En 1865 el número de matriculados fue de 199, de los cuales 124 tuvieron que repetir curso, lo que habla de la dureza de estos estudios. En el año 1864 habían tenido que hacerlo 139 de un total de 214 matriculados (el 64,9%). Pero este Instituto de los años 1860 no es el de los comienzos. Al inicio sólo se impartían enseñanzas de Historia, Geografía, Matemáticas, Historia natural, Física, Química y Dibujo.
El coste a cargo de la Diputación pasó por momentos de dificultad hasta que durante quince años incluso se amplía con un internado (1867-1882). En 1878 se crean, ajenas al Instituto, una escuela de náutica y otra de comercio, producto de la mentalidad práctica y positivista que se va imponiendo en la época. Lo mismo ocurre en otras poblaciones; por ejemplo Vigo, que está viendo cómo se desarrolla su Escuela de Artes y Oficios. Es a comienzos del siglo XX cuando el Instituto se traslada a un edificio ya construído por el Estado (que luego sería ocupado por la Delegación de Educación).
Lo cierto es que durante el siglo XIX el Instituto consiguió éxitos notables, al pasar por sus aulas un número de alumnos relativamente importante con un aprovechamiento nada rechazable. En las últimas décadas del siglo XIX esta enseñanza oficial tendrá que medirse con las ideas de aquella otra que fue la Institucion Libre de Enseñanza, la cual también tuvo una modesta representación en Pontevedra. En las aulas del Instituto impartieron clases personas que luego quedarían unidas para siempre a Pontevedra: Jesús Muruais, José Benito Amado y José Casal son algunos de los ejemplos que podemos citar. Además se contó, ya tempranamente, con colecciones de minerales, de numismática, biblioteca y una colección zoológica.
Mayor interés tiene constatar el sistema educativo: a partir de las "memorias" y otras fuentes como lo que sabemos de Federico Sáiz (1985), que distingue tres períodos: el primero influido por el moderantismo; el segundo iría hasta 1868 con un cierto "repliegue neocatólico" y un tercero con mayor libertad incluso en el período restauracionista (véase la obra de A. Viñao, 1982). Es interesante observar como desde las filas liberales (moderadas) se establecen unos criterios que hoy nos chocan por su intervencionismo. En la exposición preliminar del plan Pidal (1845) se dice: la enseñanza de la juventud no es mencancía que pueda dejarse entregada a la doctrina de los especuladores.
El Instituto no es el único centro educativo que se crea en el siglo XIX en Pontevedra. La Escuela Normal de Magisterio se establece en 1840, instalándose en el Colegio de los Jesuítas. La Diputación provincial corrió con la fundación de la Escuela de Maestras, establecida en 1860. También una Escuela de Artes y Oficios, cuyo coste asumió la Diputación y, en general, hubo una efervescencia en materia educativa y cultural de la mano de republicanos, masones, liberales e institucionistas. Aquí incidieron Montero Ríos y Eduardo Vincenti, junto con el institucionista Federico Sáiz Sánchez, que fue profesor de la Escuela Normal durante diecisiete años. Este es autor de unos "Principios de Educación" y de programas sobre la enseñanza de la Geogafía, la Historia y la Lengua; secretario, en 1882, de la Sociedad de Juegos Florales de Pontevedra, pero no aparece ya en el Congreso Pedagógico de 1887 porque había muerto poco antes. Según Couceiro Freijomil la obra de su alumno Enrique García, "Cartas a Federico Sáiz", es uno de los testimonios de la labor pedagógica de mayor relevancia en la Galicia de la época.
El Congreso Pedagógico citado es eco del celebrado en Madrid en 1882, organizado aquel por la Asociación Pedagógica de Maestros de la ciudad. Tuvo por presidente a Victoriano Encinas y se celebró en la sede de la Diputación provincial, asistiendo el propio Montero Ríos, que en su discurso defendió la enseñanza laica y religiosa (pero no confeional). Otros asistentes al congreso pontevedrés fueron Eduardo Vincenti, Enrique García, Antonio Berridi, Eduardo Pesqueira, José R. Cobas y Manuel Martínez.
En 1897 se celebró en la ciudad un Certamen Pedagógico convocado por el periódico El Noticiero Gallego. La higiene escolar, la atención al magisterio y sus sueldos, la dotación a las escuelas, la renovación de los métodos pedagógicos (de Froebel y de Montesino) son los temas de preferente atención por parte de auquellos entusiastas de finales de siglo. En 1894 se había celebrado una Asamblea y Exposición Escolar en la ciudad sobre temas educativos, pero contra todo esto clamaba el tradicionalismo católico, sobre todo a partir de sus publicistas, los obispos de Tui y de Santiago. La Iglesia se rearmaba contra la avalancha laica que se le venía encima.
El Instituto no es el único centro educativo que se crea en el siglo XIX en Pontevedra. La Escuela Normal de Magisterio se establece en 1840, instalándose en el Colegio de los Jesuítas. La Diputación provincial corrió con la fundación de la Escuela de Maestras, establecida en 1860. También una Escuela de Artes y Oficios, cuyo coste asumió la Diputación y, en general, hubo una efervescencia en materia educativa y cultural de la mano de republicanos, masones, liberales e institucionistas. Aquí incidieron Montero Ríos y Eduardo Vincenti, junto con el institucionista Federico Sáiz Sánchez, que fue profesor de la Escuela Normal durante diecisiete años. Este es autor de unos "Principios de Educación" y de programas sobre la enseñanza de la Geogafía, la Historia y la Lengua; secretario, en 1882, de la Sociedad de Juegos Florales de Pontevedra, pero no aparece ya en el Congreso Pedagógico de 1887 porque había muerto poco antes. Según Couceiro Freijomil la obra de su alumno Enrique García, "Cartas a Federico Sáiz", es uno de los testimonios de la labor pedagógica de mayor relevancia en la Galicia de la época.
Busto de Eduardo Vincenti |
En 1897 se celebró en la ciudad un Certamen Pedagógico convocado por el periódico El Noticiero Gallego. La higiene escolar, la atención al magisterio y sus sueldos, la dotación a las escuelas, la renovación de los métodos pedagógicos (de Froebel y de Montesino) son los temas de preferente atención por parte de auquellos entusiastas de finales de siglo. En 1894 se había celebrado una Asamblea y Exposición Escolar en la ciudad sobre temas educativos, pero contra todo esto clamaba el tradicionalismo católico, sobre todo a partir de sus publicistas, los obispos de Tui y de Santiago. La Iglesia se rearmaba contra la avalancha laica que se le venía encima.
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