No creo que haya habido época en la historia de la humanidad (la historia en la que la humanidad formó sociedades) en la que la miseria, la ambición, los vicios, las gestas, la generosidad, la guerra, la traición, la envidia, el heroismo, etc. no se hayan visto mezclados en un contraste permanente.
La época que le tocó vivir a Séneca (el siglo I de nuestra era) no es una excepción, pero lo que tiene de interés es como cuenta Séneca las características de la nobilitas, de los homines novi, de la plebe, de los esclavos, de los libertos, de los emperadores y de los personajes que ejercieron en su tiempo los diversos oficios. El filósofo parece no dejar nada sin que su aguda observación lo haya diseccionado. Toda la información que nos ha suministrado se encuentra esparcida por su diversa obra, en la que trató temas como la providencia, la brevedad de la vida, la firmeza del sabio, la felicidad, la serenidad del espíritu, los beneficios, la ira, la naturaleza, la clemencia (esta dirigida a Nerón) o las obras que escribió para Helvia, Marcia o Polibio.
En cuanto a las clases superiores, un estoico como él, no tuvo piedad. Se ensañó cuando relató ciertas crueldades, vicios, costumbres y necedades que eran propias de no pocos patricios romanos. De Vedio Polión, personaje que vivió en época de Augusto, por ejemplo, dice que daba de comer a sus peces carne de sus esclavos. De un procónsul que hubo en Asia, Voleso, dice que un día mató a trescientos de sus enemigos paseándose luego entre sus cadáveres. De otros nobles dice que eran ociosos y poco instruidos. Un tal Trico, por ejemplo, se comportó cruelmente con su hijo. De Cneo Léntulo, personaje que vivió durante los reinados de Augusto y Tiberio, dice en "Sobre los beneficios", que amasó muchas riquezas "antes de que los libertos lo convirtieran en pobre", quizá por haberlos ido manumitiendo poco a poco, aunque su avaricia -según Séneca- era ilimitada. Léntulo había participado en las batallas contra los getas, que era como conocían los griegos a los tracios, sobre todo los del sur del Danubio.
De Seyano, durante el reinado de Tiberio, dice que su ambición de poder fue tal que no tuvo inconveniente en manchar su vida de sangre en muchas ocasiones. A Cneo Pisón se refiere en su obra "Sobre la ira"; pero no son los personajes de la nobleza los que más nos interesan aquí y sobre los que Séneca no dejó títere con cabeza, sino los que conformaron la mayor parte de la sociedad del siglo I romano: plebeyos de toda condición, esclavos, oficios, lo que podríamos llamar clases medias, libertos y otra muchedumbre de la plebe.
Entre los que trabajan distingue Séneca las artes liberales de las no liberales, bien entendido que la palabra "ars" en su sentido clásico, era equivalente a la habilidad adquirida por la práctica. Entre los oficios liberales estaban los abogados, jueces, médicos y filósofos.
Otros oficios eran innobles: los que ejercían los obreros manuales como los agricultores, zahoríes, artesanos (artífices) cazadores de herencias (captatores testamenti, que existen también en la actualidad) usureros, rateros (grassatores) porteros, empresarios de pompas fúnebres (libitinarii) comerciantes, nodrizas, comadronas, obreros en general (opifices) fresadores de marfil, cordeleros, barberos, hechiceros, artesanos del vidrio (vitrearii) pictores, statuarii, marmorarii, unguentari...
Había oficios -como en la actualidad- dedicados al recreo o al ocio: los acróbatas, empleados teatrales, atletas, domadores (bestiarii) cantores, comparsas, cocineros, actores, "favoritos" (criniti pueri) ebanistas, gladiadores, vendedores de objetos (se refiere a los objetos delicados) luchadores...
Las profesiones didácticas en el sentido del término griego "encíclicas" eran los estenógrafos (llevan mensajes de cuya existencia solo deben saber los remitentes y los destinatarios) gramáticos, libreros, poetas y pedagogos.
