Caricatura en sus últimos años |
El asturiano de nacimiento y vasco de adopción que fue Indalecio Prieto
Tuero ha dejado un legado al socialismo español como pocos pueden
comparársele. El momento de mayor protagonismo de este dirigente
socialista fue durante los años treinta y hasta su muerte en el exilio
mexicano (1962). En una época en que el socialismo español estaba
dividido pero demostró una fuerza incontenible, a Prieto se le ha
juzgado como "centrista" dentro de las diversas corrientes (más
estratégicas que ideológicas) del Partido Socialista. Muerto Pablo
Iglesias en 1925, cada vez se perfilan más otros dirigentes que, pocos
años más tarde, van a encarnar diversas posiciones: Besteiro con sus
escrúpulos en la colaboración con los republicanos, partidario de un
socialismo austero y sobrio, dotado de un cierto estoicismo
ejemplarizante. Caballero, oscilante siempre, que no tuvo inconveniente
en colaborar con el dictador Primo para luego extremarse hacia
posiciones de dudosa calificación (¿quien podrá juzgar a unos hombres
que tuvieron que vivir trances terribles para la vida de España?). Una
prueba de que el "centrismo" de Prieto era puramente estratégico y que
su ideología era claramente socialista son sus propias palabras:
¿Que es eso de centrismo? A nadie disputaré campeonatos de
radicalismo o de marxismo... Solo digo que en orden a las aspiraciones
de justicia social del proletariado, no pongo límite alguno a mi
pensamiento y que no repudio procedimientos extremos para lograrlo.
Pero al mismo tiempo dejó escrito que no hay política posible de no
estar guiada por la oportunidad, don supremo de esta clase de luchas. La
oportunidad es tan esencial en la pelea política, que incluso las
palabras, las más profundamente doctrinarias, cobran valor distinto
según el momento en que se pronuncien.
Tuvo un periódico propio, "El Liberal", como lo tuvieron los
caballeristas, "Claridad", y otras tendencias que enriquecían el
socialismo español aunque dificultaban su unidad de acción. Partidario
de opinar contra las posiciones oficiales del Partido Socialista,
siempre lo hizo con respeto; sufriendo tres exilios y prisión, siempre
tuvo altura de miras en orden a los objetivos últimos del socialismo.
Honestísima es su actitud ante la mal llamada revolución de Asturias y
su fracaso:
Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y
ante España entera, de mi participación en aquel movimiento
revolucionario. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel
movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo... De
aquel movimiento que pudo y debió evitarse manteniendo por medio del
sufragio las anteriores posiciones políticas y parlamentarias, nacen los
daños que padecemos a la hora presente. Cuando el movimiento fracasó y
yo hube de refugiarme por tercera vez en la expatriación, me juré en
secreto no ayudar jamás a nada que, según mi criterio, constituyese una
vesanía o una insensatez (1).
Con él estuvieron Víctor Salazar, Amador Fernández, Manuel Alvar,
Francisco Cruz, Fernando de los Ríos, Jiménez de Asúa y, en parte, Juan
Negrín. Incluso más tarde tuvo el apoyo y reconocimiento de González
Peña, el más claro dirigente de la revolución de Asturias: ...si llegase el grave trance de tener que producirse la escisión [hasta ese punto habían causado estragos los sucesos de Asturias] sepa estoy identificado con su pensamiento [dirigiéndose
a Prieto] (2). No creo que se pueda encontrar un político socialista
durante los años treinta y hasta su muerte, con más clarividencia sobre
lo que se debía hacer en cada momento, una vez que, a toro pasado,
conocermos la historia de la II República y la guerra civil, una vez que
conocemos la historia del exilio padecido por muchísimos españoles.
Obviamente Prieto tuvo defectos y se encargó de ponerlos de manfiesto Caballero cuando ya la muerte le acechaba:
Ha sido envidioso, soberbio, orgulloso, se creyó superior a todos, no
ha tolerado que nadie le hiciera la más mínima sombra. Le gustaba estar
siempre en primera fila, alabado y admirado. Estar inactivo, sin
exhibirse, sin poner de relieve sus sobresalientes condiciones... [el subrayado es mío]. No
es hora ya de decidir si Caballero exageraba o estaba guiado por la
maledicencia; fueron personaliades distintas y cada uno de ellos
colaboró a momentos de gloria para el socialismo, a momentos de
frustraciones, pero dieron ejemplo de una valentía extraordinarias.
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(1) Prieto, I., "Discursos fundamentales", prólogo de E. Malefakis,
1978. Fue un discurso pronunciado en México ante las Juventudes
Socialistas en 1942.
(2) F. Gascón y P. Priego, "Documentos socialistas", Madrid, 1935.
Muy interesante. Y me gusta ese final: dieron ejemplo de una valentía extraordinarias. Creo que de eso falta bastante ahora. Besos.
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