Mientras los comerciantes discuten sobre el precio de las cosas, los marinos atracan en el puerto y comienzan los estibadores a cargar de nuevo las naves. Algunas personas en la plaza discuten sobre el acierto entre haber elegido a Atenea: uno dice que gracias a ella la ciudad vive momentos de prosperiad, pero otros simpatizan con Poseidón, porque siendo Atenas una ciudad marítima qué mejor que estar a bien con el dios que domina el océano y las profunidades. Algunos charlatanes se apostan en un podio para contar sus leyendas, que no son sino mitos ya conocidos, pero ahora cambiados para actualizarlos a los nuevos tiempos. En las inmediaciones de uno de los templos los niños juegan ignorando el lugar sagrado que tienen enfrente, mientras que las fuentes refrescan a algunos caminantes que vienen de paso.
En el taller de Exequias trabajan varios artesanos: unos preparan la masa, pero otros simplemente limpian y adecentan las estancias. Exequias está contemplando un ánfora de la que no está del todo satisfecho. Ha pensado en el motivo para decorarla, pero no se ha decidido. Ante la pesadumbre que ello le ocasiona decide salir a pasear y se detiene ante la estatua de Cécrope (por si le inspira, pero nada), recuerda la época de los reyes, pero ninguno le infunde confianza suficiente; quizá Erecteo... y se aleja de la ciudad para adentrarse en un bosque cercano. Sigue pensando en Erecteo, sube una pendiente y se detiene ante una roca, desde la que se puede ver el ágora, el caserío, los templos y el puerto. Al otro lado brilla el sol con fuerza y Exequias se seca el sudor de la frente, se deshace de su quitón para aliviarse del calor y se queda, en aquella soledad, solo con el taparrabos puesto. Le convence la idea de Erecteo en una actitud pensativa, como la que él tiene ahora. Verá si se decide de una vez mientras se viste de nuevo el quitón.
Regresa al taller, pero lo hace con cierta precipitación, pues no quiere le pase el momento de la inspiración. Se sienta en su banco; delante tiene varias vasijas (ánforas, hidrias, lecitos y jarras). Comienza entonces lentamente a preparar los pigmentos rojos y negros, los esmaltes, los líquidos blancos... Piensa en la vieja Etruria, donde estuvo una vez y en la que hizo tantos negocios. Eran tiempos mejores. Ahora su taller goza de fama, pero los tiempos revueltos en la ciudad le preocupan seriamente. (Las fotografías corresponden a una obra de Exequias en la que representa, en fondo rojo y con figuras negras, a Aquiles y Áyax jugando a los dados. Se trata de un ánfora de terracota del siglo VI a. de C.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario