Seas un dios, seas una diosa, esta es mi súplica: que mis ojos nunca miren con desprecio a quien tiene menos que yo, ni mi mano se niegue a ayudar a quien lo necesite. No permanezca mi boca muda ante las injusticias. Que las monedas no pesen en mis decisiones más que los rectos dictados de mi corazón. No me convierta en sierva de los poderosos ni, para halagarlos, vuelva la espalda al sufrimiento ajeno. Seas un dios, seas una diosa, concédeme ser humana cada día y, hasta el fin de mis días, mantenerme humana.
Este altar lo consagra Claudia Hortensia en vísperas de las elecciones consulares.
(El anterior texto está tomado del blog de Isabel Barceló Chico, mujeresderoma@blogspot.com, a quien agradezco el acierto y la sensibilidad que tiene en los textos que publica).
Gracias por haber reproducido esta súplica, que bien podríamos considerar atemporal.
ResponderEliminarTenemos muchos intereses comunes, así que para que no se me pase visitarte, te incluyo en mi blogroll. Un cordial saludo.