El presente artículo pretende ser una reflexión sobre la situación política que se puede dar en España si, como todas las encuestas predicen, se produce una victoria holgada de los conservadores. Una victoria holgada es aquella que sin consistir en mayoría absoluta, hiciese muy difícil, en términos de legitimidad democrática, cualquier acuerdo entre otros partidos para formar gobierno alternativo. Si la mayoria es absoluta la lección para el partido socialista será muy severa.
Los conservadores españoles han acumulado un poder extraordinario en España a partir de mayo pasado, pues gobiernan la mayor parte de las comunidades autónomas, de los ayuntamientos y diputaciones, amén de otras instituciones forales en las provincias vascas y cabildos en las islas Canarias. Por otra parte los conservadores también detentan un gran poder económico, pues la gran banca, la gran industria, los grandes terratenientes, la gran burguesía española es mayoritariamente conservadora en lo político y variablemente en otros aspectos (derechos individuales, por ejemplo). El partido socialista, por su parte, ha empleado los últimos cuatro años en desmovilizar a su militancia y a su electorado, cuando podría haber hecho lo contrario en medio de una vorágine económica cuyos males están en la ambición desmedida de los especuladores nacionales e internacionales. Muy al contrario, durante los últimos siete años y medio, los socialistas en el poder político (y no solo del Estado) han preferido competir con los nacionalistas en un espacio que es propio de estos y no han diferenciado claramente su política de las de otros países gobernados por partidos conservadores (Alemania, Francia, Italia, por poner algunos ejemplos).
Es cierto que en las democracias "avanzadas" los ciclos políticos se suceden como las crisis económicas en el sistema capitalista; es decir, a una etapa de hegemonía de un partido le suele suceder otra en la que dicha hegemonía pasa a los contrarios, pero dicho esto la izquierda en su conjunto, que está desunida en España, no ha dado la sensación de existir más que en la anterior legislatura, cuando el Gobierno sacó a España de una guerra ilegal e injusta e impulsó leyes sociales y que garantizaban ciertos derechos individuales que todavía no estaban reconocidos (se amplió la ley de interrupción del embarazo, se dio legalidad a la situación de hecho de los matrimonios homosexuales, se aprobó una ley de dependencia, etc.). En política exterior, si exceptuamos el caso citado de Irak, no se ha hecho gran cosa que no hicieran otros: el Polisario sigue abandonado, no se ha combatido a Israel como el electorado de izquierdas desearía... podríamos poner otros ejemplos.
Se ha aupado al Gobierno a personas que a todas luces no reunían condiciones para ello, por muy bien intencionadas que fueran dichas personas. No ha existido un liderazgo como el que sería necesario en tiempos de tribulación. El propio candidato socialista a la presidencia del Gobierno señaló en una ocasión que "el único ministro con perfil político soy yo", dando a entender que todos los demás estaban en el Gobierno por gozar de la confianza del Presidente o por destacar como técnicos. Esto puede ser comprensible entre conservadores, pero no lo entiende así un electorado de izquierdas.
La pertenencia a la Unión Europea, dominada por partidos conservadores, ha hecho que no se haya tenido otro horizonte que la lealtad a las políticas económicas marcadas por Alemania y Francia (el Presidente francés llegó a decir que "hay que refundar el capitalismo"). Todo partido socialista debe aspirar a superar el capitalismo, no solo a gestionarlo. El capitalismo no tiene hoy, en una economía global, alternativa visible, pero precisamente por eso tendrían que haberse planteado políticas que constestasen a las de los grandes países de la Unión Europea. Podría haberse buscado la complicidad del Reino Unido, de Portugal y de Grecia, entre otros, para actuar en orden a una clara intervención de los Estados en la economía, único garante de que dicha economía no campe por sus respetos en favor de sus detentadores. No sería la primera vez que Estados menos poderosos fuerzan replanteamientos en el seno de la Unión Europea (recuerdo ahora el caso de Polonia, el de Irlanda, el Reino Unido lo hace continuamente, por ejemplo en su política exterior, y no digamos en la monetaria, entre otras cosas porque no pertenece a la "zona euro").
