Edición de la obra del siglo XII del inglés Glanvilla |
Cuando Jonn Locke ya se había ocupado de los derechos naturales del hombre, Descartes ponía todo en cuestión y sometía a la razón cualquier asunto científico, Montesquieu desarrollaba la idea inicial de Locke de la división de los poderes públicos y Rousseau luchaba por la democratización de las sociedades, todavía había muchos partidarios de la monarquía de origen divino, del absolutismo, del despotismo, de la tiranía y otras cosas por el estilo.
De en torno a 1786 es una obra anónima que aparece citada en varios estudios, publicada en el Río de la Plata, cuyo autor debió de ser un escolástico de tomo y lomo. Sobre el origen de la ley se remonta a datos bíblicos que no son históricos, por lo que la racionalidad emprendida en otras latitudes brilla por su ausencia en esta obra. El hecho de que existan diversas sociedades -dice- se debe a la dispersión del ser humano, que fue creando grupos diferenciados y por lo tanto normas de convivencia también distintas. Hasta aquí, nada novedoso. Como régimen más apropiado considera que es la monarquía, que puede ser electiva o hereditaria, aunque el autor se inclina por esta última, no considerando sin embargo esto, como algo sustantivo. Conocía la obra de Rousseau, pues la cita, pero para condenarla, pues considera que es el rey el que tiene el poder de hacer las leyes y no un cuerpo legislativo consecuencia de un pacto o contrato entre el poder y el pueblo.
Considera el poder de la Iglesia equiparable al del Estado; es decir, la Iglesia no sería una ekklêsía o asamblea de fieles que se constituye libremente para vivir en la sociedad civil, sino que es un estado más, y no solo un estado con territorio, legislación e instituciones propias, sino un poder que se equipara al del Estado en cada estado.
Quizá este "Tractatus" se enseñaba en el convento de Santo Domingo de Buenos Aires entre los siglos XVIII y XIX, pero lo cierto es que tendría poco eco desde que se escribió. La gran oleada independentista y liberal, que se fraguaba desde el siglo XVIII, echó por tierra tantas teorías sin fundamento y solo comprensibles si se tiene en cuenta el poder de facto que la Iglesia tuvo, en América y allí donde arraigó.
El "Tactatus" que aquí comentamos forma parte de una larga tradición de ellos, prueba de lo cual es la edición de uno escrito en la corte inglesa de Enrique II en el siglo XII, y que pasaría a la imprenta bastane más tarde (es la imagen de arriba).
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