Dos artistas diferentes en cuanto a las características de sus obras, pero unidos por una gran formación internacional, sobre todo por la influencia de Italia, donde estuvieron en momentos distintos y de donde recogieron lo aprendido en muchas obras, tanto del siglo XV como del XVI, pero sobre todo de Miguel Ángel. Estamos ante artistas que no solo fueron escultores sino también entallador (Juan de Juni) y pintor (Gaspar Becerra).
Juan de Juni nació en Borgoña en 1506, y de allí -así como de Italia- traerá a España la costumbre de representar el cuerpo muerto de Cristo acostado, tradición que luego continuará en el barroco hispano Gregorio Fernández. Junto con Alonso Berruguete es el gran creador de la escultura renacentista castellana, que ofrece ciertas diferencias con respecto a la de otras partes de España. Trabajó la piedra, el barro cocido, pero sobre todo la madera policromada. Por su formación italiana y por sus aptitudes personales fue un gran conocedor de la anatomía humana, principal modelo de la plástica renacentista.
También fue entallador (decoraba fachadas y retablos), ensambló retablos y cultivó una imaginería muy rica, sobre todo en España, pues también trabajó en Francia, Portugal e Italia. En España lo hico en Salamanca, León, y sobre todo Valladolid, el gran centro de la imaginería castellana. La obra de arriba es la primera en la que Juan de Juni representa a un grupo: rodeando al cuerpo yacente de Cristo, que va a ser embalsamado, están José de Arimatea (a la izquierda) y detrás de él María Salomé, una seguidora de Cristo. A la derecha están Nicodemo (contertulio de Cristo, con una jarra) y María Magdalena, que se inclina hacia el centro, igual que al otro lado María Salomé. En el centro María y Juan, que la consuela. El movimiento está conseguido no solo por las posturas distintas de los personajes, sino por la abundancia de pliegues en los ropajes, lo que le caracteriza. También es propio de él la teatralidad de las escenas, dando un dramatismo a las mismas que se observa más aún en los detalles (el rostro de Cristo).
Los ojos casi cerrados, el gesto doliente, la sangre sobre la cara, la encarnación algo mórbida, el revoltijo de cabellos y barba, son muestras de una concepción muy española del arte religioso, aunque la formación de éste autor se base en Francia y en Italia. Es una obra hecha para una capilla funeraria y los personajes tienen un tamaño algo mayor que el natural, lo que da a la obra una monumentalidad indudable, para ser vista a cierta distancia.
Juni trabajó también en Medina del Campo y Segovia, siendo otra obra importante el sepulcro de Gutierre de Castro, en la catedral vieja de Salamanca. Bajo un marco arquitectónico clásico, los personajes que rodean a Cristo forman un semicículo sobre el que se alza una cruz. La encarnación de Cristo, blanca, y la anatomía enjuta, así como la cabeza casi aplastada, para dar sensación de que la retira del primer plano, contribuyeron a la piedad popular, que en el siglo XVI empezó a sentir por estas obras una gran admiración.
De nuevo estamos ante un artista foráneo que se integra perfectamente en la estética y en la tradición religiosa española, en un país donde la ortodoxia católica era condición indispensable para ser reconocido. La rica policromía de la obra anterior y la agitación de mantos y pliegues se vuelven a repetir en esta última obra.
El andaluz Gaspar Becerra (Baeza, 1520) estuvo tan influido por Miguel Ángel que incluso se le atribuyen (Vicente Carducho) los dibujos anatómicos para la obra de Juan Valverde de Amusco: "Historia de la composición del cuerpo humano".
Estuvo muy joven formándose en Roma formándose, donde pudo observar la obra de Miguel Ángel y de otros artistas, pero sobre todo le impresionaron las anatomías de las esculturas y pinturas del citado. Se estableció en España en 1556 y realizó el retablo mayor de la catedral de Astorga.
También fue entallador (decoraba fachadas y retablos), ensambló retablos y cultivó una imaginería muy rica, sobre todo en España, pues también trabajó en Francia, Portugal e Italia. En España lo hico en Salamanca, León, y sobre todo Valladolid, el gran centro de la imaginería castellana. La obra de arriba es la primera en la que Juan de Juni representa a un grupo: rodeando al cuerpo yacente de Cristo, que va a ser embalsamado, están José de Arimatea (a la izquierda) y detrás de él María Salomé, una seguidora de Cristo. A la derecha están Nicodemo (contertulio de Cristo, con una jarra) y María Magdalena, que se inclina hacia el centro, igual que al otro lado María Salomé. En el centro María y Juan, que la consuela. El movimiento está conseguido no solo por las posturas distintas de los personajes, sino por la abundancia de pliegues en los ropajes, lo que le caracteriza. También es propio de él la teatralidad de las escenas, dando un dramatismo a las mismas que se observa más aún en los detalles (el rostro de Cristo).
