Una imagen del tribunal de la Inquisición |
El libro de Tellechea Idígoras sobre la figura de Carranza (1) es importantísimo, a mi parecer, para conocer no solo la personalidad de este clérigo del siglo XVI, sino el ambiente religoso en la España y la Europa de la contrarreforma y del concilio de Trento.
El autor ha fallecido hace cuatro años y nos ha dejado un legado de investigaciones -sobre todo en el campo de la Iglesia- verdaderamente importante. Bartolomé de Carranza se adelantó al concilio de Trento en algunas de las reformas que este aplicó, pero con más timidez que aquel. Una de ellas la obligación de que los obispos y sacerdotes tuviesen la obligación de residir en sus diócesis y parroquias; hasta tal punto se habia relajado la disciplina y moralidad del clero en el siglo XVI, lo que venía ya de varias centurias atrás. El autor sostiene que Carranza conocía muy bien lo que el concilio de Constanza, a principios del siglo XV, había pretendido en orden a la reforma de la Iglesia pero no había conseguido: hasta tal punto eran las resistencias, sobre todo del clero superior, a modificar su comportamiento. Aquellas reformas eran pretendidas "in capite et in membris", inspirándose en los textos bíblicos que la jerarquía católica tenía tan olvidados, lo que llevó a Lutero y otros reformadores a inspirarse en ellos para la gran protesta.
Carranza fue invitado por el emperador Carlos para participar en el concilio de Trento, a lo que aquel contestó, en carta a Francisco de Eraso, secretario del emperador. El dominico pidió que en el concilio participasen el cardenal de Inglaterra y el Teatino, por considerarlos personas muy cristianas y apartadas de los vicios de la Iglesia, pero con el tiempo -dice Tellechea- "la amistad de Carranza con el Cardenal de Inglaterra será fuente de acusaciones en su proceso inquisitorial, y el Teatino, no otro que el Cardenal Giampietro Carafa, sería pocos años después, convertido en Paulo IV, quien autorizaría de modo genérico a la Inquisición española" procesar a ciertos obispos aunque "la pieza a cobrar fue Carranza".
Carranza estudió lógica en su juventud mientras profesaba en el monasterio dominico de Benelac (Guadalajara) y su apego a la vida monástica le llevó a ser seleccionado para que ejerciese, más tarde, como consultor de la Inquisición. Ya maduro, en 1546, editó su obra "Controversia de necessaria residentia episcoporum", donde denunciaba la relajación de los obispos a la hora de atender sus obligaciones. Según Goñi Gaztambide -sigue diciendo Tellechea- "Pamplona no conoció de cara sus obispos durante ochenta años. Parecida cosa pudiera decirse de Valencia. Treinta años estuvo ausente el arzobispo en Milán. Y como lo demostró Giuseppe Alberigo, la mayor parte de los obispos italianos presentes en aquella primera etapa del Concilio jamás pusieron el pie en su diócesis".
Carranza convierte la residencia en obligación de derecho divino, por lo que no podía ser dispensable por el papa. Esto llevó a algunos a decir: va contra la autoridad del papa, en un momento en que los luteranos la discutían. Obviamente Carranza no tenía pruebas -no podía tenerlas- de su aseveración, pero se entiende en un creyente y en alquien que quiere la reforma de la Iglesia. El concilio obligará a la residencia, pero de forma menos decidida de lo que Carranza reclamaba. En su obra es a veces un osado, cuando dice: ¿Que crees tú que hubiera respondido Pablo, si algún obispo de Éfeso hubiese respondido a Pablo en su presencia: 'Sí, seré pastor y obispo y cuidaré la vida de esas ovejas que se me encomiendan; pero entretanto tengo que vivir unos años en Roma y vivir en el palacio del César...' Dime. ¿Qué crees que hubiera respondido Pablo? Respecto de Inglaterra, ya cismática, dice que [no] hubo un solo pastor que perdiera la vida por sus obejas (sic).
En otro pasaje de su obra dice: Cómo puede un obispo ser tal y conocido como tal, si está ausente y no le conocen en su iglesia, como hay muchos hoy dia... Si anda continuamente en palacios de Príncipes... ¿se va a dirigir a Roma, donde mejor es callar que decir el servicio que presta a Dios? (el subrayado es mío). Carranza habla de los feligreses como "súbditos", lo que dice mucho de la mentalidad de la Iglesia en relación a los fieles. El "repertorio de abusos" del que habla Tellechea lleva a Carranza a una serie de reflexiones en las que quizá se inspire más tarde Juan de Ávila: ...el pueblo cristiano tiene obispos de más título, mas obispos que cumplan con su oficio, raros o ninguno. No es, pues, inútil la interpretación que hoy se hace de la Iglesia de entonces, como de un cuerpo corrompido, es algo que ya se sintió en su momento; de lo contrario no hubiese habido la gran convulsión protestante y tampoco el gran concilio de Trento.
El mismo Juan de Ávila enumera una serie de puntos sobre la Iglesia de su tiempo que resumo aquí siguiendo al autor comentado: la necesidad de que exista incompatibilidad de funciones eclesiásticas y civiles, abolición de los obispos simoníacos, necesidad de renunciar a los asuntos seculares, prohibición de dedicarse los eclesiásticos a negocios o diversiones, distribución de los bienes eclesiásticos conforme a los cánones del concilio de Nicea (¡había llovido!), abolición de los impuestos de la Curia Romana, respeto máximo a la Sagrada Escritura (esa que habían estudiado más los reformadores que los que se resistían a toda reforma), uso moderado de la excomunión, asignación a las iglesias de los bienes de los obispos y supresión de la encomienda de iglesias a los Cardenales y de prebendas, fuera de Roma, a los Cardenales de la Curia.
