martes, 13 de diciembre de 2011

Florentinos contra milaneses


En 1440 tuvo lugar una batalla en la localidad toscana de Anghiari, hecho que se enmarca en el contexto de las aspiraciones territoriales de los señores italianos de la época, muy fructífera desde el punto de vista artístico, literario y filosófico, pero llena de corrupciones y violencias. En la Valtiberina se encuentra Anghiari, una localidad bellísima, aunque cuando se produjo la batalla todavía no se había construído la Iglesia de la Santa Croce (1500) y mucho menos la de Santa María delle Grazie (1770). Cuando Leonardo pintó su batalla en el Palazzo Vecchio acababa de concluirse la primera.

Sesenta años más tarde las autoridades florentinas decidieron decorar el Salón de los Quinientos, del Palazzo Vecchio, con un gran fresco que conmemorase la victoria sobre los milaneses. Leonardo se encargó de dicho fresco, con unas demensiones de 17 metros de largo por 7 de alto, lo que representó una monumentalidad extraordinaria. Pero las rarezas y manías de Leonardo le llevaron a utilizar "materiales no apropiados y sin la adecuada preparación del muro" (Ángel Gómez Fuentes), por lo que la pintura se disolvió en todo o en parte, pero dando tiempo a que otros artistas hiciesen copias que hoy se nos conservan. Sobre este fresco, dado su estado, pintó más tarde Giorgio Vasari otras obras. Como Leonardo hacía muchos dibujos y bocetos de sus obras, Rubens, en el siglo XVII, pudo hacer una copia de la batalla de Anghiari leonardesca. Conviene recordar que la técnica utilizada por Leonardo en la "Última Cena" también ocasionó su deterioro, aunque hoy está recuperada (Museo de Santa María delle Grazie, Milán). A la izquierda, calle de Anghiari (fotografía tomada del blog de Elena Tori).
 
Es la época en la que los Médici controlaban, ya en la sombra, ya directamente, la región de la Toscana, y de paso otros pequeños estados, hasta el punto de que los mismos papas recurrieron a esta familia para financiar sus empresas. En una llanura de Arezzo tuvo lugar el enfrentamiento entre las tropas toscano-papales y las del Milanesado. Las batallas, entonces, se ganaban fieramente; no dependía tanto de la estrategia de los generales, y esa fiereza la plasmó Leonardo de forma magistral según los testimonios que de su obra nos han quedado. La copia de Rubens, que seguramente tiene algo de personal, pues los escorzos y el movimiento son más propios del flamenco que del toscano, reflejan la percepción que Rubens tuvo de la batalla, cuya estética se alargó incluso hasta el siglo XIX de la mano de Delacroix.
 
 
 ("La caza del León" de Delacroix)





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