Fotografía tomada de "Terrae Antiquae" |
A más de 2000 metros de altitud sobre el nivel del mar, al sureste de Kabul y, por lo tanto, no lejos de la frontera con Pakistán, en medio de un paisaje desértico de montañas peladas, la sensación de soledad y de abandono es total. Pero en este inhóspito lugar se encuentra uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de Afganistán, que corre peligro por la inestabilidad política del país, por la acción de los talibán y por las necesidades económicas que padece la población.
Algunos consideran este yacimiento arqueológico de una importancia extraordinaria. Se encuentra en uno de los ramales de la ruta de la seda y puede que el lugar estuviese habitado desde el 3000 antes de Cristo. La ciudad, tal y como se construyó y luego se desarrolló será posterior: del 500 antes de Cristo aproximadamente.
Un edificio parece haber sido lugar de retiro de monjes budistas de la primera época, así como otros parecen estar datados en los primeros siglos de nuestra era. Un aspecto que los arqueólogos han apuntado es que la zona donde se encuentra Mes Aynak tenía árboles que la hacían atractiva para ser habitada, pero un proceso de deforestación, en parte provocado por el hombre y en parte por ciertos cambios climáticos, vino a iniciar su decadencia. Los restos encontrados son de diversos materiales, algunos de esquisto, una roca metamórfica formada por láminas; otros materiales son de barro. Las pinturas al fresco son del máximo interés, sobre todo por la particularidad que presentan en relación a otras conocidas de civilizaciones orientales, pero las esculturas muestran un sincretismo entre el arte oriental y el helenístico, lo que las sitúa en los últimos siglos antes de Cristo y los primeros de nuestra era. Otros materiales excavados son vidrios, monedas y útiles de uso diario.
Una mina de cobre, que yace bajo Mes Aynak, ha puesto en peligro el yacimiento, pues tanto las autoridades afganas como las chinas, están interesadas en su explotación. La riqueza de la mina es de tal importancia que plantea un serio dilema a la comunidad. Por un lado está el deseo de conservar el yacimiento y darle el tratamiento adecuado para la conservación de la riqueza arqueológica que atesora; por el otro las necesidades económicas de un país que padece una situación de pobreza endémica. Los intereses del capitalismo chino hacen el resto.
Un Buda sedente |
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