Los jesuitas crearon un mundo de ideas entre los criollos americanos durante los siglos XVII y XVIII a partir de su humanismo: en la estética podemos hablar del neoclasicismo hispanoamericano, y en la política en la temprana manifestación de una conciencia crítica del conflicto social, político y cultural que se daba en América. Lo que llamamos "opinión pública" apareció con la prensa y esta fue impulsada por instituciones y personas. En esta prensa se plantearon los primeros símbolos de cada una de las regiones de América. Las Universidades jugaron un papel y aparece así un ideario político cuyo objetivo es alcanzar el jeercicio del poder (no aún la independencia) cuando dicho poder estaba en manos de peninsulares.
Por otra parte existió un racionalismo crítico español respecto a América: desde el siglo XVI, pero sobre todo en el XVIII, abundan las cartas (que se encuentran en los archivos americanistas) de españoles en América que denuncian, orientan, sugieren medidas, aconsejan, advierten de los males y ofrecen, en suma, soluciones. Van a ser españoles, viajeros en América, intelectuales desde España, políticos desde el gobierno, funcionarios, religiosos, comerciantes, los que se preocupen de los problemas americanos y señalen soluciones. Los cuatro que más han influido en esto son Feijoo, Campomanes, Jovellanos y Cabarrús.
También existe una Ilustración americana muy racionalista que penetró a través de diversos caminos: el influjo de Feijoo, el racionalismo cartesiano, la literatura regalista, las sociedades científicas, las Universidades, las corrientes liberales. Todo ello se incardinó en la pedagogía jesuítica, que insistió en el sentiminento telúrico (el caso de Viscardo es notable). Ello es anticipación de las preocupaciones por la naturaleza y la importancia de la agricultura en toda economía. Mariano Picón ha insistido en que el humanismo jesuítico es "uno de los puentes que enlazan la época barroca con la prerrevolución que se advierte en la segunda mitad del siglo XVIII ("De la Conquista a la Independencia", México, FCE, 1944).
Se descubren así regiones y provincias: el padre Juan Rivero en los llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta, el padre Cassani escribió la "Historia de la Provincia", el padre José Gumilla escribió "Orinoco ilustrado", convirtiendo el río en eje del conocimiento de la región Guayana, el padre Vicente Maldonado publicó "Carta del territorio ecuatoriano", el padre Juan Velasco la "Historia del Reino de Quito", el padre Ignacio Molina el "Compendio de la la historia geográfica, natural y civil del reino de Chile". Estas son solo algunas de las aportaciones al conocimiento de la tierra americna.
En Quito la influencia de Feijoo fue extraordinaria, sobre todo en el franciscano Francisco Solano, Pedro Franco Dávila, Juan de Velasco y Pedro Vicente Maldonado, geógrafo este último. Pero la figura quiteña más importante del siglo XVIII fue la de Francisco Javier de Santa Cruz y Espejo, que se distinguió en estudios científicos, el libre examen y la investigación experimental. En la Nueva España, José de Elizalde estuvo vinculado estrechamente a Feijoo y él mismo explicó la enorme influencia feijoniana tanto en América como en Europa.
La oposición entre criollos y peninsulares a partir de 1810 es entre gobernantes e independentistas, pero antes hubo un ejército silencioso de pensadores y escritores que no distinguieron entre España y América, sino que se preocuparon por los problemas de aquellos que tenían delante: la población criolla, indígena, mestiza y negra americana.
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