miércoles, 2 de noviembre de 2011

Los griegos vistos por Tucídides

En su obra "Guerra del Peloponeso" (esta guerra enfrentó a unas ciudades griegas contra otras en las últimas décadas del siglo V antes de Cristo, es decir, cuando Tucídides vivía) el militar e historiador griego nos da una visión de sus "compatriotas" distinta de la que se suele leer en la mayor parte de los libros actuales. En sus ocho libros, Tucídides se remonta a los siglos anteriores a la guerra de Troya diciendo que "la que ahora se llama Grecia no fue en otro tiempo muy sosegada y pacífica en su habitación: antes los naturales de ella se mudaban a menudo de una parte a otra...", para continuar "como sucedía en la que ahora se llama Tesalia y Beocia y mucha parte del Peloponeso, excepto la Arcadia, y otra cualquiera región más favorecida. Y aunque la bondad y fertilidad de la tierra era causa de acrecentar las fuerzas y poder de algunos, empero por las condiciones y alborotos que había entre ellos se destruían y estaban más a mano de ser acometidos y sujetados de los extraños. Así que la más habitada fue siempre la tierra de Atenas, que por ser estéril y ruin estaba más pacífica y sin alborotos.

También dice que "antes de la guerra de Troya, no había hecho la Grecia hazaña alguna en común...". Por lo tanto una Grecia unida contra el poder extranjero (llámese a este Troya, los persas o los macedonios) no ha existido. Antes bien, siempre ha habido griegos que se han vendido al mejor postor, sobre todo entre los persas y en la guerra del Pelonponeso, así como hubo ciudades griegas que aceptaron de buen grado la integración en Macedonia mientras que otras no (la Atenas de Demóstenes, una de ellas).

 Otro mito es el de los griegos civilizados ante los bárbaros del exterior. En este punto nos dice Tucídides: 

Los Griegos antiguos que moraban en la tierra firme cercana al mar y los que tenían islas, después que comenzaron a comunicarse a menudo con navíos, se volvieron corsarios, eligiendo entre ellos por capitanes a los más poderosos; y por causa de la ganancia o siendo pobres, por necesidad de mantenerse, asaltaban ciudades no cercadas y robaban a los que vivían en los lugares, pasando así la mayor parte de la vida sin tener por vergonzoso este ejercicio, antes por honroso. Declaran aún ahora algunos de aquellos que viven cercanos a la mar que tienen por honra hacer esto; y también los poetas antiguos, en los cuales se hallan escritas las frases de aquellos que navegando y encontrándose por la mar, se preguntaban si eran ladrones, sin ofenderse de ello los preguntados, ni tener por afrenta este nombre. Y aún ahora en tierra firme se usa robarse unos a otros, y también en mucha parte de Grecia se guarda esta costumbre, como entre los Locros, Ozoles, Etolios y Acarnanios.

De aquella antigua costumbre de robar y saltear quedó la de usar armas, porque todos los de Grecia las llevan, a causa de tener las moradas no fortalecidas y los caminos inseguros. Acostumbran, pues, a vivir armados, como los bárbaros; y esta costumbre que se guarda en toda Grecia es señal de que en otro tiempo vivían todos así. 
Cuando decimos que la civilización occidental le debe mucho a la antigua Grecia, ciertamente le debe mucho de su filosofía, de su arte, de su política, y también de su inveterada costumbre de robar, de enemistarse los unos con los otros, de desconfiar continuamente unos pueblos de otros y viceversa, pues en esto no ha avanzado gran cosa la humanidad; muy al contrario, hay etapas en la historia de esta que superan con mucho la brutalidad de los antiguos griegos, que se enfrentaron encarnizadamente entre sí en una guerra de treinta años, "como los bárbaros", si se me permite utilizar el mismo término que Tucídices.

Hoy se tiene a este escritor de la antigüedad como el mejor ejemplo de la historia política; ciertamente su prosa es muy selecta, pero la sinceridad y clarividencia con las que nos habla permiten que podamos estar más cerca de la verdad de lo que algunos quieren.



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