Son tan elocuentes las palabras de Carranza y de Juan de Ávila que huelga cualquier otro comentario, como no sea, tal y como apunta Tellechea en su obra, que el dominico pretendió una reforma más o menos radical de la moral y de la disciplina del clero desde dentro de la Iglesia, por lo que en la ruptura de la cristiandad "el talante contrarreformista está presente en su espíritu". Sabido es que Carranza fue perseguido, juzgado y condenado por la Inquisición: quizá fue demasiado lejos para los tiempos que le tocó vivir. Al final de su vida fue absuelto (¡a buenas horas mangas verdes!).
Carranza fue invitado por el emperador Carlos para participar en el concilio de Trento, a lo que aquel contestó, en carta a Francisco de Eraso, secretario del emperador. El dominico pidió que en el concilio participasen el cardenal de Inglaterra y el Teatino, por considerarlos personas muy cristianas y apartadas de los vicios de la Iglesia, pero con el tiempo -dice Tellechea- "la amistad de Carranza con el Cardenal de Inglaterra será fuente de acusaciones en su proceso inquisitorial, y el Teatino, no otro que el Cardenal Giampietro Carafa, sería pocos años después, convertido en Paulo IV, quien autorizaría de modo genérico a la Inquisición española" procesar a ciertos obispos aunque "la pieza a cobrar fue Carranza".
Carranza estudió lógica en su juventud mientras profesaba en el monasterio dominico de Benelac (Guadalajara) y su apego a la vida monástica le llevó a ser seleccionado para que ejerciese, más tarde, como consultor de la Inquisición. Ya maduro, en 1546, editó su obra "Controversia de necessaria residentia episcoporum", donde denunciaba la relajación de los obispos a la hora de atender sus obligaciones. Según Goñi Gaztambide -sigue diciendo Tellechea- "Pamplona no conoció de cara sus obispos durante ochenta años. Parecida cosa pudiera decirse de Valencia. Treinta años estuvo ausente el arzobispo en Milán. Y como lo demostró Giuseppe Alberigo, la mayor parte de los obispos italianos presentes en aquella primera etapa del Concilio jamás pusieron el pie en su diócesis".
Carranza convierte la residencia en obligación de derecho divino, por lo que no podía ser dispensable por el papa. Esto llevó a algunos a decir: va contra la autoridad del papa, en un momento en que los luteranos la discutían. Obviamente Carranza no tenía pruebas -no podía tenerlas- de su aseveración, pero se entiende en un creyente y en alquien que quiere la reforma de la Iglesia. El concilio obligará a la residencia, pero de forma menos decidida de lo que Carranza reclamaba. En su obra es a veces un osado, cuando dice: ¿Que crees tú que hubiera respondido Pablo, si algún obispo de Éfeso hubiese respondido a Pablo en su presencia: 'Sí, seré pastor y obispo y cuidaré la vida de esas ovejas que se me encomiendan; pero entretanto tengo que vivir unos años en Roma y vivir en el palacio del César...' Dime. ¿Qué crees que hubiera respondido Pablo? Respecto de Inglaterra, ya cismática, dice que [no] hubo un solo pastor que perdiera la vida por sus obejas (sic).
En otro pasaje de su obra dice: Cómo puede un obispo ser tal y conocido como tal, si está ausente y no le conocen en su iglesia, como hay muchos hoy dia... Si anda continuamente en palacios de Príncipes... ¿se va a dirigir a Roma, donde mejor es callar que decir el servicio que presta a Dios? (el subrayado es mío). Carranza habla de los feligreses como "súbditos", lo que dice mucho de la mentalidad de la Iglesia en relación a los fieles. El "repertorio de abusos" del que habla Tellechea lleva a Carranza a una serie de reflexiones en las que quizá se inspire más tarde Juan de Ávila: ...el pueblo cristiano tiene obispos de más título, mas obispos que cumplan con su oficio, raros o ninguno. No es, pues, inútil la interpretación que hoy se hace de la Iglesia de entonces, como de un cuerpo corrompido, es algo que ya se sintió en su momento; de lo contrario no hubiese habido la gran convulsión protestante y tampoco el gran concilio de Trento.
El mismo Juan de Ávila enumera una serie de puntos sobre la Iglesia de su tiempo que resumo aquí siguiendo al autor comentado: la necesidad de que exista incompatibilidad de funciones eclesiásticas y civiles, abolición de los obispos simoníacos, necesidad de renunciar a los asuntos seculares, prohibición de dedicarse los eclesiásticos a negocios o diversiones, distribución de los bienes eclesiásticos conforme a los cánones del concilio de Nicea (¡había llovido!), abolición de los impuestos de la Curia Romana, respeto máximo a la Sagrada Escritura (esa que habían estudiado más los reformadores que los que se resistían a toda reforma), uso moderado de la excomunión, asignación a las iglesias de los bienes de los obispos y supresión de la encomienda de iglesias a los Cardenales y de prebendas, fuera de Roma, a los Cardenales de la Curia.
Son tan elocuentes las palabras de Carranza y de Juan de Ávila que huelga cualquier otro comentario, como no sea, tal y como apunta Tellechea en su obra, que el dominico pretendió una reforma más o menos radical de la moral y de la disciplina del clero desde dentro de la Iglesia, por lo que en la ruptura de la cristiandad "el talante contrarreformista está presente en su espíritu". Sabido es que Carranza fue perseguido, juzgado y condenado por la Inquisición: quizá fue demasiado lejos para los tiempos que le tocó vivir. Al final de su vida fue absuelto (¡a buenas horas mangas verdes!).
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(1) "Fray Bartolomé Carranza de Miranda", Gobierno de Navarra, 2002.
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