"El bautismo de Cristo" |
El soporte de esta obra es una tabla y las técnicas utilizadas por sus autores temple y óleo. Verrocchio, ante todo escultor, también destacó como pintor, aunque según G. Vasari sufrió una decepción cuando vio que la parte del cuadro realizada por su discípulo Leonardo era de más calidad que la suya. De todas formas Vasari escribe sus biografías en pleno siglo XVI, por lo tanto bastante más tarde que cuando se pintó esta obra (1472-1475). Parece que también intervino en la obra Botticelli, siendo sus dimensiones 1,77 metros por 1,51 (por lo tanto de mediano formato) y la temática es religiosa.
Estamos en la segunda mitad del siglo XV (quattrocento italiano) y Verrocchio ya tiene un taller afamado en Florencia, que en ese momento es una suerte de capital artística de Italia. La familia Medici y otras que le disputaron el poder, competían también en contratar a los más importantes artistas para engrandecer su prestigio y, en ocasiones, porque se trataba de personas cultas, que admiraban la recuperación que se estaba haciendo de un arte olvidado durante buena parte de la Edad Media.
Sin entrar en profundidades sobre el debate historiográfico acerca de si el renacimiento es una ruptura radical con la edad media, lo que hoy está superado, lo cierto es que las obras teóricas de algunos artistas (Alberti por poner un ejemplo), las colecciones de obras antiguas y la observación de estas por arquitectos, escultores y pintores, llevó a una auténtica renovación del arte, más imporante aún, quizá, que lo que significó el tránsito de la plástica románica a la gótica.
Italia estaba dividida políticamente, lo que también contribuyó a una cierta competición entre las diversas casas nobles por atraerse a los más famosos artistas y demostrar con ello su prestigio y el gusto por el arte: de Florencia fueron competidoras Milán, Siena, Mantua, la Roma de los papas, Venecia algo más tarde y otras ciudades italianas. Fuera de Italia destaca Flandes, sobre todo hablando de pintura, y no tardará buena parte de Europa en incorporarse a ese renacer de la antigüedad clásica que se había iniciado en Italia.
Aunque ya se han superado ciertos convencionalismos medievales, como la rigidez o la sobreabundancia de símbolos religiosos, aún perduran algunos elementos que restan naturalismo a la escena (aspiración permanente en la pintura y el arte renacentistas). Ello no es extraño, pues se trata de un tema religioso, una obra probablemente de encargo, que debe ser realizada de acuerdo con algunas tradiciones: la paloma como símbolo del espiritu santo y las manos de Dios asomando en la parte superior del cuadro. La composición reserva la parte central para Cristo, y la menor altura de los ángeles, al estar arrodillados, es completada con una palmera en relación a la altura de Juan el bautista.
De todas formas los personajes principales no están idealizados: sus rostros reflejan la edad que debían tener, incluso en el caso de Juan un cierto avejentamiento (predicó en el desierto para anunciar la vida pública de Cristo, según el Evangelio). Las proporciones son clásicas (una cierta esbeltez) y el estudio anatómico que hace Verrocchio también es de influencia antigua; no obstante se distingue de otros pintores, que representan los desnudos más hercúleos (Miguel Ángel posteriormente). El paisaje en el que se desarrolla la escena, además de una exigencia por el relato evangélico (Cristo se hizo bautizar en el río Jordán) tiene que ver con la revalorización de la naturaleza que los artistas toman de los humanistas, empeñados en hacer ver que naturaleza y hombre, observados permanentemente, han de ser el centro del mundo, cuando en la Edad Media lo había sido Dios. La palmera, no obstante, parece demasiado dibujística, poco acorde con la realidad, y la atmósfera (el amanecer o el atardecer) confiere cierto dramatismo y solemnidad al acto, lo que sería del gusto de los comitentes (seguramente una congregación religiosa).
En cuanto a la obra de Leonardo (se le atribuyen las partes al óleo) lo más destacado es el ángel que se encuentra más a la izquierda, siendo al parecer el primer trabajo importante que hace éste pintor (G. Vasari). El ángel de Verrocchio tiene los rasgos de la cara más toscos, mientras que el de Leonardo más bellos. La vestimenta acartonada del ángel de Leonardo (conseguida a base de luces y sombras) contrasta con la que pinta Verrocchio a Juan, más clásica y naturalista.
