Aparte
de haber defendido fórmulas copiadas del fascismo italiano, asunto del
que en alguna otra ocasión me puedo ocupar, don Salvador de Madariaga,
nacido en A Coruña, y elogiado por tirios y troyanos, ha dejado mucho
que desear en relación a la democracia. Ha sido un afortunado a quien
nunca se le han sacado los colores como convenía. El 9 de marzo de 1973,
ya sabedor de que los días del general Franco eran pocos, que toda
Europa clamaba por una España democrática, y que la oposición interna al
régimen estaba en alza, don Salvador se resituó una vez más y escribía:
"no me ha sido posible unirme a amigos y colegas... que en el seno del
Movimiento Europeo abogan por un Parlamento europeo elegido por sufragio
universal. Idea que me parece un error... -sigue diciendo don Salvador-
el de creer que Europa es una nación y no lo que es: un racimo de
naciones. Un discurso político en San Francisco vale para Boston o
Chicago; un discurso político en Lisboa puede resultar un disparate en
Estocolmo". Que cada cual saque sus propias conclusiones.
Esto es lo que decía el
"demócrata" y "europeísta" Salvador de Madariaga en el ya avanzado año
de 1973 (piénsese que el Tratado de Roma fue firmado en el año 1957).
Pero no se refería este hombre a las naciones que todos podemos entender
por tales: Prusia, Escocia, Panonia, Cataluña, Galicia, Irlanda... Se
refería a los Estados-nación (el curioso puede leer "La Voz de Galicia"
de la fecha citada). Fue galardonado con el premio Carlomagno, que yo
creo que entraña valores europeístas, pero que no fueron afortunados los
que le dieron tal nombre, pues no es el personaje idóneo para una
Europa de futuro. Sí, quizá, para don Salvador, que a fuerza de cambiar
de aquí para alla, de adular a unos y a otros, de acomodarse a toda
circunstancia, no tendría a mal volver al año 800.
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