Pietro Perugino es encargado, junto con otros importanes pintores de su época (Boticelli y Ghirlandaio), para pintar al fresco los muros de la capilla Sixtina, mucho antes de la obra que completaría Miguel Ángel. La obra de Perugino, que fue ayudado por Pinturichio, dio comienzo en 1481, y en la misma se pueden ver la mayor parte de las características de la pintura italiana del quattrocento.
La temática es religiosa, pero el tratamiento de los personajes es muy realista, en ocasiones están idealizados, y ello se debe a que los pintores a quienes se encargó la obra debieron ponerse de acuerdo para que no hubiese grandes diferencias en sus respectivos frescos: escalas, ritmos (quietud o movimiento), tratamiento del paisaje y las distintas gamas cromáticas debían ser también consensuadas.
"Entrega de las llaves a San Pedro" |
Este es uno de los frescos que Perugino pintó en los muros de la Sixtina: Cristo entrega las llaves a San Pedro, arrodillado, como símbolo de la fundación de su Iglesia (interpretación que se ha hecho de los textos evangélicos más tarde). A un lado y a otro están los demás apóstoles, con lo que se quiere dar a entender (en el siglo XV) la supremacía de Pedro y por lo tanto del papa, cuando las tentencias conciliaristas habían arreciado ya durante la baja edad media. Hay otros personajes que acuden al acto y, al fondo, a la izquierda, se representa el pago del tibuto (el pasaje evangélico según el cual Cristo contesta a sus apóstoles que se ha de "dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios"). Al fondo a la derecha se representa la lapidación de Cristo, lo que se lee en la inscripción superior: Conturbatio Iesu Christi legislatoris.
Al fondo dos arcos de triunfo de clara influencia romana y, en el centro, una idealización clásica del templo de Jerusalén, por lo que en la época se mezclaban los pasajes bíblicos con los evangélicos, es decir, el Antiguo y el Nuevo Testamento. El estudio de perspectiva es muy parecido al que hace al óledo sobre tabla (ver más abajo) para los "Desposorios de la virgen". Personajes a diversas escalas según el plano que ocupen en el espacio y, al fondo, las arquitecturas clásicas, en éste caso con una gran cúpula que nos recuerda a la que Brunelleschi había construído sobre la catedral de Florencia, pero en todo caso un elemento también clásico de la antigua Roma.
La escena está idealizada, pues los personajes están ricamente vestidos, pero el realismo está también presente en el movimiento y posturas diversas de cada uno de ellos. En general predominan la delicadeza y sobriedad de las actitudes, como corresponde al acto representado.
Detalle de la obra anterior |
Arriba un detalle de la obra anterior: el personaje de la derecha, con gorro negro, se ha interpretado como un autorretrato de Perugino.
Arquitectura clásica en la obra anterior |
Las arcadas de medio punto, el frontón sobre el arco central, las columnas clásicas, la cúpula y el dominio de las líneas horizontales son reflejo del gusto clásico en el "quattrocento" italiano.
Arco de triunfo en la obra anterior |
Detalle de "La entrega de las llaves..." |
Uno de los personajes que asiste a la entrega de las llaves a San Pedro: es un retrato, su rostro no responde a los cánones de la "belleza ideal", es un tributo al hombre real, como querían los humanistas del renacimento.
"Viaje de Moisés a Egipto y circuncisión de su hijo Eliezer" |
Según la Biblia Moisés regresó a Egipto para pedir al faraón que dejase a los judios retirarse para orar y honrar a su dios en el desierto. El viaje, en el que participan gentes de toda condición, está interpretado de acuerdo con los cánones de la pintura "quatrocentista": elegancia, idealización, movimiento, paisaje natural... En dicho viaje el hijo de Moisés fue circucidado, según la tradición judía, acto que organiza un ángel "aparecido" por obra y gracia del pintor para separar -a la derecha- el acto de la circuncisión de los acompañantes de Moisés -a la izquierda-. Por la misma época pintaba Boticelli "La privavera", en la que los personajes idealizados se enmarcan en un paisaje florido. También por la misma época pinta Boticelli "El nacimiento de Venus", en la que un personaje flota en el aire para tapar la desnudez de la diosa: aquel personaje ve agitarse sus vestidos de igual manera que el de la izquierda en la obra de Perugino. Las influencias mutuas -no podemos saber de quien hacia quien- son evidentes.
