jueves, 8 de diciembre de 2011

Convulsa Roma

A través de las cartas de C. Plinio, que vivió entre los siglos I y II de nuestra era, es decir, en el momento culminante del Imperio romano, se pueden ver los vicios que afectaban a las clases patricias y senatoriales, la moral dominante en la época y la enorme corrupción del régimen imperial, no menor que en época republicana (esto, que no ha de extrañar a nadie, puede comprobarse también para otros casos y momentos de la historia).

En la carta que Plinio dirige a Voconio Romano en el año 97, amigo suyo y arribista como otros, le dice: ¿Has visto a alquien más cobarde y más mezquino que M. Régulo tras la muerte de Domiciano? Bajo su mandato había perpetrado infamias no menores que bajo el de Nerón, pero sí más encubiertas. Comenzó a temer que estaba yo encolerizado con él y no se engañaba: estaba encolerizado. Había fomentado el proceso de Aruleno Rústico, se había regocijado con su muerte hasta el punto de leer y editar un libro en el que injuria a Rústico y también lo llama "mona de los estoicos", añade "señalado con la marca de Vitelio" (ya conoces la elocuencia de Régulo) y en el que hostiga a Herenio Seneción de forma realmente tan inmoderada que le dijo Metio Caro: "¿Que tienes tú que ver con mis víctimas? Por ventura he importunado yo a Craso o Camerino?", a los que aquel había inculpado bajo el mandato de Nerón. Régulo pensaba que todas estas cosas me habían dolido y por ello tampoco me había invitado a la lectura de su libro.

 (Perros dando caza a un ciervo)

M. Régulo fue un claro ejemplo de como alguien se enriquece a partir de una oratoria brillante que usa en pleitos llenos de trampas y juramentos sin base moral alguna: llegó a jurar sobre su propio hijo, de forma que, muriendo poco después el vástago, la mentalidad romana lo atribuyó al conocimiento que tenía de las malas artes de Régulo. Éste, que con Domiciano se mantuvo cercano al poder, se posicionó pronto ante la sucesión del emperador para seguir en la mejor situación de prosperar como había hecho hasta ese momento, lo que censura Plinio en el texto anterior. 

Aurelio Rústico había sido tribuno de la plebe y luego siguió prosperando en la administración, pero fue muerto por orden de Domiciano al ser acusado de publicar elogios de ciertas personas: la libertad de expresión estaba garantizada en Roma, pero la arbitrariedad de las autoridades, en particular del emperador, estaba a la orden del día. De este proceso contra Rústico acusa Plinio a Régulo. Al parecer, éste Régulo marcaba a sus esclavos a fuego con la misma señal de una herida que había recibido él luchando a favor de Vitelio. De esta manera Régulo -según Plinio- había tratado en su libro a Rústico como si fuera un esclavo.

Seneción, al que cita Plinio, ya muerto, tuvo una opinión negativa de Régulo, y Caro había sido un delator a sueldo que había traicionado a Seneción llegando a acusar al propio Plinio en cierta ocasión. Licinio Craso también había sido muerto por orden de Nerón e instigación de Régulo, e igualmente Camerino, aunque no consta en este caso la intervención de Régulo.

Aquí tenemos una versión de Plinio contra Régulo, que debía ser personaje verdaderamente odioso. Pero ¿y si tuviésemos el testimonio de otros sobre los que Plinio parece defender? Pues tenemos ciertos testimonios -que ahora no procede relatar- donde se puede comprobar que los defendidos por Plinio no eran precisamente trigo limpio. Una verdadera lacra, y sin embargo la cultura romana iluminó al mundo.



2 comentarios:

  1. Me quedo con tu última frase, aunque trato de aplicarla a nuestro momento actual y no obtengo ningún consuelo, ni siquiera me lo puedo creer. Los arribistas, los sinvergüenzas y los criminalres de toda especia ha pululado por todas partes siempre. Más bien es de admirar que hubieran también buenas personas honradas. Besos, querido amigo.

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  2. Estimada Isabel: verás que el distintivo de mi blog es el "Duelo a garrotazos" de Goya, y así interpreto yo (no sé si acertadamente) el comportamiento del ser humano a lo largo de la historia. Como tú dices, existieron siempre personas de las que podemos sentirnos orgullosos. Por cierto, estoy con tu "reina Dido" y hoy mismo terminaré, porque es un relato corto. Consigues llevarme tantos siglos atrás a orillas del Mediterráneo, ese mar que para tí será tan querido. Un abrazo. Luis.

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