jueves, 3 de mayo de 2012

Felipe Bigarny, escultor (y 4)

Virgen con niño que forma parte del sepulcro del obispo Diego de Avellaneda. La fotografía está obtenida al revés: ver abajo.
Para ver otras partes del sepulcro: 
http://www.españaescultura.es/es/obras_de_excelencia/museo_nacional_colegio_de_san_gregorio/sepulcro_del_obispo_diego_de_avellaneda_ce0268.html .

El conjunto de la obra (un sepulcro) es de una gran complejidad, en la que el obispo orante está en un nicho bajo un gran arco, acompañado de otros personajes. El material es alabastro y jaspe, aquel empleado también por Vasco de la Zarza en varias de sus obras. Toda la obra presenta un gran detallismo ornamental, correspondiéndose con la primera mitad del siglo XVI. Iconológicamente la virgen está aquí con un libro abierto, como fuente de sabiduría, cualidad que en muchas ocasiones se ha atribuido a la virgen María durante la edad media, el renacimeinto y el barroco.

La comunicación entre madre e hijo ya se había logrado en la escultura gótica, pero el pintoresquismo de esta escena es más propia del renacimiento, en la que el niño toca la cara a su madre en un ligero contraposto: el cuerpo del niño parece dirigierse hacia la derecha mientras que la cara se vuelve hacia la izquierda. La composición es circular, concebida para ser inscrita la obra en un tondo, algo muy común en el renacimiento. En general toda la escena inspira serenidad y humanidad, lejos de los dramatismos de la edad media (y lejos de las exageraciones barrocas). Esta obra debe inscribirse claramente -como el sepulcro del que forma parte- en el renacimiento:  el ropaje adherido al cuerpo del niño recuerda la técnica de los "paños mojados" de en la antigua Grecia (particularmente Fidias y en época helenística). La ampulosidad de los ropajes en el caso de la virgen es propia de éste autor (véanse algunas obras comentadas en los capítulos 1, 2 y 3 de "Felipe Bigarny, escultor"). No se llega en cambio a las espectaculares formas del barroco, donde las luces y las sombras (entrantes y salientes de los pliegues) se exageran al máximo. Estamos ante una obra que obedece a los cánones renacentistas, siendo la temática religiosa, como corresponde a casi toda la escultura de la época en España. Las mismas proporciones son clásicas, huyendo de la estilización gótica.

Diego de Avellaneda fue obispo de Tui entre 1526 y 1537; era natural de Aranda de duero, de familia noble. Perteneció al Real Consejo, fue Presidente del Real de Navarra y de la Chancillería de Granada (1530). Estableció un registro de bautizados en las parroquias, en lo que se anticipó a lo que luego obligaría el Concilio de Trento. Ausente de Tui (en Navarra) gobernó el obispado por medio de un provisor, el licenciado don Alonso de Peñaranda, pero estuvo presente en Tui en 1528. Hizo un libro tumbo de todas las haciendas y temporalidades de la mitra; también un apeo "por información de testigos de todos los beneficios de la diócesis que eran de patronato rreal del obispo..." (1528). Estableció en Tui cátedras de latinidad, canto llano, contrapuntos y canto de órgano. Tuvo un litigio con el arcediano de Miñor sobe luctuosas de la colegiata de Baiona. El provisisor sentenció en favor del obispo (1528). (Información obtenida del libro de Ávila y la Cueva, "Historia civil y eclesiástica de la ciudad de Tuy y su obispado", tomo IV). 

El sepulcro y en la parte superior la imagen de virgen y niño


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