Llano Amarillo o valle de Ketama |
En la carretera de Melilla a Tetuán, casi a mitad de camino, hay un valle entre las montañas del Rif, cerca de la actual ciudad de Issaguen. La latitud permite pensar en calor sofocante durante el verano, pero las nevadas también se dejan ver en el invierto por la altura. Entre primeros y mediados del mes de julio de 1936 tuvieron lugar en el Llano Amarillo unas maniobras militares de las que tuvo perfecto conocimiento el Gobierno de la II República española, pero las autorizó porque consideró que tenía la situación controlada ante los contínuos rumores de un golpe de estado por parte de algunos militares.
El leal Álvarez Buylla, Comisario en Marruecos, se sorprendió cuando vio el tipo de maniobras que se estaban llevando en el Llano Amarillo: indígenas marroquíes, legionarios españoles, soldados regulares, caballeria, artillería... Entre la tropa había de todo: partidarios de la Falange y partidarios de la República, entre otras opciones; en total unos veinte mil movilizados. Álvarez Buylla se había puesto en contacto con el Presidente del Gobierno, Casares Quiroga, exponiéndole que ni las circunstancias políticas ni la estación del año eran propicias para aquellas maniobras, máxime con el alarde de personal que representaban, lo que a su vez implicaba un gasto enorme en recursos. Casares Quiroga, aunque informado de los movimientos de sables en los cuarteles, creyó tener la situación controlada y permitió las maniobras.
Todo fue un ensayo para, unos días después, lanzarse con ayuda de la aviación alemana contra la península e intentar un golpe de estado que fracasaría, iniciándose así una guerra civil de la que se ha escrito hasta la saciedad. Después de las maniobras del Llano Amarillo se celebró un banquete en el que los militares conjurados gritaban: ¡café, café! a mitad de la comida. Se trataba de gritar "Camaradas, Arriba, Falange Española", un partido que había obtenido unos irrisorios resultados en las últimas elecciones a Cortes.
Álvarez Buylla, que ya había participado en el intento golpista de diciembre de 1930 contra la dictatura primorriverista, fue fusilado por los sublevados en 1937, después de haber sido detenido por aquellos que participaron en las maniobras del Llano Amarillo: Yagüe y compañía. También Gómez Morato fue detenido en Melilla y juzgado en 1940, condenado a varios años de cárcel por no haberse sumado a la sublevación, fue puesto en libertad más tarde y murió en 1952.
Las investigaciones avanzan en la idea de que el Gobierno de la II República fue débil con los militares, sobre todo con aquellos que había desplazado a puntos que se consideraban apartados: nada apartadas estaban las islas Canarias del Marruecos español, de donde partió el contingente más preparado y la punta de lanza de la sublevación. El destino de Mola estaba a caballo entre Castilla, las provincias vascas y Cataluña; Fanjul -que se levantó- estaba en Madrid, Goded en Baleares, a un tiro de piedra de Cataluña. La falta de medidas por parte del Gobierno republicano en los meses anteriores a la sublevación fue la condenación del régimen democrático. ¿Se habría anticipado la guerra con medidas represivas contra los militares sospechosos? ¿No hubo ninguna inteligencia capaz de tomar las decisiones que más convenían para la paz? Lo que parece claro es que la figura de Casares Quiroga no fue la mejor opción para el momento histórico que vivía España.
Todo fue un ensayo para, unos días después, lanzarse con ayuda de la aviación alemana contra la península e intentar un golpe de estado que fracasaría, iniciándose así una guerra civil de la que se ha escrito hasta la saciedad. Después de las maniobras del Llano Amarillo se celebró un banquete en el que los militares conjurados gritaban: ¡café, café! a mitad de la comida. Se trataba de gritar "Camaradas, Arriba, Falange Española", un partido que había obtenido unos irrisorios resultados en las últimas elecciones a Cortes.
Álvarez Buylla, que ya había participado en el intento golpista de diciembre de 1930 contra la dictatura primorriverista, fue fusilado por los sublevados en 1937, después de haber sido detenido por aquellos que participaron en las maniobras del Llano Amarillo: Yagüe y compañía. También Gómez Morato fue detenido en Melilla y juzgado en 1940, condenado a varios años de cárcel por no haberse sumado a la sublevación, fue puesto en libertad más tarde y murió en 1952.
Las investigaciones avanzan en la idea de que el Gobierno de la II República fue débil con los militares, sobre todo con aquellos que había desplazado a puntos que se consideraban apartados: nada apartadas estaban las islas Canarias del Marruecos español, de donde partió el contingente más preparado y la punta de lanza de la sublevación. El destino de Mola estaba a caballo entre Castilla, las provincias vascas y Cataluña; Fanjul -que se levantó- estaba en Madrid, Goded en Baleares, a un tiro de piedra de Cataluña. La falta de medidas por parte del Gobierno republicano en los meses anteriores a la sublevación fue la condenación del régimen democrático. ¿Se habría anticipado la guerra con medidas represivas contra los militares sospechosos? ¿No hubo ninguna inteligencia capaz de tomar las decisiones que más convenían para la paz? Lo que parece claro es que la figura de Casares Quiroga no fue la mejor opción para el momento histórico que vivía España.
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