Comprendo que es difícil sustraerse a la influencia de países tan poderosos como Alemania, Francia, Estados Unidos, Japón (ahora el Reino Unido, ganado para la derecha) pero solo con una clara contestación en el seno de las instituciones internacionales (U.E., O.N.U., F.M.I., etc.) se podrían presentar los socialistas con otra cara en las eleciones próximas a Cortes en España. Claro que para dicha contestación tenían que estar en el Gobierno no los que están, sino otros. A una etapa en la que los dirigentes regionales eran sólidos -aunque discutidos- se ha pasado a otra en la que han accedido los de segunda y tercera fila, quizá por una inveterada mania de facilitar las cosas al que da más codazos y no al que es más honesto o más capaz. Un ejemplo está en el caso de Cataluña: he aquí a los socialistas empeñados en comerle el campo a los nacionalistas siendo los adalides de una reforma del Estatuto de Autonomía que ha tenido un refrendo minoritario respecto del apoyo que tenía el anterior. En ello se ha dejado jirones el partido socialista, en una comunidad donde su electorado se encuentra entre los catalanes de origen y los de orígen extracalán.
En los territorios históricos vascos la alianza parlamentaria con los conservadores se ha justificado -y yo no la cuestiono- en función de ofrecer a la sociedad vasca una alternativa a la hegemonía durante treinta años del nacionalismo y por la especial situación de lucha contra el terrorismo. Pero al Gobierno vasco actual no se le identifica por sus politicas sociales; estas han quedado en segundo plano. En Galicia no se aprovechan cuatro años de gobierno socialista-nacionalista para movilizar a la militancia hasta el último rincón del país y dar un vuelco a la tendencia electoral histórica. No: se gobierna con timidez, sin identidad, dando cancha a unos nacionalistas que no actuaron con lealtad, pero de los que cabía esperar tal actitud, pues ellos sí hicieron ver sus aspiraciones: más nacionalismo en un pais que no es nacionalista, como se viene demostrando también históricamente.
¿Que han hecho mal los socialistas en Madrid para que buena parte del electorado les dé la espalada? En primer lugar una gran tradición de conflictividad interna muy poco edificante; en segundo lugar hay una razón objetiva que no es atribuible a nadie: el sector industrial, muy favorable a los socialistas hasta hace unas décadas, se ha tornado en un sector servicios mayoritario que se acomoda mejor con posiciones más conservadoras, máxime cuando no se le ofrecen políticas diferenciadas y liderazgos fiables. Otro tanto podríamos decir en Valencia, donde el problema del agua quizá haya tenido su razón de ser en la hegemonía conservadora: por cierto; las infraestructuras para el suministro de agua a la huerta valenciana y murciana no han cambiado durante los gobiernos conservadores.
Las elecciones, en España, las gana aquel partido que es mayoritario en Andalucía, Cataluña, Madrid y Valencia (o al menos en dos de dichas comunidades si en las otras dos mantiene el listón relativamente alto). Hoy solo una de estas comunidades está gobernada por los socialistas y se podría ver "contagiada" por la tendencia general para favorecer a los conservadores. Con el poder económico, parte del mediático, el político sin casi reparto y con el apoyo de los partidos nacionalistas (que no tienen otra ideología que barrer para casa; aquí no estamos ante un caso de dependencia colonial ni cosa que se le parezca) el festín conservador puede ser pantagruélico.
Yo no oigo que se diga a la población española -desde las posiciones de izquierda- qué es la derecha, por quienes está formada, la participación de tardofranquistas en sus filas, de la extrema derecha xenófoba y racista entre sus pilares, de personalidades gravemente comprometidas con poderes económicos confesables e inconfesables. No veo que se hable de combatir con uñas y dientes la corrupción (no suele ser un reclamo eficaz, pero sí gusta a los electores de izquierda). No veo qué hacen en un país como España un partido socialista y una coalición de partidos en torno al viejo comunismo cuando esta división ya ha sido superada una vez que la experiencia soviética se ha hecho añicos. Una política de acercamiento orgánico se hace necesaria cuanto antes; a no ser que se quiera separar del núcleo de la izquierda a casi dos millones de votos que suelen ir a otros grupos progresistas.
