martes, 14 de febrero de 2012

Los rarámuris



"Antigua y Medieval" ha publicado una información sobre las investigaciones llevadas a cabo en Chihuahua, México, entre la comunidad tarahumara, llamándose sus miembros a sí mismos rarámuris. La belleza de algunos de los párrafos contenidos en dicha información me anima a ponerlos aquí:

Un día Dios y su hermano mayor, el Diablo, estaban sentados juntos hablando y decidieron ver quiénes podían crear humanos. Dios tomó barro puro mientras que el Diablo mezcló su barro con cenizas blancas y empezaron a formar algunas figurillas. Cuando los muñecos estuvieron listos, los quemaron para que se endurecieran. Las figuras de Dios eran más oscuras que las del Diablo. Eran los rarámuris, mientras que los del Diablo eran chabochis.

Entonces decidieron ver quién podía dar vida a las figuras. Dios sopló su aliento en sus muñecos e inmediatamente tuvieron vida, pero el Diablo, a pesar de soplar, no tuvo éxito. Se volvió hacia Dios y le preguntó: "¿Cómo hiciste eso?", de manera que Dios le enseñó cómo darle almas a sus creaciones.

Esta es una de las historias de los rarámuris que ha recogido en su obra el antropólogo William Merrill, interesado en la cultura tarahumara. En Sierra Tarahumara, en el municipio de Rejogochi, descubrió el "alma tarahumara". De acuerdo con este antropólogo -sigue informando "Antigua y Medieval"- el concepto de alma es fundamental en la visión del mundo rarámuri porque todas las explicaciones para sus acciones y estados físicos, mentales y emocionales están apoyados finalmente en sus teorías sobre la naturaleza y actividad de las almas.

Los rarámuris creen que si el cuerpo es lastimado, el bienestar y seguridad de las almas se pone en peligro, y si las almas son negligentes o abandonan el cuerpo, la persona se enfermará y morirá. Carlos Montemayor, por su parte, escribió que los tarahumaras se designan a sí mismos rarámuris (rará, que significa pie; muri, que significa correr, es decir, el que corre a pie), y que su condición, su identidad, su memoria y su pensamiento están ligados a este vocablo; y solo cuando hablan en español utilizan el término tarahumara (que alude a la rapidez de los corredores). Este autor ("Los tarahumaras: pueblo de estrellas y barrancas", Aldus, 1995) estudió escritos de los rarámuris, entre ellos los que hablan sobre la habilidad que tienen para correr y para resistir largas caminatas. También estudió el aislamiento de los rarámuris y su marcado carácter de autosuficiencia, algo que ha permitido que su experiencia con el mundo occidental sea complicada.

A los tarahumaras los conoció Antonin Artaud antes de 1936, cuando estuvo en México entre estas comunidades: El mal, para ellos, no consiste en el pecado, que no existe: el mal es la pérdida de la consciencia. Tienen un alto sentido de la justicia; buscan la reparación del daño, la restitución y el reconocimiento de las obligaciones, más que los castigos o las condenas por un delito. La cosmovisión rarámuri les hace bailar para Dios, porque tienen un compromiso con él.

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