado a Abdelaziz a ceñirse la corona goda e independizarse del califato Omeya de Damasco, frustrándose así lo que habría sido un ensayo que pudo cambiarlo todo.


[i] 713-720.

[ii] Entre 690 y 693. Fue excomulgado, depuesto del episcopado y confiscados sus bienes en el contexto de desorden de la época.

[iii] Real Academia de la Historia.

[iv] Fue encontrado en 1926 en Torredonjimeno, provincia de Jaén, a pocos kilómetros del pueblo. Los que lo descubrieron no le dieron importancia, hasta que en la década de 1940 se recuperó y se encuentra por partes en los Museos Arqueológicos de Madrid, Barcelona y Córdoba.

* Ilustración de Traianus Coins.

No hay comentarios:

Publicar un comentario