viernes, 4 de mayo de 2012

Tres obras de Diego de Siloé

Aunque Diego de Siloé, igual que su padre Gil de Siloé, destacaron más como arquitectos, estas tres obras del primero son una buena muestra de la calidad plástica que había alcanzado el renacimiento español incluso en una época temprana (siempre relativamente, pues es más tardío que el italiano). Diego de Siloé nació a finales del silgo XV, y aunque en algunas obras de arquitectura (la Escalera dorada de la catedral de Burgos) se muestra deudor del gótico, en escultura es plenamente renacentista. Murió bien avanzado el siglo XVI (1563) lo que unido a la oportunidad que tuvo de estar en Nápoles (1517) le permitió asimilar el gusto italiano de la época. Debe tenerse en cuenta que la presencia catalano-aragonesa en Nápoles se remonta al reinado de Alfonso V "el Magnánimo"; luego Nápoles estará vinculado a la monarquía española de los Austrias y no es extraño ver a artistas españoles recibiendo su influencia, como así mismo la flamenca o borgoñona.

Entre los siglos XV y XVI Burgos, Granada, Sevilla, Barcelona, Toledo, Ávila, Santiago de Compostela, entre otras ciudades, son centros artísticos importantes (hay diferencias entre ellos) y no es extraño, entonces, ver a Diego de Siloé trabajando en Burgos, donde esculpe para la catedral la "virgen con el niño" en mármol (abajo) bajo una arcada de medio punto y sendas pilastras clásicas a cada lado.


Es característica en éste autor la composición cerrada, sobre todo con los temas iconográficos que aquí tratamos, como si quisiese recoger a los personajes en un haz que les uniese, con lo que ello tiene de simbolismo. La inclinación de la madre sobre el hijo, con el vuelo del abultado manto, forman casi una semicircunferencia. Las formas son rotundas, una característica de algunas obras de Siloé, con cuerpos macizos y fuertes, dando una sensación de firmeza. Aquí la escena está flanqueada por cuatro ángeles, pero el autor rompe con la simetría artificiosa del gótico situando a uno de ellos bajo la virgen, casi aplastado. El niño se acerca cariñosamete a su madre, que ha dejado por un momento el libro (alusión, como podemos ver en otras obras del renacimiento, a la sabiduría de la virgen, como intercesora entre los hombres y Dios).



La misma rotundidad y "redondez" vemos en la composición cerrada de la talla en madera (arriba) de su "sagrada familia", que se encuentra en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. El niño, de anatomía robusta, está representado en contraposto, mostrando Siloé el pintoresquismo que vemos en otras obras del renacimiento: Juan parece oferecerle un cuenco con frutas y el niño se aparta jugando y sonriendo. Aquí cabe concebir las tres diagonales que forman el niño, la madre y Juan en contraposición a la que, en sentido opuesto, presenta José, que se asoma, avejentado (como era normal representarlo) en actitud secundaria. El tratamiento de los cabellos y de la barba ya son lo suficientemente naturalistas como para que podamos hablar de plenitud del renacimiento.


También un semicírculo parece describirse desde la espalda de la virgen hasta la peana en la que se apoya el niño (compárese con lo dicho en los anteriores ejemplos). La madre siempre se inclina sobre su hijo, que se deja abrazar, juega o se apoya en cada caso; lo importante es dar sesnsación de movimiento, huyendo del hieratismo que había representado el arte medieval (la escultura gótica, que había conquistado cierto movimiento, estuvo muy supeditada todavía a la arquitectura, constreñida a hornacinas y nichos). En los tres casos, también, se trata de relieves, pero en los dos últimos, las tallas son en madera (cruda en la "sagrada familia" y policromada en esta última) (1). Sus dimensiones son 121 por 58 cm. y formó parte de la silla prioral del monasterio de San Jerónimo, en Granada.

En esta última obra es más acusada la protección de la madre. Sobre las figuras hay grutescos con dos dragones alados y, en medio, una concha, elemento éste decorativo que también vemos en el relieve de mármol. Volviendo a la "virgen con el niño" de Granada la elegancia y suavidad de la talla conseguida por Siloé le sitúan en la cima de la escultura de su época, así como la calidad de los plegados, claramente clásicos. Más que en los otros dos casos, por tratarse de una escultura de cuerpo entero, las proporciones clásicas son más evidentes.
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(1) En una restauración se han descubierto restos de pintura verde y dorada en los dragones y dorada en una parte del manto de la virgen.

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