Vededor de tortillas de maíz en México |
En la Biblioteca Nacional de México se encuentra un manuscrito conteniendo los sermones de un franciscano nacido en Alegría (Álava, España) en 1680, que pasaría casi toda su vida en Nueva España. Dicho manuscrito lleva el nombre de Tanda única, que en México, y quizá en otros países latinoamericanos, hace referencia a una sesión continuada, sin interrupciones. La elección por parte del franciscado Francisco Barbosa de este nombre no está clara, pero lo cierto es que aporta una enorme cantidad de datos sobre las costumbres de los habitantes de la ciudad de México en el siglo XVIII, sobre todo lo que él considera vicios, y al mismo tiempo la mentalidad del fraile, seguramente compartida por el resto del clero, sobre la moral que debiera imperar y los lamentos de que así no sea.
El estilo es culto y complejo, casi diríamos barroco, con un léxico rico y una visión de las cosas un tanto apocalíptica, comparando México a la viciosa Babilonia de la antigüedad. Barbosa se lamenta de que las leyes económicias y sobre moralidad emanadas de la monarquía española no se cumplan en México, pero lo cierto es que esto ocurrió ya desde el siglo XVI, cuando los encomenderos hicieron caso omiso a muchas de las leyes en defensa de los indígenas que salieron de la Corte española. Debe tenerse en cuenta que nunca un rey español (salvo el actual) estuvo jamás en América, por lo que cualquier noticia que tuviera la recibía por intermediarios. A la altura del siglo XVIII la burocracia, los jefes militares, los ricos comerciantes criollos y otros grupos debían estar acostumbrados a campar por sus respetos y no contribuirían a una moralidad como la querida por Barbosa.
El franciscano no fue un simple monje, sino que estuvo en Querétaro con funciones telológicas, luego predicó en Tula, más tarde fue bibliotecario del Convento Grande de San Francisco y predicador; también revisor y notario del Santo Oficio. Sus conocimientos sobre Sagrada Escritura están fuera de duda, fustigando a los ignorantes, a los presumidos, a los concupiscentes, hipócritas, jugadores, borrachos, a los que tenían comportamientos propios de animales, etc. (1). En una ocasión tilda a la ciudad de México de "gigante de los monstruos" por el escándalo que le pruducen lo disoluto de las costumbres de sus habitantes, sin distinción de clases sociales. Como la ciudad padeciera diversas pestilencias, dice en un sermón: "porque las viruelas, según los naturalistas, no son entera peste, sino señal de peste, y éstas van ya tres años que se padecen sin cesar. ¿Que falta sino que venga recto el castigo?".
Tiene una idea justiciera de Dios, explicándose "por qué España fue entregada a los mahometanos". En otra ocasión dice: "¿Se sabe en México quién es Dios?... Bien puede ser que se sepa, pero según se vive, verdaderamente se ignora o se desprecia...". Como tantas veces se ha dicho el hombre hispano, de uno y otro lado del Atlántico, no peca contra la fe, pero sí contra la moral, y si esta se interpreta como lo hace Barbosa peca de contínuo. En relación con el juego (2) cuenta "dos casos raros... De uno, que jugó los dientes, porque ya no tenía qué jugar, y de otro, que jugó la mujer propia, y el uno, se dejó sacar los dientes, y el otro, entregó su mujer a quien la ganó. ¿No parece sueño esto? Sí, por cierto. Pero es tanto verdad, que en este maldito México se ha verificado...". Tal es la impresión que nos da de aquella sociedad que habla de "desorden de bestias", sobre todo cuando trata de los estragos que producía el consumo de pulque, una bebida más barata que el vino, alcohólica, que se fabricaba por fermentación del líquido del agave o maguey pulquero. Muchos asentistas se enriquecían anticipando los tributos a la Corona por las pulquerías y luego sacaban mucho más, incentivando -según nuestro fraile- el consumo de pulque, lo que llevaba a las borracheras, el abandono de los oficios, el juego y otros desórdenes.
El pulque fue bebida de la población índígena, pero luego se extendió a todos los grupos sociales. Otro autor de la época, Hipólito Villarroel (3), dice que en esto se encuentran implicados indios, mulatos, negros, lobos, coyotes, zamboygos, mestizos y castizos, así como españoles y muchos europeos, según leemos en la obra citada de Mercedes Alonso. Los llamados lobos tenían mezcla de mulato, blanco y negro; el coyote tenía mezcla de mulata y barcino; los zamboygos eran mezcla de indígena y negro y los castizos eran mezcla de español y mestizo. Realmente con esto no agotamos la riqueza del mestizaje mexicano.
Ciertos sectores de la Iglesia estaban tan acostumbrados a que esta impusiese sus normas que cuando una ciudad populosa se le escapaba de las manos ponían el grito en el cielo. Este es el caso de Barbosa: "Cada pulquería es una oficina donde se forjan los adulterios, los concubinatos, los estupros, los hurtos, los robos, los homicidios, rifas heridas y demás delitos... Ellas son teatros donde se transforman hombres y mujeres en las más abominables furias infernales...". En toda civilización urbana, como lo era la mexicana de la capital, las libertades populares llevarían a excesos, pero el lenguaje ampuloso y exagerado del franciscano parece evidente. No obstante la administración española seguramente era deficiente, pues no se producirán reformas hasta el reinado de Carlos III, de manera que se habían formado muchos ranchos de pulque en tierras destinadas a la labranza.
