El cuáquero Joseph Láncaster ha sido uno de los filántropos más notables entre los siglos XVIII y XIX, preocupado sobre todo por la educación de las clases menestorosas en la sociedad de su tiempo. Algunos historiadores se han fijado que buena parte de los proyectos de innovación que se van a producir durante el siglo XIX, tanto en el campo de la economía como en el de la educación, provino de minorías que se apartan, a modo de disidentes, de la mayoría dominante o neutra: en Inglaterra se da sobre todo entre algunos grupos protestantes y, en el conjunto de Europa, entre las comunidades judías. Si se les aparta, si no se les acepta, estas minorías buscan su propio camino, intentando establecer mejoras al margen del Estado, que se encuentra en otras manos.
Los ideales utilitarios están en la base de esos disidentes, cuáqueros y judíos que vemos entre los siglos XVIII y XIX sobre todo en Europa. España tuvo experiencias en el campo de la filantropía educativa antes de estos siglos, pero con su decadencia tocó el turno a países como Francia e Inglaterra, donde encontramos a Herbault, Raikes, Paulet, Andrew Bell y otros. Joseph Láncaster publicó una obra a principios del siglo XIX ("Mejoras en educación") donde muestra el conocimiento que tiene de experiencias anteriores sobre la actuación en esta materia entre las clases menesterosas. El éxito, aunque pasajero, de estas experiencias, donde cientos de niños pobres eran enseñados por los más capaces, bajo la dirección de algunos adultos, llegó a Ferrol, en Galicia y a Madrás, en la India, prueba del gran escándalo que la sociedad pre e industrial causaban en algunos espíritus inquietos.
Que yo sepa todavía no se ha hecho una película sobre la figura de Robert Owen, uno de los personajes más extraordinarios, en mi opinión, de los últimos siglos. Inglés, de clase media pero trabajador desde joven, visionario de un mundo que no ha podido ser porque lo ha impedido el crimen y la usura practicados por los poderosos, llenó toda una época de la utopía socialista tanto en el plano teórico como en el práctico: sus dos obras "La formación del carácter humano" y "Una nueva visión de la sociedad" muestran hasta que punto se anticipó a otros muchos incluso con más profundidad que estudios posteriores, cuando se ha dispuesto de medios que Owen no tuvo. Se trata de un estudio muy meritorio sobre psicología social y de una serie de propuestas para superar la enorme lacra de miseria que ocasionó el capitalismo en el siglo de la primera industrialización.
Su "New Harmony" en Indiana (al sur de los grandes lagos, en Estados Unidos) le arruinó, pues el capital que invirtió a fondo perdido en la experiencia, donde obreros de toda condición vivirían en comunidad, aportando cada uno sus destrezas, aprendiendo a leer, escribir, interpretar, la aritmética, la geometría, las artes útiles, etc., no contó con las bases que son necesarias en un tiempo en cambio relativamente rápido: la asistencia del Estado. Lejos estaba este, en manos de una minoría puritana y ambiciosa, de entender que correspondía a los poderes públicos la educación de niños y jóvenes.
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