La isla de Corfú, al noroeste de la actual Grecia |
Parece que los corcirenses tomaron el nombre para su isla de la hija de un río y de una ninfa: así nació Córcira, la cual fue raptada por Poseidón llevándola a la isla que ahora es Corfú. Pero la realidad es muy otra y menos poética: Córcira fue una colonia de corintios hasta que los corcireneses, aliados con algunas tribus bárbaras de las costas occidentales de las actuales Grecia y Albania, quisieron independizarse de Corinto. Así empezaron las hostilidades entre metrópoli y colonia.
Aún no había comenzado la guerra del Peloponeso que ensangrentará Grecia durante las tres últimas décadas del siglo V a. de C. y ya Esparta estaba interesada en que Atenas no reconstruyese sus murallas, destruidas durante la guerra contra los persas décadas atrás, pero el conflicto entre las dos ciudades no pasó de ahí. Cuando los atenienses, que formaban parte de una liga panhelénica donde también estaba Esparta, dirigieron sus naves hacia las costas de Laconia para ayudar a los espartanos en su lucha contra los ilotas, aquellos, temerosos de que las intenciones de Atenas fuesen otras, repelieron a sus naves. Por lo tanto ya existía una desconfianza clara entre unas ciudades y otras, y en este contexto se produce el gran enfrentamiento naval entre corcirenses y corintios que Tucídides nos narra en su "Gerra del Peloponeso", aunque la misma no había empezado todavía.
La victoria fue para los corintios, que deseaban retener bajo su dominio a los corcireneses, mientras estos deseaban la independencia de su metrópoli. La batalla naval fue de tal amplitud -la mayor hasta ese momento en el mar de los griegos, dice Tucídides- que se dio una gran confusión, hasta el extremo de que los corintios atacaron naves propias al confundirlas con las de los enemigos. Los cautivos y los muertos fueron numerosos. Los corintios llevaron a los cautivos corcirenses al puerto de Sibota (hoy Sivota, frente a la costa sur de Córcira) cerca de donde estaban los bárbaros que habían venido en ayuda de los corcirenses. Tucídides dice de este puerto que era "desierto", en la región de Tesprátide.
Una vez esto, los corintios se dirigen a Córcira, pero los corcirenses que había quedado les siguen, ayudados ya por algunas naves atenienses. Se trataba de evitar que los corintios desembarcaran en la isla, al tiempo que los atenienses comenzaron a cantar el Peán, canto a Apolo, que Homero cita en la Ilíada como dios que cura las heridas, pero también se entonaban estos cánticos antes del comienzo de una batalla previsible. Es el momento en que las naves corintias dan la vuelta y comienzan a embestir a las atenienses, dirigidas por Glaucón, hijo de Leagro, y Andócides, hijo de Leogoras. Los corcirenses, por su parte, tenían un punto de apoyo en Leucimna, a donde llegaron confundiendo a los corcirenses de tierra, pues había llegado la noche y les parecían naves corintias. Luego continúa Tucídides:
Al día siguiente... salieron de este puerto de Leucimna, y vinieron a velas desplegadas al puerto de Sibota, donde estaban los Corintios para ver si querían volver a la batalla. Mas los Corintios, cuando los vieron venir, levantaron áncoras y alzaron velas, salieron del puerto en orden, fueron a alta mar y allí estuvieron quedos sin querer trabar pelea, viendo las naves que habían venido de refresco de los Atenienses, sanas y enteras; que las suyas estaban maltratadas y empeoradas de la batalla del día anterior; que tenían bien en que entender, en guardar los prisioneros que llevaban cautivos en las naves, y que no podían encontrar lo necesario para rehacer sus naves en el puerto de Sibota... por ser lugar estéril y desierto. En definitiva, querían volver a su tierra. Parecioles buen consejo -continúa Tucídides- enviar algunos de los suyos en un barco mercante sin faraute (1) ni trompeta a los Atenienses para que espiasen y tentasen lo que determinaban hacer. Entonces comenzó un parlamento entre los enviados de los corintios y los que mandaban las naves atenienses:
Grande injuria y sin razón nos haceis -empezaron los corintios- varones Atenienses, en comenzar contra nosotros la guerra, rompiendo la paz y alianza que teníamos [ambas ciudades formaban parte de la liga panhelénica], queriendo estorbar que castiguemos a los nuestros, y para ello tomando las armas contra nosotros. Si os parece bien todavía impedirnos que naveguemos hacia Corcira o hacia otra parte donde nos pluguiere y quebrantar la confederación y alianza declarándoos enemigos nuestros, comenzad primero en nosotros, y prendednos, y usad de nosotros como de enemigos. Los corcirenses, que estaban oyendo estas palabras, comenzaron a dar voces diciendo que los prendiesen y matasen, pero los atenienses contestaron de esta manera: Ni nosotros comenzamos la guerra, varones Corintios, ni menos rompimos la paz y alianza que teníamos con vosotros; antes venimos aquí por ayudar y socorrer a estos Corcirenses, que son nuestros amigos y compañeros: por tanto, si quereis navegar para otra cualquier parte, navegad mucho en buena hora; mas si navegais hacia Corcira, o hacia otro cualquier lugar de su tierra para hacerles mal y daño, sabed que os lo hemos de estorbar con todas nuestras fuerzas y poder.
De sobra sabían los atenienses que Córcira era colonia corintia, pero lo que querían era impedir que lo continuase siendo, es decir, que continuase creciendo en el conjunto de la Hélade, pues ya estaba en marcha desde hacía tiempo la lucha por la hegemonía en aquel espacio. Atenta a los acontecimientos estaba Esparta, que tampoco quería el engrandecimiento de Atenas, por lo que esta batalla es uno de los prólogos a la gran guerra del Peloponeso.
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(1) Puede tratarse del encargado de llevar y traer mensajes después de hacer una pesquisa.
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