En la Florencia del siglo XIII un pintor marcaba los pasos de la plástica de acuerdo con la influencia bizantina: temática religiosa, madonnas entronizadas, fondos y elementos dorados... Era Cimabue. En la Toscana había nacido en 1267 un niño que sería pastor y que entretendría su tiempo dibujando ovejas. Era el momento en que la ciudad de Bolonia se encontraba en su esplendor artístico y en el mismo auge comercial que otras ciudades italianas. Siendo joven, entró en contacto con Cimabue, llevándole este a la ciudad de Pisa para decorar con frescos los muros interiores de la iglesia superior franciscana. Allí pinto el antiguo dibujante de ovjejas, Giotto di Bondone (Giotto era un sobrenombre) la escena de San Francisco expulsando a los demonios de la ciudad de Arezzo: las arquitecturas góticas muestran una gran maestría en los detalles, también una gran delicadeza, idealizando a la ciudad que contaría, según la versión de Giotto, con una muralla de sillares almohadillados. Pero si nos atenemos a las proporciones, que no son naturales, es todavía un pintor medieval. Hay un cierto simbolismo, pues el caserío se amontona rodeado por la muralla mientras las oraciones del santo llevan a otro a ahuyentar a los demonios, que solo abocetados, escapan despavoridos. Estos demonios son también simbólicos de la maldad que conduce a la guerra, la que había sufrido Arezzo en esos días. Este fresco es de gran formato, pues mide 270 por 230 cm.
Luego vemos a Giotto en Roma y en 1303 viaja a Padua, otra ciudad de gran tradición franciscana. Aquí pintará, por encargo de la familia Scrovegni, los frescos de una sobria capilla, aislada, que quizá corresponda también a la autoría de Giotto. Esta obra la realiza entre 1304 y 1306. En la representación del Juicio Universal hay un claro precedente del que luego pintará Miguel Ángel en la capilla Sixtina, y de hecho este último conocería la obra de Giotto, pues hay ciertas escenas que claramente le inspiraron.
En la ciudad de Rímini, bajo el mando de la familia Malatesta, trabajará en la iglesia de San Francisco, que luego transformará Alberti. En 1310 está en Roma y luego de nuevo en Asís para pintar unos frescos en la capilla inferior: aquí destaca el tema del "Noli me tangere", pero también hay novedades verdaderamente importantes desde el punto de vista iconográfico, como es el caso de la Virgen de los Pobres.
En Florencia trabaja en la capilla de la familia Peruzzi y pintó una obra genial: el políptico de los Baroncelli. De nuevo viaja, primero a Milán y luego a Nápoles. Por último está en Bolonia y en Florencia, donde se le encarga la torre de la catedral, que no llegaría a ver terminada. Llegado a la edad de 70 años, muere en esta ciudad, siendo enterrado en la cripta de la catedral (1337).
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