Durante el Renacimiento empiezan los papas a ser enterrados en tumbas ricamente decoradas, obras muchas veces de importantes artistas, dando con ello una manifestación de poder, de riqueza y de soberbia, pero también de un gusto por lo escenográfico que va a durar varios siglos. Cabría pensar que los papas que se hicieron enterrar en tumbas lujosas tuvieron de sí mismos una elevada idea, o bien que no se sustrajeron a la costumbre o mentalidad de su época. Lo cierto es que lo realmente revolucionario hubiera sido que algún papa rompiese con esa costumbre en una época en la que la Iglesia tenía un gran poder político y material, pero estaba en una grave crisis espiritual a los ojos de sus fieles y sus detractores.
Un ejemplo es la tumbra de Inocencio VIII, obra de Antonio de Pollaiolo, que había sido también pintor:
La de Julio II, a principios del siglo XVI, es obra de Miguel Ángel, que hizo varios proyectos reduciendo paulatinamente el número de estatuas por el elevado coste de los iniciales. Hoy se encuentra en la basílica de San Pietro in Vincoli, conteniendo la imagen del "Moisés" de Miguel Ángel, cuya inicial ubicación no era en el lugar que hoy ocupa:
La de Adriano VI fue diseñada por Baldasare Peruzzi, pero las tallas corresponden a Niccolo Tribolo y a Miguel Ángel del Sieno:
La de Gregorio XIII fue obra de Camillo Rusconi, muy en la línea de lo que iba a ser el barroco italiano:
La de Gregorio XV fue diseñada por Orazzio Grassi pero la llevaron a cabo Camilo Rusconi, Pierre Le Gross y Pierre-Étienne Monnot:
De un acusado barroquismo es la de Alejandro VII, obra de Bernini en su concepción, pero las esculturas son de Giulio Cartari, que esculpió la alegoría de la Justicia; el mismo y Giuseppe Baratta, que esculpieron la alegoría de la Prudencia; Lazzaro Morelli y Giulio Cartari, que esculpieron la alegoría de la Verdad y Giuseppe Mazzuoli, que esculpió la alegoría de la Caridad. Michele Maglia esculpió la figura del papa:
La de Inocencio XI es obra de Pierre-Étienne Monnot:
La de Alejandro VIII es obra de Angelo de Rossi:
Yo pagué encantada el euro en la "maquinita iluminadora" en San Pietro in Vincoli para ver El Moisés (aunque confieso que luego esperé a que llegara un grupo de japoneses que se estiran más con el dinero que nosotros).
ResponderEliminarEntre japoneses y chinos no sé donde nos quedaremos... Un saludo y pásalo bien estos días, Geles.
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