De la admiración de Séneca por el teatro es muestra el siguiente texto suyo: ¿No ves de cuantas voces se compone? [se refiere a un coro] Mas de todas resulta solo una. Una es allí aguda; la otra, grave; la otra, intermedia: las voces femeninas se une a las de los varones, entre el acompañamiento de las flautras: late allá la voz de cada uno, pero resulta un conjunto (...). Una vez que todos los pasillos se han llenado con los cantores, en orden, y la cavea se ha ceñido con los tocadores de trompetas y desde el proscenio ha resonado el complejo de flautas y órgano, es cuando surge la armonía de lo discordante. En "Sobre los beneficios" habla del gusto que tenía cierta sociedad romana por la escena, por el teatro, en el que participaban muchos griegos, pues Grecia no era entonces sino una provincia romana. El emperador Claudio fue amigo de favorecer al teatro; se dice que "murió mientras oía a los comediantes", pero Tiberio persiguió a quienes con la disculpa de la representación soliviantaban al pueblo contra el poder o los vicios de la corte. También Nerón fue entusiasta del teatro.
En cambio tiene una opinión pésima de los que luchan en la arena, los gladiadores y otros, considerando a etas profesiones infames. Distinto es el caso de los comerciantes; siendo los vendedores de trigo los más alabados por Séneca, pues era un producto alimenticio básico, así como los que vendían aceite, ya que esta tuvo una gran importancia económica, y la Bética se convirtió en la provincia suministradora por excelencia. Siguiendo con el contraste en que nos sumerge Séneca, tiene una opinión negativa y se burla de los "captatores testamenti", siempre ávidos de obtener alguna ventaja de la muerte de ricas viudas; los usureros estaban siempre en la mente de Séneca para criticarlos, igual que los rateros, teniendo en cuenta que la Roma del siglo I de nuestra era, como la del anterior y posteriores, era una ciudad turbulenta, cosmpolita, bulliciosa y dada a la picaresca más ruin. Por eso tiene también mal conceptuados Séneca a los empresarios de pompas fúnebres, que hacían ganancia con las muertes ajenas; de los barberos decía que no servían sino para acicalar a los presumidos. En "Sobre los beneficios" critica a los "negotiatores" por los precios abusivos que ponían a las mercancías, si bien el Estado los intervenía cuando presumía necesidades entre la plebe o conflictos sociales. Llama trabajos sórdidos a los que implicaban el lucro desmedido y tiene desprecio por los que se plantean la vida sin trabajar, por lo que en buena parte de la nobilitas encuentra ejemplos sin número. De las nodrizas tampoco tiene buena opinión, pues las supone dedicadas solo a los niños de familias ricas a quienes malcrían con cuidades que considera innecesarios.
Valora a la mujer "obstetrix" como auxiliar del médico y tiene en estima a los zapateros porque en la época eran más bien artesanos que fabricaban calzado (no tanto arreglarlo). Los agricultores, como en tantos otros escritores romanos (Marcial es solo un ejemplo) son elogiados, así como los sopladores de vidrio por la delicadeza con la que debían realizar su trabajo. Los artistas, según su calidad, entraban en una categoría distinta de la de los actores, de los que ya hemos hablado. De los artífices, que hoy llamaríamos artesanos, tiene buena opinión, pues trabajaban en las tabernae con dificultades y sometidos a un régimen según las exigencias de la clientela. Considera útiles socialmente a los marmorarii, stauarii, uguentarii y pictores, aunque de los "unguentarii" tiene una opinión negativa porque se dedican a suministrar aceites y pócimas para el embellecimiento y la sofisticación de los cuerpos. Estos "unguentarii" vendían sus perfumes y cremas no solo a las casas patricias, sino en las termas.
La sociedad romana ha sido claramente antiigualitaria, pues no solo distinguía a los individuos por su renta o riqueza -en lo que no hay mucha diferencia con la actualidad- sino por su estatus jurídico, como ha ocurrido en otras sociedades antiguas y modernas. Como otras civilizaciones antiguas, la romana ha sido esclavista, aunque esto debe matizarse según las épocas y las regiones. En la península Ibérica, por ejemplo, la sociedad romana fue claramente esclavista entre los siglos II antes de Cristo y II después de Cristo. Esto quiere decir que la mayor parte de la población era esclava y la mayor parte de la riqueza salía del trabajo esclavo.
