domingo, 6 de mayo de 2012

Un encuentro grandioso

¿Quien puede imaginar a dos genios como Leonardo y Miguel Ángel pintando sendas paredes del Salón de los Quinientos a principios del siglo XVI y al mismo tiempo? Temperamentos tan distintos, estilos tan distintos también, vidas distintas aunque reconocidos siempre; uno polifacético; el otro dedicado a todas las artes. 

En 1503 se les encargó la decoración del Salón de los Quinientos, en el Palazzo Vechio de Florencia. Como es sabido, Leonardo eligió una escena de la batalla de Anghiari (1440), que enfrentó a florentinos y milaneses, resultando favorable a aquellos. Miguel Ángel eligió un episodio de la batalla de Cascina, ocurrida en 1364 y que enfrentó a soldados florentinos y pisanos, cuando estos sorprendieron a aquellos bañándose en el río Arno. El encargo puso como condición que tenían que ser batallas y el formato monumental: 17 metros de largo por 7 de alto. 

Copia hecha por Rubens en 1603 de la obra de Leonardo a partir de un grabado (Louvre)
 En la mente del comitente, y de los dos artistas, estuvo recrear el pasado glorioso de Florencia, que se encontraba a principios del siglo XVI en la cumbre de su importancia artística. Florencia vence a los milaneses y había sido atacada por los pisanos. La obra de Leonardo es de 1505, pero está perdida (1), y sobre ella pintó décadas más tarde Vasari su "batalla de Sannagallo". Lo que conservamos es una copia de Rubens que, aunque haya puesto algo de su parte (la interpretación de un pintor barroco) podría haber sido bastante leal a la obra de Leonardo, en cuyo caso vemos la furia, el movimiento y la fuerza que imprimió a la lucha. Jinetes y caballos se retuercen, uno de ellos en apurado escorzo; los caballos (también en escorzo) muestran un brío y una fortaleza extraordinarios; dos soldados ya se encuentran en el suelo, uno de ellos todavía escudándose pero el otro aplastado bajo las patas. Otro jinete en el centro hace chocar la cabeza de su caballo con el de la derecha, pareciendo que oímos los relinchos, el ruido de los sables, el brillar de los yelmos. Ropajes movidos por el viento o por la furia, rostros temerosos... todo invita a pensar en una visión realmente apasionada de Leonardo. 

Detalle de la obra de Rubens
El carácter agónico de la composición y los músculos tensos nos invitan a pensar en el mundo grego-helenístico, mientras que la obra de Miguel Ángel, anunciando lo que en él será norma posteriormente, vemos que las anatomías están ya marcadas, aunque se trata de una escena en la que todavía no ha empezado la lucha (la imagen de abajo representa la parte central de la obra). 

Parte central de la "batalla de Cascina"
De todas formas el desnudo es clásico, el movimiento anuncia ya lo que será la obra de un Miguel Ángel más maduro (entonces contada con unos treinta años); no deja de representar escorzos: personajes que se inclinan hacia el río o que salen de él. Unos y otros se amontonan, parece como si intuyeran que el enemigo acechaba y pronto empezaría la lucha. 

Detalle de la obra anterior
En ésta obra de Miguel Ángel ya se aprecia el manierismo por la voluptuosidad de las formas, por el volumen de las figuras, por la distorsión de los músculos. Ya no están aquí la serenidad y proporciones clásicas; aquí tenemos ya el camino que emprende un genio separándose de las normas "respetadas" durante todo el siglo XV. 

Por lo menos en el caso de Leonardo éste pintó primero sobre cartón para luego llevar el dibujo al muro. Para él representaba una dificultad la técnica del fresco, pues exige pintar con cierta rapidez, antes de que se seque el muro humedecido. Para Miguel Ángel no. Por eso Leonardo estuvo siempre experimentando otras técnicas que -al no dar el resultado deseado- resultaron un fracaso. La que ensayó aquí fue el encausto, conocido ya en la antigua Grecia y en Roma: se utiliza cera como aglutinante de los pigmentos, lo que da una mezcla densa que, una vez aplicada a la pared, ha de ser cubierta con cera caliente para, con un trapo de textura suave, dar el acabado a la obra puliéndola. Luego ha de calentarse la pared, pero como el resultado no fue el apetecido abandonó el encargo. De ahí que Vasari no tuviese inconveniente, más tarde, en pintar sobre la obra de Leonardo. 

Está documentado que entre los ayudantes de Leonardo hubo un español, quizá Hernando de los Llanos, pues la cara de un soldado de la "batalla de Anghiari" es la misma que la de otro en una tabla donde representa el español una "Resurrección" (2).

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(1)La discusión sobre el posible redescubrimiento de la obra de Leonardo, bajo la de Vasari, se puede ver en http://www.abc.es/20120312/cultura-arte/abci-leonardo-vinci-vasari-201203121336.html . Vasari dio a su copia el nombre de "batalla del estandarte".
(2) Es una obra monumental que se encuentra en el altar mayor de la catedral de Valencia.

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