miércoles, 4 de julio de 2012

Exterminio de pampas, ranqueles y patagones

Ranqueles
La actual Argentina es el resultado de una lenta construcción a partir del norte tropical, con límite en Buenos Aires, para extenderse luego, a sangre y fuego, hacia el sur con las pampas, donde habitanban los indígenas de éste nombre, más al oeste los ranqueles y más al sur los pagatones. A los abusos cometidos por los conquistadores españoles desde el siglo XVI, cuyo máximo exponente fue Pedro de Mendoza en la región de La Plata, siguieron luego los criollos bonaerenses, con la ayuda de los que habitaban Córdoba, San Luis, Mendoza y San Juan, más al norte. Aún no se había conformado el territorio argentino como definitivo, aún no se había instituído de forma más o menos clara el nuevo estado, aún luchaban entre sí las diversas facciones militares y de la burguesía argentina, y ya se habían puesto los ojos en el sur, en torno al río Negro.

El origen de la Argentina actual está en la diagonal que forman Tucumán y Buenos Aires; la conformación de un territorio más o menos unido no fue fácil, pasando por etapas en las que el dominio de las provincias prevalecía sobre Buenos Aires y otras al revés. Es con Bernardino Ribadavia, que quiere responder a los intereses de su clase, a un "ideal" nacional y a al afán expansionista, cuando empieza la lucha contra los indios pampas y ranqueles. Los argentinos conocen esta "larga marcha" hacia el sur como la campaña del desierto, para la que se contrataron los servicios de un mercenario alemán llamado Rauch en 1826. Tres años más tarde, en lucha contra los indígenas, en el combate de las Vizcacheras, un indio llamado El Arbolito acabaría con la vida del intruso. Parece que fuese ley de vida: o la del mercenario o la del indio. 

Atrás quedaban ya sometidos otros pueblos indígenas (wichis, tehuelches y araucanos) más al norte. No pronto y sí con mucho esfuerzo, los criollos argentinos llegaron a Río Colorado, Salinas Grandes, Guaminí y Sierra de la Ventana en su avance hacia el sur. Al mismo tiempo los ganaderos que además poseían gran cantidad de tierras de buen pasto, salaban la carne para conservarla y dedicarla a la exportación. Para ello necesitaban la sal de Salinas Grandes, entre otros lugares, en poder de los indios. Cuando el ejército argentino llegó al río Negro estableció fortificaciones o controles en Areco, Navarro, Monte, Ranchos y otros lugares; incluso se hizo una larguísima zanja de varios metros de ancho y profundidad como límite con los territorios indios para que éstos no se apropiasen de un ganado que ahora pacía en tierras que antes habían sido suyas. 
En color naranja al sur, pampas, ranqueles y la Patagonia

Así se hicieron unos pocos propietarios con varios millones de hectáreas, porque las leyes para la colonización de las tierras arrebatadas a los ranqueles y otros indígenas, que en grandes oledadas fueron exterminados, lejos de beneficiar a colonos que las trabajarían, cayeron en manos de hacendados que, a su vez, las subarrendaban, especulando no solo con la subida del precio de la tierra sino con aquella que era propiedad pública. Mientras tanto el ejército, dirigido por la burguesía criolla del norte, cumplía su papel: garantizar la posesión de las tierras que hacían las fortunas de unos pocos, los mismos que gobernaban en Buenos Aires y en las provincias. En los años treinta del siglo XIX es Rosas quien dirige las operaciones: con él se pasa al otro lado del río Negro, siendo protagonista principal Facundo Quiroga. Se pacta con los pampas y se lucha contra los ranqueles, cada vez más desplazados hacia el sur. Los indios defendían lo suyo, también en proporciones variables, pues los caciques tenían más derechos que los demás, y hacían cautivos a los blancos que no habían podido escapar. Eran la moneda para cuando hubiese que pactar algo.

Verdaderos racistas que pretendían justificar la lucha contra el indio para integrarlo en la "civilización", para redondear el territorio patrio, fueron Domingo Sarmiento, el ministro de Guerra, Alsina, y Avellaneda en los años setenta, que se empeñó en una verdadera campaña de colonización del sur patagón. Pero los caciques comandaban invasiones en territorio blanco; estos contraatacaban y lo continuaron haciendo con Julio Argentino Roca, que llegaría a ser Presidente de la República en una etapa caracterizada por el falseamiento del sufragio a pesar de ser censitario. Así se llegó al oeste, donde se repartieron entre unos pocos 8 millones de hectáreas, hasta San Carlos de Bariloche. En 1879 se había llegado a Choele-Choel, mientras unos 20.000 indios habían perecido, no solo en el campo de batalla, sino víctimas de las enfermedades y del hambre. Unos 14.000 fueron sometidos a la servidumbre (patagones) llevados andando cientos de kilómetros hasta los puertos atlánticos de Bahía Blanca (¡que hermoso nombre para tanta crueldad!) y Carmen de Patagones; de allí fueron embarcados a Buenos Aires y de ahí llevados a Isla Martín, al otro lado de la costa. Luego fueron repartidos a las familias pudientes ¡por una sociedad de beneficencia!. Era la moral de la burguesía; al indio se le había sacado de su tierra, de su pobreza, para integrarlo en la religión católica y en la civilización blanca. A cambio serviría con un estatuto de siervo en favor de una rica familia blanca. 

La Iglesia, por medio de monseñor Fagnano, bendijo la acción: nuevos hijos para la religión verdadera... Entre 1876 y 1893 se habían repartido entre unas pocas familias blancas 42 millones de hectáreas de tierra que, si no era de labrantío, serviría para que pastasen las ovejas que se habían sustituido por los indios, mientras que la pujante industria textil inglesa necesitaba de aquella lana. Hoy aún hay pequeños grupos de indígenas en la Patagonia; hoy se puede hacer el saldo de aquellas colonizaciones; tanta ambición de tierra, de poder, de guerra, de ostentación evangelizadora, de racismo impío, y la densidad de población en el extremo sur de Argentina no llega a 1 habitante por kilómetro cuadrado. ¿Donde estaba el interés? 

Paisaje de Patagonia
No es aquí un problema de razas, aunque algunos blancos expresaron su repugnancia por los indios; es un problema de clases. Los hijos y los nietos de aquellos hacendados que se quedaron con las tierras de los indios (¿habría sido posible la colonización de otra forma?) se fueron a las mejores universidades de América y Europa para formarse, para gobernar el país, para heredar las haciendas, para perpetuar la especie de clase a la que pertenecían y pertenecen. Son los que en momentos de zozobra para la patria (¡la patria!) sacan sus capitales del país, dejando a la población en la miseria, empobreciendo a la industria por falta de recursos, desacreditando al país ante la economía internacional. No son blancos los "malos" de esta película; ni los indios: los verdaderamente malos y perversos, criminales y crueles fueron unos cuantos que, encaramados en la milicia, la Administración y las corporaciones, hicieron que un país -como otros- no tenga una historia tan gloriosa como sus pueblos han construído y merecido.





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