Después de haber sido expulsado del templo, Joaquín se retira pesaroso entre unos pastores que se miran entre sí con cierto asombro, como no comprendiendo el autocastigo del santo. El paisaje rocoso es muy propio de Giotto, ya ensayado en otros frescos distintos de los de la capilla Scrovegni. Hay un pintoresquismo que también se repite en otros frescos, en este caso con animales, como el perro que juega con Joaquín y las ovejas, quizá en recuerdo de las que dibujaba en su adolescencia. El paisaje, la calidad de los ropajes y el volumen que da a la composición nos hablan de que la pintura gótica está cambiando hacia la renacentista. Antes de este retiro Joaquín había ofrecido en sacrificio un cordero a Dios, costumbre judía que Giotto tiene en cuenta según la tradición. El objetivo es conseguir que su esposa pueda concebir. Un ángel le anuncia que así será mientras los dos personajes se miran entre sí fijamente. Detrás de Joaquín hay pastor que asiste al hecho mientras mira serenamente la mano de Dios en el cielo.
En el fresco de la Anunciación a Santa Ana, un ángel se asoma al interior por una pequeña ventana. La santa está arrodillada, representada monumentalmente en relación a los demás personajes y a la arquitectura en que se enmarca la escena, simple y clasicista, con unos artesones que decoran el techo en un estudio de perspectiva que preludia los de Leonardo en la Última Cena. A la izquierda se representa a Judit hilando, a escala más pequeña, mientras abundan los detalles secundarios: la habitación de la santa, los frontones, las cortinas que permiten ver el lecho... La composición permite adivinar una diagonal entre las cabezas del ángel, la santa y Judit.
En el Sueño de Joaquín un ángel suspendido anuncia al santo, dormido, que será padre (deshaciéndose así la maldición que representaba su expulsión del templo). Unos pastores son testigos del hecho, mientras el ángel parece emerger del firmamento. Uno de los frescos más llamativos es el encuentro en la Puerta Dorada, una de las que permitían la entrada en Jerusalén. Mientras los esposos se besan (momento en que Ana concibe a la virgen María) bajo la puerta están unas mujeres con sus cuchicheos, como en cualquier anuncio de boda. El almohadillado en la parte inferior de las torres también es un motivo de Giotto en la Expulsión de los demonios de Arezzo. El empleo del dorado, que en la pintura bizantina era muy abundante, está aquí reducido, prueba de que Giotto está buscando otros caminos expresivos que abran la pintura a una nueva etapa.
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