A pincipios del siglo IV el cristianismo era aún una de tantas religiones para la salvación de origen oriental. Además era la única religión exclusivista, que obligaba a rechazar el sacrificio a las divinidades oficiales, por lo que se convirtió en peligrosa. Constantino no aspiró a imponer la exclusividad del cristianismo frente a otras religioes, sino a hacerlas compatibles, y no elevó nunca a religión única y oficial del Estado al cristianismo.
En el año 382 el obispo Gregorio de Nisa escribía: "cuando voy a la tienda y pregungo cuanto tengo que pagar, me responden con un discurso filosófico sobre el Hijo engendrado o no engengrado del Padre...", con lo que nos quiere decir que los asuntos teológicos, por primera y quizá única vez en toda la historia, estuvieron en boca de las personas sencillas, de los ciudadanos que iban y venían; no era algo exclusivo de clérigos o estudiosos. Esta cita es tanto más creíble por cuanto el personaje ha gozado de cierto predicamento en su época, y los obispos eran ya entonces la máxima autoridad eclesiástica en cada distrito, eran elegidos por el pueblo cristiano y más tarde por el sínodo metropolitano. A su autoridad, docente y espiritual, unían la jurídica.
Ya en el siglo IV se formaron patriarcados y a mediados del V de iure (concilio de Calcedonia): Alejandría, Antioquía, Constantinopla, Jerusalén y Roma. Pero los obispos no tenían autoridad dogmática, que era algo reservado a la asamblea de obispos, el sínodo, pudiendo congregar a los del ámbito metropolitano o a los de todo el patriarcado. Y ni siquiera el sínodo general o concilio ecuménico fue idea de la Iglesia primitiva, sino de la Corte de Constantino, siendo convocado y presidido por el emperador.
Por otro lado el mundo espiritual pagano y el cristiano se hallaban intimamente ligados, tanto en lo referente a las formas del culto y a las prácticas devotas como en la general creencia sobre la actuación de poderes invisibles en este mundo. De aquella época dice Franz Georg Maier que "la herejía es la madre de la teología". No habría teología fijada de forma ortodoxa si no hubiese sido propiciada por las corrientes que se consideraron heréticas, ya en el campo de la disciplina, del dogma o de lo social.
Incienso, agua bendita y ornato de velas procedían del ceremonial de la Corte y de las festividades de los misterios; la Virgen sobre la luna, del culto a Isis; las Navidades fueron fijadas en tiempos de Constantino en el aniversario del dios-sol (25 de diciembre). El naciente culto de las reliquias, por otra parte, basado en la convicción de la acción mágica de su contacto, derivaba de concepciones paganas y las mismas peregrinaciones tienen precursores y orígenes no cristianos, en el judaísmo.
En el primer cristianismo hubo varios teólodos que contraponían cristianismo y Estado (Tertuliano) y para Agustín de Hipona todo orden político debía ser considerado como perverso, de dominio del hombre sobre el hombre (he aquí un anarquista primitivo); la cristianización de un orden basado en el poder no se concebía, pero lo cierto es que la práctica se impuso a los pensadores: el derecho de los emperadores a intervenir en temas religiosos y eclesiásticos se basó en que su autoridad era "divina" y la aceptación del emperador como cabeza de la Iglesia fue en Oriente mayor que en Occidente.
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