Paisaje del Jura |
En su obra De bello Galico, Julio César habla también de los latobrigos, boyos, noricos, alóbroges, centrones, gravocelos, caturiges, voconcios y otros. César señala que los helvecios aventajan en valor a otros galos, nombre que los romanos dieron a unos celtas a falta de mayor precisión sobre quienes eran dichos celtas. El Rin separaba a los helvecios de los secuanos, siendo caudillo de los primeros Ortegóride. "Este -dice César-, ... llevado a la ambición de reinar, ganó a la nobleza y persuadió al pueblo 'a salir de su patria con todo lo que tenían; diciendo que les era muy fácil, por la ventaja que hacían a todos en fuerzas, señorearse de toda la Galia'.
Así pues Ortegóride concertó a los suyos para hacer acopio de todo lo necesario: acémilas, carros y haciendo sementeras copiosísimas para estar bien provistos de trigo en el viaje. Ortegóride persuadió al secuano Castice, pueblo que estaba a bien con Roma (el monte Jura los separaba de los germanos); y así hizo con el eduo Dumnórige. Pero muchos helvecios no estaban por correr tantos riesgos con resultado incierto, por lo que decidieron juzgar a Ortegóride, que -dice César- "había de ser quemado vivo". Ortegóride compareció en juicio, acompañado de toda su familia (se entiende que en un sentido amplio), que acudió de todas partes en número de diez mil personas (clara exageración del autor). Con la intervención del caudillo ante los jueces fue liberado, lo que exasperó a muchos, que se organizaron para darle muerte, "no sin sospecha en opinión de los helvecios, de que se dio él a sí mismo la muerte".
Pero ello no evitó que otros siguiesen con el proyecto de extender los dominios de los helvecios más allá de sus tierras originales, por lo que pusieron fuego a todas sus ciudades y a cuatrocientas aldeas; quemaron todo el grano, salvo el que podían llevar consigo, para que perdida la esperanza de volver a su patria, estuviesen más prontos a todos los trances. Cada uno se proveyó de harina para tres meses, indujeron a sus vecinos los rauracos, los tulingos y los latobrigos para que les siguiesen; así mismo a los boyos de Baviera, en la otra parte del Rin, sitiando a los noricos, a los cuales unieron a su causa.
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Solo quedaba el camino en manos de los secuanos, por lo que tuvieron que mandar legados para negociar con ellos. Como la gestión no dio resultado recabaron la mediación del eduo Dumnórige, consiguiendo éste el permiso. De todo ello es avisado César, que hizo llegar de Italia dos legiones, otras tres que invernaban en Aquileia y otras cinco que tuvieron que atravesar los Alpes. Estas legiones se opusieron al paso de los centrones, gravocelos y caturiges; atacó luego a los voconcios, al otro lado de los Alpes desde Italia, y desde allí se dirige el encuentro de los alóbroges y seguisanos al otro lado del Ródano (es decir, a la derecha en el sentido de su marcha).
Los helvecios iban por el camino de los secuanos y de los eduos, pero éstos mandan aviso a César para que les socorra (todo ello según César).También se quejan los ambarros y los alóbroges, con lo que el general romano aparece más que como un conquistador, como un libertador de pueblos galos contra los helvecios y sus aliados.
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