Juan Díaz Porlier |
La tesis del profesor José Ramón Barreiro es que el factor determinante que permitió extender las ideas liberales en Galicia fue el ejército. La pequeñez de las ciudades gallegas, y por lo tanto la escasa relevancia económica e influencia de su burguesía, hizo que el ejército, entreverado de elementos populares a partir de la guerra de independencia, fuese el elemento liberal por excelencia, aunque hubo, logicamente, militares absolutistas.
Vigo tenía, en 1877, 13.416 habitantes, y en 1900, 23.259. Todavía no se habían unido a dicha ciudad las poblaciones de Bouzas (1904) y Lavadores (1941) que tenían, en el último año citado, 7.569 y 15.085 habitantes respectivamente. Santiago tenía, en 1857, algo menos de 27.000 habitantes; A Coruña algo más de 27.000; Ourense 6.872; Lugo 8.054 y Ferrol 17.404.
Durante la guerra de la independencia, y luego durante la primera guerra carlista, pueblo y ejército se relacionan muy estrechamente. El oficial del ejército, que ha dejado de ser aristócrata aunque algunos todavía lo eran, ve las necesidades y abusos que sufre la población y conviene en que la liberetad es una conquista necesaria. Por otra parte muchos elementos populares alcanzan grados en el ejército por sus actos heroicos, cuyo ejemplo más notable es Espoz y Mina. "Nunca el ejército fue tan popular. Nunca el pueblo sntió tan suyo al ejército español", dice el autor citado. El concepto de patria cobra ahora carta de naturaleza y el espíritu romántico, que ensalza al héroe, al que se arriesga, al que lucha por un ideal o desinteresadamente, hace el resto.
La conspiración, inherente al romanticismo más puro, se hace dueña del ejército al no estar arraigado el sufragio, o al falsearse en numerosas ocasiones. Pero los conspiradores actúan muchas veces de forma impreparada, como es el caso de Espoz y Mina en Pamplona solo restablecerse el absolutismo en 1814, o de Díaz Porlier en A Coruña al año siguiente. El masón Lacy se levanta en Valencia con Miláns del Bosch en 1817, pero, fracasados, mientras el segundo logra escapar, el primero es fusilado en Mallorca.
El ejército se hace profesional, y no solo los cuadros superiores, y se mezcla con la sociedad civil participando en tertulias, conferencias, actos sociales y festivos. Participa también activamente en la política: hubo legislaturas -dice Barreiro- en las que la presencia militar de Galicia en el Parlamento alcanzó más del 30%. Espoz y Mina, el general Quiroga, Manuel Llorente, Santos Allende, Iriarte, Ramon Pardiñas, Rodil, Armero Millares, Facundo Infante, Seoane, Antonio M. Montenegro, Ramón Losada, Vázquez Moscoso, García Camba, Juan José Moure, Lasaña, Arce, Rubín, Caramés, Pedro Cuenca y los marinos Méndez Núñez, Martínez Viñalet, Olegario Cuetos, Pumarejo, Gutiérrez de Rubalcaba, Antonio Doral, Roca de Togores, García Flórez, Núñez Falcón... No todos estarían convencidos de igual manera sobre el liberalismo, pero el mero hecho de participar en un foro liberal les haría ir adaptándose a la jerga, a los usos, a la práctica de la libertad.
Algunos periódicos también jugaron un papel divulgador de las ideas liberales, todos impresos en Santiago y en A Coruña. Esta última fue elegida por las Cortes como capital administrativa de Galicia y aquí se constituye el gobierno político y la Diputación única de toda Galicia. En A Coruña residen, igualmente, la Hacienda, la Real Audiencia y la Capitanía General.
"Consta documentalmente la intensa relación existente entre los liberales de Cádiz y los liberales coruñeses, dirigidos políticamente y a distancia por aquellos". De esta forma se va introduciendo el ideario liberal en los cuarteles. En la prensa liberal colabora el comisario de guerra Lorenzo Perabeles y el auditor de guerra García Sala; contra los absolutistas se esfuerza el comisario de guerra Suárez del Villar, y el teniente coronel Rivera y Gil publica El Filósofo Cristiano, que en 1815 apareció en el "Índice" de obras prohibidas. El capitán de Fragata José O'Connock, con destino en Ferrol, actuó de espía para el Gobierno durante la ocupación francesa, internándose en los ejércitos napoleónicos "vestido de harapos de peregrino". Como el liberalismo de la época tenía que imponerse al absolutismo, se entiende un practica que hoy nos choca: formando parte O'Connock de la Junta de Censura de Galicia, perseguirá a las publicaciones absolutistas, e igual hace Gonzalo Mosquera cuando ocupa un puesto en aquel organismo. Antonio Pacheco colabora, por su parte, en el periódico liberal gallego, El Ciudadano por la Constitución.
Otros militares que pagaron su colaboración con el liberalismo fueron León de Palacios, Menéndez (comisario de guerra), Mateo Fernández y Juan A. Varela (comisario de guerra). Cuando Lacy sea nombrado Capitán General de Galicia, en colaboración con los miembros del club La Esperanza, se esforzó en que toda la tropa jurase la Constitución "con la condición de no obedecer al Rey mientras no la jurase". En 1817, mientras Lacy se pronuncia en Valencia, se descubre una conspiración en Santiago con participación civil y militar y en la que probablemente estuvo el director de la Escuela Militar, Pascual Basadre.
Cuando se produce el levantamiento de Riego en 1820 es secundado en Galicia por Pedro Argar y Bustillo, Álvarez de Acevedo, Carlos Espinosa, Manuel Latre y el capitán de navío Joaquín Freire. Parece que desde A Coruña actuó el americano José M. Michelena. Entonces es nombrado Capitán General de Galicia Espoz y Mina, que combate las partidas realistas en el país, pero en 1823 el ejército se divide y una parte decide apoyar a los invasores franceses del duque de Angulema. Quiroga y Méndez Vigo se mantienen fieles al liberalismo y tienen que partir para el exilio.
En Inglaterra se concentran Espoz, Quiroga, Espinosa, Vigo, Romay, Palarea, Novella, Miláns, O'Donnell, Pita da Veiga, Van Halen, Llorente, López Baños, Villalba, Álava, los almirantes Valdés y Chacón y el capitán de navío Pumarejo; también Torrijos. Allí están junto con los civiles Mendizábal, Argüelles, Toreno, Istúriz y Alcalá Galiano. Según José R. Barreiro allí viven con una cierta altivez, consecuencia de que tienen a gala ser liberales. Álava recibe ayuda de Wellington y todos reciben ayuda económica del gobierno inglés. Alcalá Galiano escribe, como también lo hacen Urcullu y Villanueva; otros dan clases particulares, frabrican chocolate (Oliván, Iriarte, Vicuña), zapatos, velos, collares y otros adornos, polvos dentríficos... Cuando se produzca la amanistía de 1832 estarán listos, muchos de ellos, para el otro gran combate: la primera guerra carlista que desangrará a media España.
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