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La iglesia de Santa María se construyó, en parte, con las rentas del gremio de mareantes |
En la Pontevedra del siglo XVI el gremio de mareantes alcanzó gran notoriedad. Juan Juega Puig, entre otros, ha estudiado este asunto e ilustra bien la jurisdicción que logró para sí dicho gremio, en una época de privilegios y exclusiones para la actividad económica. "El deslinde de la ría de Aldán con los mareantes de Cangas data de 1501", señala el autor citado. Dicha jurisdicción abarcaba, en la costa, "desde los Tranqueiros de Aguiño hasta las Estelas de Baiona", en la que el gremio de mareantes de Pontevedra ejercía su autoridad. (Aguiño en la costa suroccidental de la actual provincia de A Coruña y Baiona cerca del extremo suroccidental de la de Pontevedra).
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Arte del xeito |
Pero si los mareantes tienen este poder es por dos razones: la primera porque el arzobispo de Santiago se lo da, y la segunda porque el gremio constituye una fuente de ingresos extraordinaria para la villa de Pontevedra, entonces la más poblada de Galicia, incluídas las ciudades con obispado. El arzobispo, por su parte, va a recibir su cuota no pequeña. Las primeras ordenanzas de mareantes conocidas -seguimos a Juan Juega- son de 1523, renovándose luego para adaptarse en 1531 y en varios años más hasta 1596, pareciendo que estas últimas no llegaron a ser efectivas. El principal objetivo de las ordenanzas será limitar al máximo la actividad de los "xeitos", que eran muy utilizados en la ría como arte de pesca para la captura de la sardina. Consiste en extender la red dejándola en el agua para que las sardinas queden atrapadas. El cerco, por su parte, consistía en rodear con la red la zonda donde se pretendía pescar, sujetando los extremos de aquella a la proa y a la popa de la embarcación. Durante el siglo XVII decayó su uso.
La comunidad de intereses entre arzobispos de Santiago y mareantes no evitará los pleitos entre ambas partes: los segundos eran conscientes de que el trabajo dependía de ellos, y el primero era ducho -como en todo momento la Iglesia- en pleitear por el más pequeño motivo. Pero los pleitos no se limitaron a las dos partes indicadas, sino que el gremio de mareantes de Pontevedra también tuvo diferencias con los pescadores de Portonovo, particularmente en los años 1569, 1582 y 1594, "cuando la lucha entre los cercos y los 'xeitos' alcance su mayor virulencia". El problema es que los 'xeitos" fueron aumentando en número y ocupaban toda la ría, haciendo que las capturas por medio de cercos disminuyese. Así lo vio Melchor de Teves Brito, corregidor de Pontevedra en los pocos años en que la villa fue de realengo. La Real Audencia de Galicia, poco después, fue de la misma opinión, llegándose a plantear que a finales del siglo XVI la floreciente pesca pontevedresa dependía de ganar o de perder en esta disputa. Ya entonces se sabía que la ría no era capaz de soportar una explotación con las dos artes de pesca.
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Arte del cerco |
Lo cierto es que "los cercos, siempre poco numerosos y, por lo tanto, facilmente fiscalizables, fueron privilegiados frente a las restantes artes pequeras. De ahí que todos los informes realizados por los funcionarios de la Corona fuesen favorables a ellos". Pero los 'xeitos' no desaparecieron, como si un instinto de supervivencia hiciese que sus usuarios se resistiesen, sabiendo que la ría, más allá de jurisdicciones conseguidas de una forma u otra, era de aprovechamiento común. La preferencia por las artes menores -dice Juan Juega- iría acompañada de un desplazamiento poblacional desde las grandes villas hacia los pequeños puertos. Un privilegio arzobispal se había convertido en un arma de doble filo. El abandono del barrio de la Moureira, en Pontevedra, coincide con el aumento de vecinos en poblaciones como Portonovo.
Pero entonces los mareantes pontevedreses se desplazarán a esos puertos, produciéndose un cambio de estrategia. El autor al que glosamos aporta los datos siguientes en relación al uso del cerco: en el año 1526, ocho; hasta 13 en 1550; 15 en 1574; para descendeer a 1 en 1608. La guerra con Portugal por su independencia de la monarquía española, que en Galicia y otros puntos se extendió hasta los años sesenta del siglo XVII, supuso un abandono total del cerco como arte de pesca.
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