Con esta frase se despachó Sánchez Guerra cuando el rey Alfonso XIII
vetó a Burgos y Mazo en el gobierno que aquel le presentó y le quiso
imponer a Romanones y a García Prieto. El furibundo Sánchez Guerra no lo
aceptó y los amigos del rey no pudieron formar gobierno por mucho que
lo intentaron; vinieron las elecciones municipales de abril de 1931 y ya
sabemos que nació na II República española.
Sobre esta República han caído acusaciones tan falaces como injustas.
Fueron los viejos políticos de la Restauración y de la dictadura de
Primo los que abandonaron al rey a su suerte, de forma que la República
se encontró con un vacío de poder que no hizo otra cosa que oucupar
patrióticamente, no como acabaría, por obra de una pandilla de
criminales. Ya Gabino Bugallal quiso salvar jurídicamente al rey de sus
responsabilidades en la dictadura; luego Santiago Alba pidió que se
volviese a la Constitución de 1876 que el rey había violado, al tiempo
que pronunciaba un discurso en el que decía "no más servir a señores que
en gusanos se convierten" (1), de lo que Gregorio Marañón se alegró:
"como republicano, salgo contento", dijo. Cuando Berenguer (miembro de
la casa real) quiso arreglar las cosas, casi todos los partidos
anunciaron que no acudirían a las urnas, y entonces el rey, tragándose
aquellas palabras, encargó formar gobierno a Santiago Alba, que no
aceptó.
Propuso entonces formar gobierno a Sánchez Guerra (así empezábamos éste
artículo) y tampoco éste aceptó, a pesar de que se obligó al rey -y éste
lo hizo- a aceptar por escrito la suspensión de las prerrogativas
regias hasta que unas Cortes aprobasen una nueva Constitución, lo que
era mucho para el "rey soldado" que había sido. Antes, el propio Sánchez
Guerra visitó la cárcel para ofrecer carteras ministeriales a los que
serían luego miembros del gobierno provisional republicano, que estaban
presos por el intento de Jaca, lo que los republicanos no aceptaron. "Es
conveniente -dijo entonces Sánchez Guerra- buscar la legitimación de lo
que venga...". Lo que vino fue una República a la que asesinaron los
terratenientes, los banqueros, los obispos y unos militares que, a falta
de mayor preparación, habían empleado buena parte de su tiempo en
saquear el Rif en favor de unos pocos empresarios desaprensivos.
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(1) Es una frase de una obra del Duque de Rivas.
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