sábado, 20 de octubre de 2012

La Loma de Ichanga

Valle de Hualfín

Al noroeste de Argentina, en las estribaciones de los Andes, discurren los ríos Hualfín y Loconte; al este se encuentra la sierra de Hualfín, en medio el valle y al oeste la gran mole andina de la que es prólogo el cordón Durazno. Bárbara Balesta y Federico Wynveldt (1) han publicado un breve ensayo, en el que se basa este artículo, donde presentan los trabajos arqueológicos en la Loma de Ichanga, Catamarca. La cronología de los restos encontrados va desde el siglo XI al XV de nuestra era, constatándose se trató de un espacio donde se produjeron enfrentamientos guerreros entre diversas comunidades, obviamente antes de la llegada de los europeos, particularmente españoles. Los autores parecen demostrar que el abandono del lugar se dio con el incendio de algunas casas a modo de ritual y coincidiendo con la conquista incaica.

Que las comunidades indígenas de América se enfrentaron en guerras antes de la llegada de los españoles es una obviedad, por lo que el mito del "buen salvaje" no deja de ser eso. Los arqueólogos citados demuestran que en la zona estudiada -como en otras- hubo organizaciones políticas complejas y una creciente situación de beligerancia entre ellas. Los antiguos habitanes de la Loma de Ichanga, así como otros de la zona, pertenecen a la llamada cultura Belén, de los territorios correspondientes a Tinogasta y Belén, caracterizada por la práctica de la agricultura y por la elaboración de una cerámica en la que los motivos decorativos se pintaban en negro sobre fondo rojo.

La mayor parte de los lugares donde se han encontrado construcciones para viviendas están sobre lomas de difícil acceso, protegidas muchas de ellas por murallas defensivas. En la localidad de La Ciénaga es donde fue descubierta la Loma de Ichanga, a unos 50 metros de altura sobre los terrenos circundantes, pero en su conjunto la región está a algo más de 1.500 m. sobre el nivel del mar, por lo que -dada su latitud, unos 27º sur- el clima es templado-cálido, con lluvias solo en verano, algo continentalizado, lo que hace que los inviernos sean fríos y los cauces fluviales no tengan agua salvo en la época de lluvias (en verano). Los autores señalan que estas sequías podrían no darse en la época estudiada (ss. XI-XV), pues lo razonable es pensar que los grupos indígenas se instalasen allí donde había agua.

La particularidad de la Loma de Ichanga es que no presenta arquitectura defensiva como en los demás casos de la región, aunque los especialistas se han puesto de acuerdo en considerar que el estado de guerra era endémico en la época, y muy concretamente en la etapa anterior a la conquista inca. Las razones de las hostilidades pudieron ser un cambio climático que dejó sin recursos a sus habitantes, necesidades de aprovisionarse con los bienes de otros; también la presión demográfica sobre los oasis puneños y valles fluviales cercanos a la puna; incursiones de grupos nómadas o seminómadas provenientes del este de los Andes y, en época incaica, la recluta de grupos de mitimaes, familias que fueron separadas de sus comunidades y trasladadas de pueblos ya sometidos a otros que todavía no lo estaban o al revés: el caso es que cumpliesen las misiones que las autoridades incas les encomendaban. La guerra, en fin, pudo haberse producido por las diferencias sociales que se fueron generando o por el control de los recursos, y los enfrentamientos se producirían entre grupos de familias o entre organizaciones políticas más complejas. 

La guerra llevó a construcciones de elementos defensivos en la región : murallas de gran altura, torres, torreones, troneras, parapetos y fosas, además de aprovechar la topografía para visionar un amplio territorio por donde podían amenazar los enemigos. En todo caso hay múltiples indicadores de guerra y diferentes tipos de conflicto: el estudio de la zona demuestra la existencia de entradas diseñadas defensivamente y se identifican puestos de observación; se han encontrado armas y armaduras o restos de ellas, pero la defensa no debió organizarse solo en cada poblado, sino de forma global en un conjunto de ellos. Los incendios se han interpretado como señal de encuentros violentos y se han encontrado esqueletos no enterrados; los incendios de techos se asocian a la intención de retorno y, como se ha dicho, con una finalidad ritual. 

Al este del río Hualfín se han estudiado los casos de Cerrito Colorado de la Ciénaga de Arriba y Cerrito Colorado de La Ciénaga de Abajo, en ambos casos sobre las terrazas del río. La Loma de Ichanga se encuentra en la confluencia entre los cauces de los ríos Ichanga y La Calera, y consta de 15 recintos de piedra cuya planta es rectangular. La superficie de estos recintos oscila entre 42 y 6 m2, pero hay varios entre 10,2 y 18,3. Están cerrados con muro simple en unos casos y con muro doble en otros, y las puertas fueron hechas con una anchura media de 0,5 metros, mientras que su longitud oscila entre 0,5 y 1,8 metros. Los materiales constructivos son bloques irregulares de granito y lajas y, para acceder al interior, se construyeron largos y estrechos pasillos. A excepción de un recinto (el llamado 7) que tiene dimensiones excepcionales, la mayoría de ellos tiene unas dimensiones entre 6 y 19 m2, con paredes de entre 3 y 4,7 metros de largo. En el recinto 6 se ha encontrado una tinaja decorada de acuerdo con la cultura de Belén, huesos, otras figuras, hoyos para postes, troncos pequeños, restos de enramada, restos de martos y una vasija tiznada, entre otros materiales. El recinto 7 tiene un piso construido de pedregullo y las vasijas encontradas en el conjunto de la Loma presentan dos tipos dominantes: las abiertas o cuencos y las cerradas u ollas.
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(1) Universidad Nacional de La Plata. 

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