(Alegoría de los vicios)
Dos de las acepciones de la palabra griega "politikós" = político, son cívico y cortés. Pues bien, algunos políticos (digo algunos) no son ni cívicos ni corteses. Algunos no se cortan -valga la expresión- para llevarse a sus bolsillos los caudales públicos y andan perseguidos por la justicia, pero la mayor parte de ellos se da tanta maña en burlarla que consiguen alargar los juicios, tergiversar la verdad, engañar a incautos e incluso mantener amistad con jueces que estarían incapacitados para entender en dichos asuntos.
Algunos políticos no son cívicos en el sentido de que se portan como guerreros (el "miles" es lo contrario del "cives"). Los guerreros participan en los combates físicos con armas más o menos complejas; los ciudadanos participan en los combates dialécticos que toda sociedad "civilizada" canaliza por medio de sus leyes. Hubo un alcalde de Marbella, en el sur de España, que más parecía gladiador que edil; hay un político castellonense que dice haber sido tocado por la diosa Fortuna "ene" veces; hay otro que no sabe bien que le ha pasado con unas togas (o trajes, no lo sé bien); otros, en fin, burlan las normas, las reinterpretan interesadamente, retrasan la solución de asuntos que interesan a sus adversarios, sacan adelante los que no debieran al tratarse de sus amigos; los hay pendencieros, los hay ignorantes, los hay incluso embrutecidos por el afán de figurones.
No son corteses en el sentido de amables, desprendidos, desinteresados, que ponen el interés público por delante del propio. Más bien al contrario: hay un político que con tal de amigarse con el más poderoso del mundo involucró a España en una guerra ilegal e injusta, por la que ahora pagan con sus vidas miles de personas. Hubo un jefe de gobierno en Italia que alardeaba de sus amistades femeninas con fines lúdicos; otro prevaricó, uno se amigó con banqueros y permitió que estos se llevasen el dinero de los ahorradores...
Por suerte la justicia les sigue los pasos, pero no sabemos en que acabará todo. Hago votos para que las cosas vuelvan al cauce de la razón, de la equidad y de la ley.
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