En el siglo VI y anteriores la ruta que va desde el Yemen, en el sur de la península arábiga, y Siria, era el nervio por el que circulaba una cultura que todavía no había recibido el islam, pero que legaría a esta religión algunas de sus tradiciones, como así mismo el judaísmo y el cristianismo, pues cierto conocimiento del judaísmo y del cristianismo se había extendido ya por Arabia, estando documentada la existencia de comunidades judías en Yemen y Yatrib, la futura Medina. La población estaba organizada en tribus subdivididas, según los casos, en clanes; de forma parecida a como sociedades antiguas estuvieron organizadas gentiliciamente.
No todos los habitantes de la península arábiga eran nómadas; muy al contrario, los había sedentarios, sobre todo en aquellos sitios donde había sido posible la construcción de ciudades (pocas) pero más donde los oasis habían permitido el asentamiento por la existencia de agua y vegetación. El comercio en dirección norte-sur fue el verdaderamente importante, pues la navegación estaba poco evolucionada para estos pueblos, que no eran capaces de sortear las tempestades en el mar Rojo y los arrecifes de coral. Precisamente la importancia de La Meca fue temprana porque está en la ruta norte-sur aludida.
La prosperidad comercial debió de ser visible tempranamente, pues constan confederaciones carabaneras contra las tribus dedicadas al asalto, con éxito en la mayoría de los casos para estas últimas, lo que era una forma de reacción contra la acumulación de riquezas. La lana era uno de los productos estrella en este comercio, pero también comestibles, metales, telas... La importancia de La Meca deriva de su mercado, lo que hizo que los santuarios o kaabas que se habían levantado en varios lugares tendieran a concentrarse en la kaaba que luego lo será por excelencia, la de La Meca, pues los comerciantes pasaban varios meses en esta y otras ciudades antes de partir hacia el norte o hacia el sur.
Las tribus intentaron varias veces asociarse, pues tenían una cultura común, entre otras características la lengua árabe, si acaso con sus diferencias dialectales. Las divinidades de cada tribu se guardaban, en forma de símbolos, en la kaaba, y a la de La Meca fueron a parar todas con el tiempo. Esta tendencia, observada quizá por Mahoma a finales del siglo VI, le haría reflexionar sobre la posibilidad de aprovechar la corriente ya iniciada y sintetizar los ritos y creencias en una religión superior, monoteísta y que pudiese "competir" con las otras dos del "libro": judaísmo y cristianismo. En cualquiera de estas religiones, como en otras muchas, la distinción de los fieles entre lo espiritual y lo material fue un hecho, por eso ha proliferado tanto una moral equívoca: no se pecaba contra la fe, pero si era fácil hacerlo contra la moral. Creer sí, emborracharse, hacer la guerra, robar, engañar en los negocios, también. Estos negocios hechos en los mercados eran tan importantes que durante las grandes ferias se suspendían las guerras entre tribus convencionalmente.
La geopolítica de la época estaba dominada por los bizantinos en el noroeste y los persas sasánidas, con capital quizá en Cesifonte, al nordeste. En medio de estos poderosos imperios, los árabes de los siglos anteriores a Mahoma conocieron -en una determinada medida- a los cristianos monofisitas y nestorianos (los que reconocían una sola naturaleza en Jesús, la divina, y los que le reconocían una sola naturaleza, la humana, respectivamente). Esto también fue sabido por Mahoma y sus comtemporáneos, alejados del cristianismo ortodoxo de Bizancio y de occidente. Asombra el parecido de algunas suras coránicas con la tradición bíblica del Génesis: "el pájaro moldeado en arcilla que, recibiendo un soplo divino, es pájaro", de la misma forma que el Dios de los judíos y de los cristianos formó una estatua de barro en forma de hombre para insuflarle luego la vida.
La lengua árabe se transmitió oralmente, sobre todo a través de la poesía y de la vida cotidiana. Los poemas dedicados a los dioses se depositaban en la kaaba, al lado de los ídolos, y esta tradición poética está en el alma del mundo árabe (al menos hasta la edad media) y musulmán.
Hay que imaginar la geografía arábiga: una península con más de seis veces la superficie de España, en su mayor parte ocupada por el desierto, con zonas montañosas, mesetas y depresiones; el paisaje es, en general, árido, pero salpicado por los oasis y los emplazamientos más o menos provisionales, las ciudades y las rutas continuamente transitadas. Esta es una síntesis del espacio, la sociedad y la cultura que recibió las predicaciones de Mahoma, rechazado fuertemente en un principio por no poca población; aceptado luego al tiempo que la heterodoxia se extendía por unos y otros territorios, como en cualquier religión y obra humana.