En Italia la condición de esclavo tendió a suavizarse a medida que estos fueron numerosos, pero también por las manumisiones masivas, que se fueron extendiendo a otras partes del imperio. Para el caso que nos ocupa -pues Séneca habla de la ciudad de Roma y en ocasiones de la península Itálica- la manumisión, en el siglo I de nuestra era, estaba muy extendida, y más todavía en los siglos posteriores, sobre todo a partir del III, pero esto ya se sale de la época a la que se refiere Séneca.
A esta esencial diferencia entre esclavos y libres (siendo los libres de muy variada condición) se añade la de lo que, siendo libres, gozaban de unos u otros derechos: los públicos eran el ius suffragii, el ius honorum y el ius provocationes. El primero daba derecho a participar en las elecciones para elegir a los magistrados; el segundo correspondía a lo que hoy llamaríamos sufragio pasivo, es decir, tener derecho a ser elegido para esas magistraturas; el tercero daba derecho a apelar según las leyes romanas. Los derechos privados eran el ius connubii, el ius commercii y el ius actionis. Por el primero las personas se podían casar libremente según las leyes romanas, con lo que todo ello llevaba implícito en cuanto a derechos y obligaciones; el segundo era el derecho al comercio y a la propiedad; el tercero se correspondía con el derecho a hacer valer los derechos de una persona ante los tribunales.
La condición de esclavo era equivalente a la de no tener derecho alguno, aunque en la práctica algunos esclavos llegaron a hacer acopio de dinero que les permitió, conseguida su libertad, pasar a una situación social mejorada. El esclavo que era manumitido pasaba a la condición de liberto, que no era lo mismo que la de libre: el primero había nacido esclavo, mientras que el segundo había nacido libre. Muchos esclavos provenían de las capturas en las batallas y guerras, tanto en Europa como en África y Asia. Algunos cayeron en la condición de esclavos por haber ofrecido resistencia (el el caso de pueblos indígenas no itálicos) a la dominación romana, siendo obligados a pagar un stipendium o tributo muy oneroso, que se podía pagar en trabajo o especie.
No gozaba de los mismos derechos un ciudadano latino que un ciudadano romano, si bien en la segunda mitad del siglo I después de Cristo todos los no esclavos y los que no eran ya ciudadanos romanos pasaron a ser ciudadanos latinos (Vespasiano). A principios del siglo III después de Cristo (Caracalla) todos los no esclavos pasaron a ser ciudadanos romanos, lo que no evitó las enormes diferencias sociales por renta, riqueza o patrimonio.
Séneca sabe todo esto para lo que se refiere al siglo I de nuestra era e incluso antes, pues sus estudios se basan en los reinados de Augusto y sus sucesores, hasta Nerón, del que fue preceptor (creo que con poco éxito). La visión de Séneca es la de un filósofo, pues no tiene tanto en cuenta los aspectos económicos o jurídicos de los que aquí hemos hablado, sino la condición en la que se desarrollaban los oficios; en cuanto a la nobleza la ociosidad e incultura en la que vivían muchos, pero también valora aquellos trabajos que son útiles a la sociedad y desprecia los que considera superfluos. Séneca es un estoico, por lo que su filosofía le condicona -creo que positivamente- para juzgar a la sociedad de su época, a veces con cierta crueldad, con alguna burla y con certera ironía.
Entre los que trabajan distingue Séneca las artes liberales de las no liberales, bien entendido que la palabra "ars" en su sentido clásico, era equivalente a la habilidad adquirida por la práctica. Entre los oficios liberales estaban los abogados, jueces, médicos y filósofos.
Otros oficios eran innobles: los que ejercían los obreros manuales como los agricultores, zahoríes, artesanos (artífices) cazadores de herencias (captatores testamenti, que existen también en la actualidad) usureros, rateros (grassatores) porteros, empresarios de pompas fúnebres (libitinarii) comerciantes, nodrizas, comadronas, obreros en general (opifices) fresadores de marfil, cordeleros, barberos, hechiceros, artesanos del vidrio (vitrearii) pictores, statuarii, marmorarii, unguentari...
