Cuando Bruto luchaba contra César, habiendo pasado ya de noche un arroyo cuyas orillas eran escarpadas y cubiertas de matas, no fue mucho más adelante, sino que en un sitio despejado en el que había una piedra grande rodada, se sentó teniendo consigo a muy pocos de los caudillos y de sus amigos, y mirando al cielo poblado de estrellas, pronunció dos versos, de los cuales el uno en esta sentencia nos le refirió Volumnio:
No permitas, oh Jove, se te oculte
De tantos males el autor funesto
... De allí a poco, nombrando a cada uno de sus amigos muertos en la batalla, lloró principalmente sobre la memoria de Flavio y Labeon, de los cuales éste era su legado, y Flabio prefecto de los operarios. En esto, uno de ellos que tenía sed y conoció que Bruto la padecía igualmente, tomando su casco se encaminó al rio. Oyose entonces ruido por uno de los lados, y Volumnio se adelantó a ver lo que era, y con él el escudero Dárdano. Volvieron de allí a poco, y preguntando por el agua respondió Bruto a Volumnio con una modesta sonrisa: 'Nos la bebimos; pero se traerá otra para vosotros', y enviado él mismo estuvo muy expuesto a ser cautivado de los enemigos, y con gran dificultad se salvó herido...
Decidió entonces Bruto que había que acercarse al campamento de los enemigos y emprender batalla, para lo que se ofreció en labores de inspección Estatillo, pero como al cabo de largo tiempo no volviese; 'si Estatillo vive, dijo Bruto, no dejará de venir'; pero lo que ocurrió fue que al regresar dio en los enemigos, y le quitaron la vida. Era poco después de que estallase la guerra civil de 49 antes de Cristo, en la que Bruto se alió a Pompeyo, su antiguo enemigo.
(Arriba, busto que se atribuye al retrato de Bruto cuando era joven).
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