No todos los habitantes de la península arábiga eran nómadas; muy al contrario, los había sedentarios, sobre todo en aquellos sitios donde había sido posible la construcción de ciudades (pocas) pero más donde los oasis habían permitido el asentamiento por la existencia de agua y vegetación. El comercio en dirección norte-sur fue el verdaderamente importante, pues la navegación estaba poco evolucionada para estos pueblos, que no eran capaces de sortear las tempestades en el mar Rojo y los arrecifes de coral. Precisamente la importancia de La Meca fue temprana porque está en la ruta norte-sur aludida.
La prosperidad comercial debió de ser visible tempranamente, pues constan confederaciones carabaneras contra las tribus dedicadas al asalto, con éxito en la mayoría de los casos para estas últimas, lo que era una forma de reacción contra la acumulación de riquezas. La lana era uno de los productos estrella en este comercio, pero también comestibles, metales, telas... La importancia de La Meca deriva de su mercado, lo que hizo que los santuarios o kaabas que se habían levantado en varios lugares tendieran a concentrarse en la kaaba que luego lo será por excelencia, la de La Meca, pues los comerciantes pasaban varios meses en esta y otras ciudades antes de partir hacia el norte o hacia el sur.
Las tribus intentaron varias veces asociarse, pues tenían una cultura común, entre otras características la lengua árabe, si acaso con sus diferencias dialectales. Las divinidades de cada tribu se guardaban, en forma de símbolos, en la kaaba, y a la de La Meca fueron a parar todas con el tiempo. Esta tendencia, observada quizá por Mahoma a finales del siglo VI, le haría reflexionar sobre la posibilidad de aprovechar la corriente ya iniciada y sintetizar los ritos y creencias en una religión superior, monoteísta y que pudiese "competir" con las otras dos del "libro": judaísmo y cristianismo. En cualquiera de estas religiones, como en otras muchas, la distinción de los fieles entre lo espiritual y lo material fue un hecho, por eso ha proliferado tanto una moral equívoca: no se pecaba contra la fe, pero si era fácil hacerlo contra la moral. Creer sí, emborracharse, hacer la guerra, robar, engañar en los negocios, también. Estos negocios hechos en los mercados eran tan importantes que durante las grandes ferias se suspendían las guerras entre tribus convencionalmente.
La geopolítica de la época estaba dominada por los bizantinos en el noroeste y los persas sasánidas, con capital quizá en Cesifonte, al nordeste. En medio de estos poderosos imperios, los árabes de los siglos anteriores a Mahoma conocieron -en una determinada medida- a los cristianos monofisitas y nestorianos (los que reconocían una sola naturaleza en Jesús, la divina, y los que le reconocían una sola naturaleza, la humana, respectivamente). Esto también fue sabido por Mahoma y sus comtemporáneos, alejados del cristianismo ortodoxo de Bizancio y de occidente. Asombra el parecido de algunas suras coránicas con la tradición bíblica del Génesis: "el pájaro moldeado en arcilla que, recibiendo un soplo divino, es pájaro", de la misma forma que el Dios de los judíos y de los cristianos formó una estatua de barro en forma de hombre para insuflarle luego la vida.
La lengua árabe se transmitió oralmente, sobre todo a través de la poesía y de la vida cotidiana. Los poemas dedicados a los dioses se depositaban en la kaaba, al lado de los ídolos, y esta tradición poética está en el alma del mundo árabe (al menos hasta la edad media) y musulmán.
Hay que imaginar la geografía arábiga: una península con más de seis veces la superficie de España, en su mayor parte ocupada por el desierto, con zonas montañosas, mesetas y depresiones; el paisaje es, en general, árido, pero salpicado por los oasis y los emplazamientos más o menos provisionales, las ciudades y las rutas continuamente transitadas. Esta es una síntesis del espacio, la sociedad y la cultura que recibió las predicaciones de Mahoma, rechazado fuertemente en un principio por no poca población; aceptado luego al tiempo que la heterodoxia se extendía por unos y otros territorios, como en cualquier religión y obra humana.
si al final... me acabará gustando la historia :)
ResponderEliminarYo no entendería el mundo -si es que lo entiendo- sin la historia. Un saludo.
ResponderEliminarYa en eso tienes razon..... pero se me hacia tan aburrida...
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