Había oficios -como en la actualidad- dedicados al recreo o al ocio: los acróbatas, empleados teatrales, atletas, domadores (bestiarii) cantores, comparsas, cocineros, actores, "favoritos" (criniti pueri) ebanistas, gladiadores, vendedores de objetos (se refiere a los objetos delicados) luchadores...
Las profesiones didácticas en el sentido del término griego "encíclicas" eran los estenógrafos (llevan mensajes de cuya existencia solo deben saber los remitentes y los destinatarios) gramáticos, libreros, poetas y pedagogos.
De la admiración de Séneca por el teatro es muestra el siguiente texto suyo: ¿No ves de cuantas voces se compone? [se refiere a un coro] Mas de todas resulta solo una. Una es allí aguda; la otra, grave; la otra, intermedia: las voces femeninas se une a las de los varones, entre el acompañamiento de las flautras: late allá la voz de cada uno, pero resulta un conjunto (...). Una vez que todos los pasillos se han llenado con los cantores, en orden, y la cavea se ha ceñido con los tocadores de trompetas y desde el proscenio ha resonado el complejo de flautas y órgano, es cuando surge la armonía de lo discordante. En "Sobre los beneficios" habla del gusto que tenía cierta sociedad romana por la escena, por el teatro, en el que participaban muchos griegos, pues Grecia no era entonces sino una provincia romana. El emperador Claudio fue amigo de favorecer al teatro; se dice que "murió mientras oía a los comediantes", pero Tiberio persiguió a quienes con la disculpa de la representación soliviantaban al pueblo contra el poder o los vicios de la corte. También Nerón fue entusiasta del teatro.
En cambio tiene una opinión pésima de los que luchan en la arena, los gladiadores y otros, considerando a etas profesiones infames. Distinto es el caso de los comerciantes; siendo los vendedores de trigo los más alabados por Séneca, pues era un producto alimenticio básico, así como los que vendían aceite, ya que esta tuvo una gran importancia económica, y la Bética se convirtió en la provincia suministradora por excelencia. Siguiendo con el contraste en que nos sumerge Séneca, tiene una opinión negativa y se burla de los "captatores testamenti", siempre ávidos de obtener alguna ventaja de la muerte de ricas viudas; los usureros estaban siempre en la mente de Séneca para criticarlos, igual que los rateros, teniendo en cuenta que la Roma del siglo I de nuestra era, como la del anterior y posteriores, era una ciudad turbulenta, cosmpolita, bulliciosa y dada a la picaresca más ruin. Por eso tiene también mal conceptuados Séneca a los empresarios de pompas fúnebres, que hacían ganancia con las muertes ajenas; de los barberos decía que no servían sino para acicalar a los presumidos. En "Sobre los beneficios" critica a los "negotiatores" por los precios abusivos que ponían a las mercancías, si bien el Estado los intervenía cuando presumía necesidades entre la plebe o conflictos sociales. Llama trabajos sórdidos a los que implicaban el lucro desmedido y tiene desprecio por los que se plantean la vida sin trabajar, por lo que en buena parte de la nobilitas encuentra ejemplos sin número. De las nodrizas tampoco tiene buena opinión, pues las supone dedicadas solo a los niños de familias ricas a quienes malcrían con cuidades que considera innecesarios.
Valora a la mujer "obstetrix" como auxiliar del médico y tiene en estima a los zapateros porque en la época eran más bien artesanos que fabricaban calzado (no tanto arreglarlo). Los agricultores, como en tantos otros escritores romanos (Marcial es solo un ejemplo) son elogiados, así como los sopladores de vidrio por la delicadeza con la que debían realizar su trabajo. Los artistas, según su calidad, entraban en una categoría distinta de la de los actores, de los que ya hemos hablado. De los artífices, que hoy llamaríamos artesanos, tiene buena opinión, pues trabajaban en las tabernae con dificultades y sometidos a un régimen según las exigencias de la clientela. Considera útiles socialmente a los marmorarii, stauarii, uguentarii y pictores, aunque de los "unguentarii" tiene una opinión negativa porque se dedican a suministrar aceites y pócimas para el embellecimiento y la sofisticación de los cuerpos. Estos "unguentarii" vendían sus perfumes y cremas no solo a las casas patricias, sino en las termas.
