El nuncio Giustiniani, que era un retrógrado de tomo y lomo, dirigió una carta al Secretario de Estado (Ministro de Asuntos Exteriores) del Vaticano el día 17 de marzo de 1820, poco después de que se reinstaurase en España un régimen liberal y la Constitución de 1812.
Tal fue la preocupación en los círuclos papales por la situación española que se crearía una "Congregación Especial para Asuntos Eclesiásticos de España" por parte de la Iglesia. La cuestión que ahora plantea el nuncio Giustiniani al Secretario de Estado, el cardenal Consalvi, es la abolición de la Inquisición como tribunal que había cometido tantos crímenes, desmanes y desafueros desde finales del siglo XV y no solo en España.
Comienza el nuncio diciendo que faltaría a la obligación de mi ministerio si ocultara que en la efervescencia en que se encuentran actualmente los espíritus, habitualmente ya exacerbados contra la Inquisición, sufriría seguramente la Santa Sede, y por lo tanto la Religión, si se intentase su defensa. Aquí la primera confusión interesada: una cosa es la Santa Sede, la Iglesia, y otra la religión, pues la Iglesia católica no tiene el monopolio de la espiritualidad del género humano, aunque así lo haya querido dejar ver e imponer a lo largo de los siglos. A principios del siglo XIX había en Europa muchos cristianos que no eran católicos; no solo los luteranos, sino los calvinistas, zwinglianos, cristianos de rito griego, etc. Fuera de Europa los coptos...
Por otra parte -sigue diciendo Giustiniani- yo, que he tenido la oportunidad de conocer de cerca el funcionamiento de la organización y el sistema de este Tribunal en España, confieso, escuetamente, que tanto una como otra no eran dignos de alabanza y que actualmente se parecía más a una 'Inquisición política de Estado' que aquella a la que debería asemejarse según sus principios y su institución. En efecto, la Inquisición española no era ya ni la sombra de lo que había sido en los siglos XVI y XVII, cuando quemaba vivos a todos los que consideraba herejes sin dar tan siquiera la oportunidad de que se defendiesen con unas mínimas garantías. Que la Inquisición no era digna "de alabanza" no lo decía Giustiniani en el mismo sentido que un reo de la misma unas décadas antes o un liberal coetáneo. Por otra parte la Inquisición española siempre fue un instrumento del Estado (cuyos intereses se confundían con los de la Iglesia) desde que fue fundada por los Reyes Católicos.
Pio VII en 1819 |
No dejé de hacer sobre este particular, hace tiempo, algunas ingenuas observaciones al Inquisidor General, mostrándole cuanto era necesario moderar incluso la apariencia exterior de algunas prácticas muy acordes a los tiempos, y sobre todo abstenerse absolutamente de materias políticas. Vuestra Eminencia reconocerá como por tal motivo la causa de la Inquisición empeorará por completo, y se volverá más difícil de manejar y más peligrosa su tutela. El último inquisidor general, que lo era en el momento en que escribe esta carta Giustiniani, el obispo de Tarazona, Jerónimo Castejón y Salas, no actuaba ya según las antiguas pautas, y por lo tanto no servía a los intereses de Roma. El mismo Giustiniani dice en este párrafo "se volverá más difícil de manejar", porque de eso se trataba, de manejar la Inquisición al servicio de la Iglesia, no precisamente de la religión. La hipocresía raya todo límite cuando dice "era necesario moderar... la apariencia exterior de algunas prácticas...".
La misma independencia de Roma, que ostentaban siempre los inquisidores y, por otra parte, su servil deferencia a los intereses del gobierno, fueron un cultivo continuo de amarguras y sinsabores con la Nunciatura y con la Sede Apostólica, de tal modo que tuvieron que luchar repetidas veces contra la Inquisición, que pretendía censurar y calificar como heréticas obras ortodoxas de los prelados más insignes y doctos de la Iglesia. Lo que no dependa de Roma, malo; lo que dependa del Gobierno, sobre todo si es liberal, peor. Cuando el nuncio habla de "amarguras y sinsabores" ¿pensaba en las que padecieron las víctimas de la Inquisición? A tenor de su carta es una expresión retórica para referirse al nuncio y al papa.
Un Tribunal que no reconocía los orígnes de los cuales partía, que negaba su sujeción a quien solo podía crearlo, que se encontraba a merced del poder temporal, debía, sin lugar a dudas, degenerar y exponerse a la funesta crisis en la cual ha acabado. La Inquisición española -huelga recordarlo- es decisión de los Reyes Católicos, si bien con la "Delegación Apostólica" del papa. Decir que la Iglesia es la única que podía crear la Inquisición es negar la historia, y hacer referencia al poder temporal es de un cinismo extremo, pues era mediante dicho poder temporal como la Iglesia se inmiscuía en la política de los gobiernos. ¿O es que la Inquisición fue un instrumento espiritual de la Iglesia? La crisis de la Inquisición es a la que le llevaron los tiempos, que no eran ya los que Giustiniani añoraba.
... la abolición del Santo Oficio no compromete, por tanto, al menos aparentemente por ahora, la pureza de la fe católica. Cabría decir por nuestra parte que cuando comprometió la Inquisición la pureza de la fe fue en los siglos XVI y siguientes; por eso surgieron reformadores que apartaron a media Europa de la obediencia romana. Los Tribunales de la Inquisición de España y Portugal o merecen ser reformados o es mejor que no existan. Se han declarado independientes de Roma, se mezclan en asuntos políticos, sirven de instrumentos a las Cortes, y a los ministerios y protegen a los jansenistas y a los llamados teólogos regalistas. Yo llamé a los inquisidores de Portugal... 'persecutores Catholicae veritatis', añade Giustiniani.
En la medida en que la Inquisición ya no era cruel, ya no estaba bajo el control de la Iglesia, ya no podía prohibir la publicación de libros, condicionar las conciencias, tapar la boca al disidente, ya no interesaba. Los gobiernos liberales hicieron el resto, e incluso el absolutista Fernando VII, cuando recuperó el poder en 1823, no restituyó la inquisición en los diez años de reinado que le quedaban. Giustiniani no había comprendido los tiempos y se había quedado anticuado en su celo eclesiástico, que no religioso. Acusar a la Inquisición de mezclarse en asuntos políticos... ¿que ha hecho la Iglesia -legítimamente- desde siempre?
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