Los ojos casi cerrados, el gesto doliente, la sangre sobre la cara, la encarnación algo mórbida, el revoltijo de cabellos y barba, son muestras de una concepción muy española del arte religioso, aunque la formación de éste autor se base en Francia y en Italia. Es una obra hecha para una capilla funeraria y los personajes tienen un tamaño algo mayor que el natural, lo que da a la obra una monumentalidad indudable, para ser vista a cierta distancia.
Juni trabajó también en Medina del Campo y Segovia, siendo otra obra importante el sepulcro de Gutierre de Castro, en la catedral vieja de Salamanca. Bajo un marco arquitectónico clásico, los personajes que rodean a Cristo forman un semicículo sobre el que se alza una cruz. La encarnación de Cristo, blanca, y la anatomía enjuta, así como la cabeza casi aplastada, para dar sensación de que la retira del primer plano, contribuyeron a la piedad popular, que en el siglo XVI empezó a sentir por estas obras una gran admiración.
De nuevo estamos ante un artista foráneo que se integra perfectamente en la estética y en la tradición religiosa española, en un país donde la ortodoxia católica era condición indispensable para ser reconocido. La rica policromía de la obra anterior y la agitación de mantos y pliegues se vuelven a repetir en esta última obra.
El andaluz Gaspar Becerra (Baeza, 1520) estuvo tan influido por Miguel Ángel que incluso se le atribuyen (Vicente Carducho) los dibujos anatómicos para la obra de Juan Valverde de Amusco: "Historia de la composición del cuerpo humano".
Estuvo muy joven formándose en Roma formándose, donde pudo observar la obra de Miguel Ángel y de otros artistas, pero sobre todo le impresionaron las anatomías de las esculturas y pinturas del citado. Se estableció en España en 1556 y realizó el retablo mayor de la catedral de Astorga.
La ascensión de la virgen, una de las esculturas del retablo de Astorga |
Podríamos considerar a Becerra como un anunciador de lo que va a ser la escultura barroca española, cada vez más escenográfica y con numerosos escorzos: los ángeles están representados en profundidad, de perfil, en retorcidos movimientos. En la obra de arriba la virgen asciende envuelta en ampulosos ropajes, pero el tema aquí es más jubiloso que en las obras de Juni. Los desnudos de los angelillos son clásicos y una muestra de su gusto por la anatomía humana. Un coro de ángeles sostiene a la virgen elevándola al cielo y otros revolotean sobre ella colocados casi simétricamente. Los plegados son aquí menos minuciosos que en la obra de Juni.
Tanto en la obra citada como en "La coronacción de la virgen en el retablo de Astorga" el marco es clásico: un frontón muy sobrio y pilastras decoradas; Cristo y la virgen en altorrelieve (podríamos hablar de bulto redondo, aunque las figuras forman parte de un retablo y están concebidas para ser vistas solo de frente) representados piadosa y solemnemente al tiempo. Hay una mayor serenidad en Becerra que en Juni, y una policromía menos viva y brillante, aunque los colores son ricos y variados. En todo caso estamos ante manifestaciones de un mismo arte: éste se pone al servicio de la religión católica y de la Iglesia.
Becerra trabajó también en Madrid, pero una particularidad de su interés por la anatomía humana, quizá aprendida en Italia, son sus dibujos (en realidad atribuidos a él). El artista se confunde con el científico, le preocupa no solo Dios, sino la naturaleza humana, no solo el espíritu, sino también el cuerpo. Modelo de ello es, ante todo, Leonardo da Vinci, pero en Becerra tendríamos un ejemplo de esa preocupación univeresalista del renacimiento: el conocimiento en todos sus campos, de ahí que algunos artistas sean a la vez pintores, entalladores, escultores y arquitectos.
Becerra trabajó también en Madrid, pero una particularidad de su interés por la anatomía humana, quizá aprendida en Italia, son sus dibujos (en realidad atribuidos a él). El artista se confunde con el científico, le preocupa no solo Dios, sino la naturaleza humana, no solo el espíritu, sino también el cuerpo. Modelo de ello es, ante todo, Leonardo da Vinci, pero en Becerra tendríamos un ejemplo de esa preocupación univeresalista del renacimiento: el conocimiento en todos sus campos, de ahí que algunos artistas sean a la vez pintores, entalladores, escultores y arquitectos.
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