Estamos en la segunda mitad del siglo XV (quattrocento italiano) y Verrocchio ya tiene un taller afamado en Florencia, que en ese momento es una suerte de capital artística de Italia. La familia Medici y otras que le disputaron el poder, competían también en contratar a los más importantes artistas para engrandecer su prestigio y, en ocasiones, porque se trataba de personas cultas, que admiraban la recuperación que se estaba haciendo de un arte olvidado durante buena parte de la Edad Media.
Sin entrar en profundidades sobre el debate historiográfico acerca de si el renacimiento es una ruptura radical con la edad media, lo que hoy está superado, lo cierto es que las obras teóricas de algunos artistas (Alberti por poner un ejemplo), las colecciones de obras antiguas y la observación de estas por arquitectos, escultores y pintores, llevó a una auténtica renovación del arte, más imporante aún, quizá, que lo que significó el tránsito de la plástica románica a la gótica.
Italia estaba dividida políticamente, lo que también contribuyó a una cierta competición entre las diversas casas nobles por atraerse a los más famosos artistas y demostrar con ello su prestigio y el gusto por el arte: de Florencia fueron competidoras Milán, Siena, Mantua, la Roma de los papas, Venecia algo más tarde y otras ciudades italianas. Fuera de Italia destaca Flandes, sobre todo hablando de pintura, y no tardará buena parte de Europa en incorporarse a ese renacer de la antigüedad clásica que se había iniciado en Italia.
Aunque ya se han superado ciertos convencionalismos medievales, como la rigidez o la sobreabundancia de símbolos religiosos, aún perduran algunos elementos que restan naturalismo a la escena (aspiración permanente en la pintura y el arte renacentistas). Ello no es extraño, pues se trata de un tema religioso, una obra probablemente de encargo, que debe ser realizada de acuerdo con algunas tradiciones: la paloma como símbolo del espiritu santo y las manos de Dios asomando en la parte superior del cuadro. La composición reserva la parte central para Cristo, y la menor altura de los ángeles, al estar arrodillados, es completada con una palmera en relación a la altura de Juan el bautista.
De todas formas los personajes principales no están idealizados: sus rostros reflejan la edad que debían tener, incluso en el caso de Juan un cierto avejentamiento (predicó en el desierto para anunciar la vida pública de Cristo, según el Evangelio). Las proporciones son clásicas (una cierta esbeltez) y el estudio anatómico que hace Verrocchio también es de influencia antigua; no obstante se distingue de otros pintores, que representan los desnudos más hercúleos (Miguel Ángel posteriormente). El paisaje en el que se desarrolla la escena, además de una exigencia por el relato evangélico (Cristo se hizo bautizar en el río Jordán) tiene que ver con la revalorización de la naturaleza que los artistas toman de los humanistas, empeñados en hacer ver que naturaleza y hombre, observados permanentemente, han de ser el centro del mundo, cuando en la Edad Media lo había sido Dios. La palmera, no obstante, parece demasiado dibujística, poco acorde con la realidad, y la atmósfera (el amanecer o el atardecer) confiere cierto dramatismo y solemnidad al acto, lo que sería del gusto de los comitentes (seguramente una congregación religiosa).
En cuanto a la obra de Leonardo (se le atribuyen las partes al óleo) lo más destacado es el ángel que se encuentra más a la izquierda, siendo al parecer el primer trabajo importante que hace éste pintor (G. Vasari). El ángel de Verrocchio tiene los rasgos de la cara más toscos, mientras que el de Leonardo más bellos. La vestimenta acartonada del ángel de Leonardo (conseguida a base de luces y sombras) contrasta con la que pinta Verrocchio a Juan, más clásica y naturalista.
Detalle: el ángel pintato por Leonardo |
Detalle: Juan el bautista |
El Bautismo de Jesús se enmarca en el movimiento de Juan el Bautista que llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en la Tierra prometida) para comenzar, por la penitencia y el perdón de los pecados y marca ese momento trascendental, de cambio, que determina el futuro de Jesús Más claves
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