La sociedad romana ha sido claramente antiigualitaria, pues no solo distinguía a los individuos por su renta o riqueza -en lo que no hay mucha diferencia con la actualidad- sino por su estatus jurídico, como ha ocurrido en otras sociedades antiguas y modernas. Como otras civilizaciones antiguas, la romana ha sido esclavista, aunque esto debe matizarse según las épocas y las regiones. En la península Ibérica, por ejemplo, la sociedad romana fue claramente esclavista entre los siglos II antes de Cristo y II después de Cristo. Esto quiere decir que la mayor parte de la población era esclava y la mayor parte de la riqueza salía del trabajo esclavo.
En Italia la condición de esclavo tendió a suavizarse a medida que estos fueron numerosos, pero también por las manumisiones masivas, que se fueron extendiendo a otras partes del imperio. Para el caso que nos ocupa -pues Séneca habla de la ciudad de Roma y en ocasiones de la península Itálica- la manumisión, en el siglo I de nuestra era, estaba muy extendida, y más todavía en los siglos posteriores, sobre todo a partir del III, pero esto ya se sale de la época a la que se refiere Séneca.
A esta esencial diferencia entre esclavos y libres (siendo los libres de muy variada condición) se añade la de lo que, siendo libres, gozaban de unos u otros derechos: los públicos eran el ius suffragii, el ius honorum y el ius provocationes. El primero daba derecho a participar en las elecciones para elegir a los magistrados; el segundo correspondía a lo que hoy llamaríamos sufragio pasivo, es decir, tener derecho a ser elegido para esas magistraturas; el tercero daba derecho a apelar según las leyes romanas. Los derechos privados eran el ius connubii, el ius commercii y el ius actionis. Por el primero las personas se podían casar libremente según las leyes romanas, con lo que todo ello llevaba implícito en cuanto a derechos y obligaciones; el segundo era el derecho al comercio y a la propiedad; el tercero se correspondía con el derecho a hacer valer los derechos de una persona ante los tribunales.
La condición de esclavo era equivalente a la de no tener derecho alguno, aunque en la práctica algunos esclavos llegaron a hacer acopio de dinero que les permitió, conseguida su libertad, pasar a una situación social mejorada. El esclavo que era manumitido pasaba a la condición de liberto, que no era lo mismo que la de libre: el primero había nacido esclavo, mientras que el segundo había nacido libre. Muchos esclavos provenían de las capturas en las batallas y guerras, tanto en Europa como en África y Asia. Algunos cayeron en la condición de esclavos por haber ofrecido resistencia (el el caso de pueblos indígenas no itálicos) a la dominación romana, siendo obligados a pagar un stipendium o tributo muy oneroso, que se podía pagar en trabajo o especie.
No gozaba de los mismos derechos un ciudadano latino que un ciudadano romano, si bien en la segunda mitad del siglo I después de Cristo todos los no esclavos y los que no eran ya ciudadanos romanos pasaron a ser ciudadanos latinos (Vespasiano). A principios del siglo III después de Cristo (Caracalla) todos los no esclavos pasaron a ser ciudadanos romanos, lo que no evitó las enormes diferencias sociales por renta, riqueza o patrimonio.
Séneca sabe todo esto para lo que se refiere al siglo I de nuestra era e incluso antes, pues sus estudios se basan en los reinados de Augusto y sus sucesores, hasta Nerón, del que fue preceptor (creo que con poco éxito). La visión de Séneca es la de un filósofo, pues no tiene tanto en cuenta los aspectos económicos o jurídicos de los que aquí hemos hablado, sino la condición en la que se desarrollaban los oficios; en cuanto a la nobleza la ociosidad e incultura en la que vivían muchos, pero también valora aquellos trabajos que son útiles a la sociedad y desprecia los que considera superfluos. Séneca es un estoico, por lo que su filosofía le condicona -creo que positivamente- para juzgar a la sociedad de su época, a veces con cierta crueldad, con alguna burla y con certera ironía.
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