martes, 15 de noviembre de 2011

Quinto Curcio Rufo relata el paso de las Termópilas

Entró, pues, Alejandro por este paso, que ellos llaman Pilas, y después de haber reconocido la situación de los lugares, dijo que jamás había admirado tanto como entonces su buena fortuna, confesando pudieran haberle deshecho fácilmente a tiros de piedras. Porque además de ser éste un desfiladero por donde apenas podían marchar de frente cuatro hombres armados, correspondía la eminencia al camino, el cual no sólo era estrecho, sino también roto en muchos lugares por los golpes del impetuoso torrente que se precipita de los montes. Sin embargo, hizo que se adelantase la caballería ligera de los tracios a reconocer aquellos estrechos, por si en ellos se ocultaba alguna emboscada, y envió una tropa de ballesteros para que se apoderase de la cumbre del monte, con orden de que llevasen la flecha sobre el arco, no ya en forma de marcha, sino de combate.


Así relata Quinto Curcio Rufo el paso de las Termópilas por el ejército de Alejandro en busca de los persas de Darío ("Historia de Alejandro Magno", libro III, 11). El autor vivió quizá -cuestión que es discutida- en el siglo I de nuestra era, por lo tanto escribe casi cuatrocientos años después de los acontecimientos, inspirado en otras fuentes que se habían sucedido desde la antigüedad.
En la obra citada se repiten los casos en que Alejandro alude a su buena suerte, a la ayuda de los dioses, a su inexperiencia y al desconocimiento que tenía del terreno que pisada (me refiero en el orden exclusivamente militar). No es extraño que Alejandro nunca hubiese estado en las Termópilas porque era un hombre joven; pero teniendo en cuenta que dedicó su vida a la guerra, primero acompañando a su padre y luego por su cuenta, llama la atención que no tuviese noticia del terreno, de las angosturas, de la geografía, en definitiva de un territorio griego que no estaba lejos de Macedonia. 

Es muy interesante recurrir a fuentes como esta y ver que lo que la historiografía ha hecho con Alejandro, como con otros muchos personajes de la historia, ha sido mitificarlos sin justificación en muchos casos. Que fue un general victorioso no cabe duda porque llegó a la India, sacrificando a muchos de sus hombres y cometiendo atropellos y saqueos por todas partes, destruyendo ídolos orientales, monumentos que hoy admiraríamos, etc. Claro que esto hay que entenderlo en la mentalidad de la época -mucho más tarde también hemos asistido a brutalidades peores- pero debe constatarse que, comprendiendo los ideales y las formas culturales del mundo antiguo, no todo deben ser parabienes para los prohombres de la historia.


2 comentarios:

  1. Si no los hubiera destruido alejandro, los destruyen los Mauriyas, Parthos, Sasanidas o bien los musulmanes... En fin.

    Ahora bajate de tu nube y empieza a pensar como alguien de la epoca y no con esa estupido moralismo del siglo XXI que no encaja con el del siglo III y IV ac

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  2. Creo que moralismo estúpido hubo en la antigüedad y ahora, porque es una costumbre del género humano independientemente de la época. Partos y sasánidas no creo hubiesen destruído Persépolis porque se consideraban herederos de la civilización aqueménida (aún así podrían haber hecho dicha estupidez). De todas formas no me parece de recibo decir que si no fuesen unos serían otros los que hubiesen destruído esto o aquello: el Pantón romano no lo ha destruido nadie y nos alegramos; el teatro Marcelo sí y lo sentimos... igual que Persépolis no esté hoy para verla en todo su esplendor. A Alejandro puede que no haya que reprocharle que destruyese Persépolis como si un mandamás de ahora destruyese del Museo del Prado, pero sí debemos considerar que Alejandro se comportó como un mandamás sin escrúpulos cuando destruyó Persépolis. ¿Que tiene que ver una cosa con la otra?

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