El estado del bienestar ganado a pulso en las etapas de hegemonía socialista y socialcristiana desde 1945 está en peligro en toda Europa. El comienzo de ese combate feroz contra el estado del bienestar comenzó en la etapa Reagan-Thatcher, en la década de los ochenta pasados. Pero la izquierda en su conjunto -en Europa- no ha hecho sino dividirse (el ejemplo francés es paradigmático) perder sus señas de identidad y contentarse con frenar el acceso de la derecha al poder político cuando ha podido. Las señas de identidad de la izquierda: ¿cuales son según lo veo yo? No se puede renunciar a la solidaridad y a intentar reagrupar al "bloque de clases" que dio sentido a la izquierda hasta los años ochenta; no se puede renunciar a la internacionalización de la política (la económica ya se da por si misma) y los partidos socialistas tienen que volver a reverdecer su Internacional; la izquierda no puede ser condescendiente con dictadores (chinos, cubanos o libios) ni con "outsiders" como los latinoamericanos. La izquierda europea tiene buenos ejemplos en los liderazgos nacidos en Brasil y hasta hace poco en Chile. La izquierda tiene que estar con el tercer mundo, tiene que estar con las necesidades de las personas de carne y hueso; tiene que hablar menos de técnica económica y más de política; tiene que combatir con ideas las tendencias acomodaticias de las instituciones internacionales; tiene que decir en voz alta que la O.N.U. actual ya no vale a las necesidades internacionales; que el F.M.I ya cumplió su función y no siempre bien; que una gran potencia como China no puede condicionar la estabilidad económica mundial mientras mantiene en su interior la mayor lacra contra los derechos humanos. Esto, que es fácil decirlo, es más difícil llevarlo a cabo, pero no se ha hecho casi nada en esa dirección; ha habido un seguidismo asfixiante respecto de los grandes capos de la economía y de los países más poderosos de Europa.
O los Estados vuelven a intervenir la economía en orden a aquellas políticas keynesianas hoy olvidadas, o la economía seguirá el camino que le es "natural": favorecer a sus detentadores. Allegar recursos para atender políticas sociales (pensiones, paro, sanidad, juventud, mujeres, educación, profesionalización, dependencia, emprendedores...) es una seña de identidad de la izquierda. ¿De donde se allegan recursos? De las grandes fortunas, de las plusvalías, de la banca, de los dividendos repartidos a los grandes accionistas, de combatir el fraude y la evasión fiscal; es decir, de hacer cosas radicales en un mundo que solo se radicaliza para la guerra. No; es más positivo ir a la raíz (radicalizarse) en la paz. Contra estas políticas estarán los de siempre: tiburones internacionales, grandes inversores, políticos vendidos al mejor postor, ideólogos pagados para propalar consignas que han provocado la depauperación de medio mundo. Combatir a estos, por separado o en su conjunto, es una seña de identidad de la izquierda, según lo veo yo.
Los paraísos fiscales están sin combatir, la evasión y fraude fiscales hacen las delicias de los antipatriotas que existen en todos los países, particularmente en España; los órganos de control como la Alta Inspección del Estado en educación no han actuado como les mandan las leyes; los centros privados han ganado terreno en el campo de la educación por el solo hecho de que ministros ineptos no han frenado dicha tendencia con la ley en la mano. Muchos dirigentes socialistas no han dado ejemplo de honestidad ni de austeridad: vuelvo a decir que es al electorado de izquierda al que estos asuntos interesan, no a la sociedad en su conjunto. La privatización de la sanidad pública -no solo su gestión- parece hoy un imposible, pero hay sectores en la derecha sociológica y política que así lo demandan.
Solamente me cabe decirte una cosa :
ResponderEliminar"Vos sos la hostia"
Quizás un apunte : (dado que sigo defendiendo mi teoría de que el siglo XXI es ese de la basura) Tendrán que salvar los muebles los Felipe, Guerra...como lo están intentando, y también los Guereñu...etc.
Un abrazo.
K.P.
Por otra parte es duro y triste, muy triste, pensar que esta generación pudimos haberla creado nosotros.