En pleno siglo XVIII y partícipe del espíritu de la Ilustración, Winckelmann ha sido el primer sistematizador y teórico del arte. Las excavaciones de Herculano y Pompeya en la primera mitad de la centuria, trajeron a los especialistas un motivo extraordinario para prestar atención a todo lo encontrado: mosaicos, esculturas, basílicas, mercados, templos, teatros, mansiones con hermosos frescos, foros y anfiteatros entre otras muestras de un pasado muy rico. El rey de Nápoles, Carlos VII, futuro rey de España (Carlos III) patrocinó las excavaciones en las que participó de forma destacada Roque Joaquín Alcubierre.
Es entonces cuando se empieza a tener idea del concepto de arte, pues en el antiguo Egipto, en la Grecia clásica, en Persia, en la Edad Media y en el Renacimiento, en otras partes del mundo y otras civilizaciones -que sepamos- los artistas actuaron y los consumidores del arte compraron sus obras, sin tener definido un concepto para el arte. Es desde Winckelmann y desde el siglo XVIII cuando analizamos el arte como el deseo de agradar a nuestros sentidos, como la intención mágico-simpática para propiciar algo, como fetiche de fecundidad, como expresión del estado de ánimo del autor, como manifestación de una época, como deseo del mecenas o del comitente...
Es entonces cuando empezamos a ver, retrospectivamente, que el binomio arte-religión es casi absoluto. Pueden encontrarse excepciones, y más todavía en la actualidad, pero civilizaciones enteras tuvieron al arte sumido o al servicio del pensamiento religioso, penetrado de sus misterios.
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