(Paisaje en Calvos de Randín, Ourense)
La guerra de sucesión a la corona de España, desatada a principios del siglo XVIII por causas dinásticas, tuvo su repercusión en Galicia, sobre todo porque la corona portuguesa estaba comprometida con Inglaterra, opuesta a la entronización del pretendiente francés Felipe de Anjou.
El heredero que las potencias europeas habían previsto para suceder al disminuido Carlos II había sido José Fernando de Baviera (el propio Carlos II así lo había decidido en testamento, presionado por unos y por otros) pero aquel personaje, del que nada notable se sabe, falleció antes incluso que el rey de España, en 1699. La entronización del de Baviera habría representado la entrega a Francia de Guipúzcoa y la pérdida de Cerdeña, los Países Bajos españoles y las colonias de América, pero como queda dicho nada de ello se llevó a cabo por el momento.
Una vez que Felipe de Ajou fue reconocido por las potencias como rey de España (previo nuevo testamento del voluble Carlos II) se supo que ello no implicaba la renuncia a heredar, en su caso, la corona francesa, con el desequilibrio europeo que ello significaría. Se produjo entonces la guerra de sucesión a la corona de España que, a su vez, fue una guerra civil, pues mientras Navarra y Castilla se mostraron favorables al pretendiente francés, los territorios de la corona de Aragón lo fueron al arquiduque Carlos de Austria, el otro pretendiente en discordia.
Las tropas portuguesas, de acuerdo con Inglaterra, invadieron el sur de Galicia por los valles de los ríos Limia y Támega, llegando por este último a Chaves, Oimbra, Verín y Vilardevós. En varios lugares de la planicie de Monterrei tuvieron lugar enfrentamientos entre las tropas de uno y otro ejército. Así mismo por el valle del Limia un ejército portugués entró en Lobeira, Entrimo y, más al Este, Calvos de Randín, Tosende y Paradela. Aquí el terreno es más escabroso, por lo que los enfrentamientos tuvieron la forma de emboscadas que, sin embargo, no inquietaron a la Corte, tratándose de una región periférica.
La población de Galicia no se jugaba nada en esta guerra y fue, como otros habitantes y territorios, un juguete en manos de nobles, sirvientes y cortesanos, además de las respectivas familias reales, ambas emparentadas con la vieja casa de Habsburgo hispánica. Las autoridades gallegas, todavía encuadradas en el esquema administrativo y militar del siglo XVII, actuaron en favor del pretendiente francés, organizándose en 1705 las Compañías en Ourense y siendo Allariz plaza de armas. Dos años después un ejército portugués ocupó el castillo de Leboreiro.
Tampoco la población portuguesa se jugaba nada en esta guerra; más bien fueron las oligarquías del país vecino las que involucraron a Portugal en un juego de alianzas que hicieron de este país una colonia comercial inglesa. En 1703 se firmó el tratado de Methuen, verdadero monumento juridico por el que Portugal mantuvo relaciones comerciales muy intensas con Inglaterra. Ello, que desde el punto de vista económico fue beneficioso (la exportación de vino de Oporto experimentó un auge extraordinario) complicaría a Portugal en conflictos posteriores, como un siglo más tarde con ocasión de las guerras napoleónicas.
Aún antes de terminar la guerra en 1713, las tropas portuguesas fueron desalojadas de Galicia, pues el pretendiente austríaco había tomado ya posesión años antes del trono que antaño ocuparan los herederos de Carlos de Gante y de su hermano Fernando.
(Puente sobre el Támega en Chaves, al norte de Portugal)
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