Detalle de la obra anterio |
Véase en éste detalle la gama de colores, la elegancia, la delicadeza en la interpretación, los niños de clara influencia clásica.
Detalle del "Viaje de Moisés a Egipto..." |
Y el paisaje, en parte idílico, donde algunos personajes danzan y tocan instrumentos musicales, como si el viaje a Egipto no hubiese consistido en una penosa peregrinación para cumplir un designio divino. No estamos ya ante el paisaje de Giotto; sino ante un paisaje detallista y bucólico, donde delicados personajes se desenvuelven como si no sufriesen penalidades.
"Bautismo de Cristo" |
Esta interpretación del bautismo de Cristo es inverosímil: no existe relato alguno que hable de un acompañamiento tan solemne y nutrido. Pero Perugino lo ve como un acontecimiento al que asisten personajes que también se bautizan o que asisten atentos. En medio, Juan en el momento de bautizar a Cristo en el Jordán, simbolizando uno de los sacramentos por los que el cristiano entra a formar parte de la Iglesia. Diversas escalas, diversos planos, delicadeza y colorido caracterizan a la pintura del "quattrocento", pero muy particularmente a la de Perugino y Botticelli. De nuevo la perspectiva: a derecha e izquierda momentos de la vida pública de Cristo (posteriores) sermoneando a la multitud, mientras arriba, en un tondo, Dios padre, flanqueado por ángeles con movidos ropajes, contempla y bendice el solemne acto. Abajo, véase la calidad de los ropajes de burgueses del siglo XV que "asisten" al bautismo de Cristo.
Detalle de la obra anterior |
Perugino, además de un gran fresquista, fue uno de los primeros pintores italianos en utilizar la técnica al óleo, como en los Países Bajos habían sido los hermanos Van Eyck. La obra que sigue ("Los desposorios de la virgen") está pintada con esta técnica sobre tabla (se atribuye a Perugino) y es posterior a los frescos de la Sixtina, entre 1501 y 1504. Es de gran formato, pues mide 2,35 por 1,85 metros y se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Caen.
"Desposorios de la virgen" de Perugino |
De nuevo una arquitectura clásica al fondo con arcos de medio punto y un estudio de perspectiva muy logrado al representar a los personajes del primer plano a mayor escala que los del fondo; además están las losas del pavimento, que se van empequeñeciendo a medida que se "alejan". Todo en la arquitectura es admiración por el clasicismo: dominio de las líneas arquitectónicas sobre la decoración, pilastras y capiteles clásicos, estructura arquitrabada, un frontón curvo sobre la ventana central y la puerta del fondo abierta para dar una mayor sensación de profundidad (perspectiva en definitiva). Incluso la luz, algo que en el renacimiento no interesó de manera notable, es empleada aquí en la iluminación del edificio del fondo para conseguir un efecto de volumen más realista.
La interpretación de esta "boda" está idealizada: las actitudes y delicadeza de los pesonajes, las ricas vestimentas, el marco amplio y solemne. La riqueza de colores demuestra la maestría para conseguir gamas cromáticas muy variadas (varios rojos, varios azules, varios verdes, varios dorados...), pero un cierto naturalismo también está presente en las diversas actitudes de los pesonajes, algunos atentos a la ceremonia, otros en animada conversación, otros ajenos a la misma.
Al mismo tiempo (1504) Rafael pintaba su interpretación de los "Desposorios de la Virgen": obra que vemos abajo y que presenta claras analogías compositivas con la de Perugino, pero también diferencias
"Desposorios de la virgen" de Rafael |
Como en otros casos, el nombre Perugino se debe a su ciudad natal, Perugia, donde tuvo un taller además de otro en Florencia cuando adquirió fama. Esta es la que le llevaría a Roma de la mano del papa. Volvería a pintar en Florencia, pero sus frescos en la Sixtina han quedado como muestra de la pintura más selecta del quattrocento.
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