(A la derecha, moneda con la captura de Yugurta por Sila)
Antes de entrar en su historia sobre las andanzas de las legiones romanas en Numidia, Salustio hace una serie de consideraciones morales de gran interés. El hombre que pone esmero en las cosas útiles -dice- se hará inmortal y, ya que la naturaleza humana está compuesta de cuerpo y alma, habla de esta como inmortal, de igual manera que las cosas creadas por el ingenio. El ánimo es incurruptible -dice- eterno, el que gobierna el género humano, el que lo mueve y lo abraza todo.
Su escepticismo se manifiesta cuando dice que son poco apetecibles los cargos públicos, pues para ellos no se atiende al mérito y traen consigo todas las mudanzas de gobierno, muertes, destierros y otros desórdenes. Es una buena descripción de la política romana, en la que cada cambio acarreaba traiciones y crímenes. Y es que Salustio vive en el siglo I antes de Cristo, en el más inestable de la República romana, cuando las guerras civiles caracterizan esa época. Ya era nuestro autor un veterano cuando fue asesinado César y vivía cuando se produjo el cambio de la Repblíca al Principado. Pero con César conoció las andanzas de Pompeyo, las de sus hijos, las anteriores de Sila y Mario, las de Sertorio... Una Roma ya dominada por las ambiciones de los militares, por la venalidad del Senado, por la corrupción generalizada de las clases oligárquicas, que heredará el Imperio.
(La antigua Numidia, entre Túnez y Argelia)
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