lunes, 28 de noviembre de 2011

Delfos: religión, política y negocio

En la región de Fócida, al oeste de Atenas, y en una de las estribaciones del monte Parnaso, aún se encuentran las ruinas de los antiguos edificios de Delfos, el lugar del tempo de Apolo por excelencia, el de la pitia y los sacerdotes, en un terreno empinado y con vegetación mediterránea. Calímaco de Cirene nos ha dejado hermosos versos sobre el oráculo, sobre Delfos y sobre los peregrinos que acudían a descubrir su suerte. En Delfos, para los antiguos griegos, se encontraba el onfalos, el centro del mundo, simbolizado en una piedra regular con forma parecida a un cono. 

El desnivel y escarpamiento del terreno hacen las ruinas todavía más imponentes y enigmáticas, permitiéndonos evocar lo que sería el ritual adivinatorio que se prolongó por casi mil años en el tiempo. La consulta a Apolo, excepcional, se hacía el 7 de marzo, mientras que en las demás se seguía un ritual que comenzaba con la purificación de la pitia y los sacerdotes en la fuente Castalia, que al parecer permitía a los adivinadores dar con la solución a los problemas de los incautos. Luego empezaba la procesión hacia el templo desde el punto más hondo del paraje; las sirvientas quemaban ramas de laurel para hacer más aparatosa y creíble la ceremonia. El camino se recorría entre estatuas, llevando los peregrinos ofrendas votivas de oro, marfil y otros objetos valiosos. Como exvotos se han depositado y encontrado figuras de caballitos metálicos, hojas bellamente repujadas, amuletos de todo tipo. Cerca se encontraba el Tesoro de los Atenienses, donde estos guardaban el tesoro arrebatado a los que ellos llamaban medos, aunque los dirigentes del poderoso imperio oriental fuesen persas. También se encontraba allí el Tesoro de las Amazonas, que todavía se conserva en ruinas con inscripciones sobre las hazañas de Hércules. El Tesoro, en fin, de Siracusa, con los restos que evocan una de las más desastrosas batallas perdidas por los atenienses y que obligó a muchos de ellos a explotar las minas de Siracusa con el esfuerzo y la vergüenza sobre sus cabezas.

Cuando empezaba la consulta el oráculo este era lo suficientemente ambiguo como para que se pudiese interpretar que acertaba, fuese una u otra la suerte del consultante. La pitia, ebria o pareciendo estarlo, hacía gestos espasmódicos, mientras que algunos peregrinos, más excépticos, mostraban en sus rostros la pobreza y el descontento. El oráculo, mientras tanto, hacía de portavoz de Apolo, aceptándose la presencia allí de otros dioses que pregonaban la oportuniad que había que dar a los vencidos alrededor del fuego sagrado. A Apolo consultaban los aliados y los enemigos sin distinción, incluso en las mismas jornadas, por eso todavía se conserva en parte el monumento a Lisandro, espartano que venció a los atenienses en Egospótamos.

                                                                                                                                (Onfalos)

Cerca está el teatro, siempre al lado de santuarios, con la delicadeza y proporción que no tienen otros, ni la monumentalidad del de Epidauro, otro lugar de peregrinación para visitar a Asclepio, en busta de la salud que la naturaleza negaba a algunos griegos. En Delfos se daban instrucciones a los jefes militares y políticos, a los comerciantes y a los aventureros para que fundasen colonias, como si de un foro político se tratase, se organizaban los juegos píticos panhelénicos, consistentes en música, poesía, teatro y deportes cada cuatro años. Durante ellos se hacía la paz, como reflejo de que los juegos tenían una base religiosa y era necesaria la concordia entre las ciudades griegas, para que los atletas y artistas alcanzasen la gloria.

¿A donde iban a parar las ricas ofrendas de los peregrinos, que se hacían acompañar de vacas, ovejas, otros animales, joyas, mantos, enseres y exvotos de la más variada naturaleza? No a Apolo, que era inmaterial por muchas veces que se le representase como un joven imberbe. ¿Quizá se repartían las riquezas la pitia, los sacerdotes y el resto del personal? Un negocio que duró mucho tiempo, alimentado por la fe mitológica y la conversión de Delfos en un lugar sagrado, sí, pero también centro político donde tantos consejos se daban a los estrategos.

(Apolo de Mantua)

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