A los ricos les acusa Barbosa de forma muy ingeniosa: dice que si han de dormir, "porque son mortales, al fin" lo hacen con todos los lujos; si han de andar, "porque, al fin, no pueden volar porque son tierra y muy pesada..."; si han de comer, "porque, al fin, son animales...". No dejaba títere con cabeza, pero para nosotros, más que juzgar a un clérigo, que también nos permite ver la mentalidad de ciertos sectores de la Iglesia, lo que nos importa es conocer las costumbres de una gran ciudad amerindia en el siglo XVIII, y este ha sido el objetivo de la autora a quien hemos seguido.
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(1) Mercedes Alonso de Diego: "La vida cotidiana en la ciudad de México a mediados del siglo XVIII en los sermones de Francisco Barbosa.
(2) Seguimos a la autora citada en la nota 1.
(3) "Enfermedades políticas..."
El estilo es culto y complejo, casi diríamos barroco, con un léxico rico y una visión de las cosas un tanto apocalíptica, comparando México a la viciosa Babilonia de la antigüedad. Barbosa se lamenta de que las leyes económicias y sobre moralidad emanadas de la monarquía española no se cumplan en México, pero lo cierto es que esto ocurrió ya desde el siglo XVI, cuando los encomenderos hicieron caso omiso a muchas de las leyes en defensa de los indígenas que salieron de la Corte española. Debe tenerse en cuenta que nunca un rey español (salvo el actual) estuvo jamás en América, por lo que cualquier noticia que tuviera la recibía por intermediarios. A la altura del siglo XVIII la burocracia, los jefes militares, los ricos comerciantes criollos y otros grupos debían estar acostumbrados a campar por sus respetos y no contribuirían a una moralidad como la querida por Barbosa.
El franciscano no fue un simple monje, sino que estuvo en Querétaro con funciones telológicas, luego predicó en Tula, más tarde fue bibliotecario del Convento Grande de San Francisco y predicador; también revisor y notario del Santo Oficio. Sus conocimientos sobre Sagrada Escritura están fuera de duda, fustigando a los ignorantes, a los presumidos, a los concupiscentes, hipócritas, jugadores, borrachos, a los que tenían comportamientos propios de animales, etc. (1). En una ocasión tilda a la ciudad de México de "gigante de los monstruos" por el escándalo que le pruducen lo disoluto de las costumbres de sus habitantes, sin distinción de clases sociales. Como la ciudad padeciera diversas pestilencias, dice en un sermón: "porque las viruelas, según los naturalistas, no son entera peste, sino señal de peste, y éstas van ya tres años que se padecen sin cesar. ¿Que falta sino que venga recto el castigo?".
Tiene una idea justiciera de Dios, explicándose "por qué España fue entregada a los mahometanos". En otra ocasión dice: "¿Se sabe en México quién es Dios?... Bien puede ser que se sepa, pero según se vive, verdaderamente se ignora o se desprecia...". Como tantas veces se ha dicho el hombre hispano, de uno y otro lado del Atlántico, no peca contra la fe, pero sí contra la moral, y si esta se interpreta como lo hace Barbosa peca de contínuo. En relación con el juego (2) cuenta "dos casos raros... De uno, que jugó los dientes, porque ya no tenía qué jugar, y de otro, que jugó la mujer propia, y el uno, se dejó sacar los dientes, y el otro, entregó su mujer a quien la ganó. ¿No parece sueño esto? Sí, por cierto. Pero es tanto verdad, que en este maldito México se ha verificado...". Tal es la impresión que nos da de aquella sociedad que habla de "desorden de bestias", sobre todo cuando trata de los estragos que producía el consumo de pulque, una bebida más barata que el vino, alcohólica, que se fabricaba por fermentación del líquido del agave o maguey pulquero. Muchos asentistas se enriquecían anticipando los tributos a la Corona por las pulquerías y luego sacaban mucho más, incentivando -según nuestro fraile- el consumo de pulque, lo que llevaba a las borracheras, el abandono de los oficios, el juego y otros desórdenes.
El pulque fue bebida de la población índígena, pero luego se extendió a todos los grupos sociales. Otro autor de la época, Hipólito Villarroel (3), dice que en esto se encuentran implicados indios, mulatos, negros, lobos, coyotes, zamboygos, mestizos y castizos, así como españoles y muchos europeos, según leemos en la obra citada de Mercedes Alonso. Los llamados lobos tenían mezcla de mulato, blanco y negro; el coyote tenía mezcla de mulata y barcino; los zamboygos eran mezcla de indígena y negro y los castizos eran mezcla de español y mestizo. Realmente con esto no agotamos la riqueza del mestizaje mexicano.
Mestiza y criollo mexicanos |
A los ricos les acusa Barbosa de forma muy ingeniosa: dice que si han de dormir, "porque son mortales, al fin" lo hacen con todos los lujos; si han de andar, "porque, al fin, no pueden volar porque son tierra y muy pesada..."; si han de comer, "porque, al fin, son animales...". No dejaba títere con cabeza, pero para nosotros, más que juzgar a un clérigo, que también nos permite ver la mentalidad de ciertos sectores de la Iglesia, lo que nos importa es conocer las costumbres de una gran ciudad amerindia en el siglo XVIII, y este ha sido el objetivo de la autora a quien hemos seguido.
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(1) Mercedes Alonso de Diego: "La vida cotidiana en la ciudad de México a mediados del siglo XVIII en los sermones de Francisco Barbosa.
(2) Seguimos a la autora citada en la nota 1.
(3) "Enfermedades políticas..."
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