El libro publicado por el sacerdote católico Victor Novac, en 1948, sobre la complicidad del clero croata con el régimen fascista de Ustasa durante la segunda guerra mundial, ha sido siempre motivo de gran controversia. El libro es la tercera parte de una trilogía y en él se aborda el comportamiento de la Iglesia católica en el Imperio Austro-húngaro, ya que Croacia formó parte de él hasta 1918, y luego en el reino de Yugoslavia, del que también formó parte Croacia.
Quienes han estudiado el libro de Novac y los hechos que en él se narran, no han llegado a un acuerdo definitivo, pero es cierto que no todos han seguido una metodología histórica rigurosa. El nacionalista Tudman, fallecido hace unos años, no aporta datos suficientes para que su versión contraria al libro tenga visos de credibilidad. Desde el campo del periodismo también se ha juzgado al libro de Novac de diferente manera; algunos consideran -por la fecha en que fue publicado- que influyó en los enjuiciamientos tras la guerra mundial y otros admiten una clara complicidad de la Iglesia católica con el nacionalismo croata y con los crímenes cometidos por los diferentes regímenes desde el siglo XIX hasta 1945 contra minorías, particularmente la judía y la gitana.
Lo cierto es que el libro fue escrito por un sacerdote católico en un momento de madurez intelectual y después de servir a la Iglesia durante muchos años. Por otra parte, las responsabiliades del arzobispo Stepinac y del dirigente de Ustasa, Pavelic, ya han sido demostradas incontrovertiblemente.
No es el único país, Croacia, ni el único estado, Yugoslavia, donde una Iglesia ha pretendido encarnar la identidad nacional: en la España de Franco tenemos un ejempo que coincide en el tiempo con el de la Ustasa de Pavelic; es más, la ideología difusa de Franco, que primero se apoyó en la fascista Falange, en la gran patronal, sobre todo agraria, en la Iglesia y siempre en el ejército, derivó hacia un régimen autoritario y católico por definición, es decir, no se trata ya de que la mayoría de la población española fuese católica, sino que el régimen se definía como tal y actuaba identificando al Estado con la Iglesia romana. Otro tanto podemos decir, por lo menos desde el siglo XIX, del caso irlandés, y de Polonia en lucha contra el régimen comunista impuesto tras la segunda guerra mundial.
Lo que diferencia al caso croata es la extremosidad con la que se empleó parte del clero católico, sobre todo por la influencia de su jerarquía, en la persecución y exterminio de judíos, serbios y gitanos. Los crímenes cometidos por la Ustasa no tienen nada que "envidiar" a los de la Alemania nazi, a no ser que en Croacia nunca se llevó a cabo una "solución final", pero ello porque el régimen del país quizá nunca tuvo la capacidad organizativa que dio a Alemania el Partido Nacional Socialista.
Stepinac fue considerado culpable de crímenes muy graves, a pesar de su condición de arzobispo, y condenado a 16 años de prisión que no cumplió sino en una pequeña parte. Pavelic encontraría refugio en la España de Franco, único país donde se sintió a salvo -además de en Argentina, provisionalmente- y en aquel país murió. En la fotografía de arriba, Pavelic y Stepinac, colaboradores durante la segunda guerra mundial.
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