La iglesia de San Bartolomé de Pontevedra y su edificio anexo, colegio de los jesuítas por decisión de un fraile pontevedrés, de misiones en Perú en el siglo XVII, tuvo una utilidad cambiante y siempre interesante desde su fundación. En el siglo XIX hubo allí una fábrica de tejidos de algodón, en la calle del Riego, intramuros, en el colegio que fue de los jesuítas. Los directores fueron Benjamín Lees, de edad 33 años y Juan Lees, de esdad 30 años. Eduardo Carey fue su maestro de taller y María Baliño una criada. Contaba con 22 máquinas de hilar que ocupaban a otras tantas mujeres y que hacían funcionar, cada máquina, 100 husos. También contaba con tres máquinas de torcer con 270 husos cada una, que daban ocupación a tres obreros.
En el tejido trabajaban, además, 32 hombres y había otros como aprendices en varias operaciones. Sobre esta fábrica -que ha estudiado Meijide Pardo- sus propietarios habían recibido, en 1793, una ayuda de 100.000 reales como empréstito, aunque más tarde tuvieron que solventar un litigio con el municipio sobre la ocupación del Colegio de los Jesuítas, y al comenzar la guerra de 1808 aún contaba con 250 operarios, bastantes más que al dar comienzo. (Archivo Histórico Provincial de Pontevedra, sección 2ª, carpeta 71 (152 y 110).
El colegio de los jesuitas fue también lugar para el acuartelamiento militar, hospital, centro de enseñanza, hospicio y aún se le dieron otras utilidades. Hasta que se construyó la llamada "Ciudad Infantil" en Montecelo, allí vivían los hospicianos, en torno a los años setenta del siglo XX.
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